Imaginemos que un hilo, claramente visible, salga del cuello de cada parlamentario que es financiado en su campaña y se conecte con la empresa específica de la que provienen esos aportes. Abiertos o reservados, da lo mismo. La dependencia que generan es tan firme en uno como en otro caso. Un Parlamento cautivo de unos determinados intereses, no le hace bien al país, a su democracia y, mucho menos, a la sociedad chilena. Hay que terminar con esta modalidad de sesgos del empresariado con las campañas electorales.
Por: Nelson Ávila
Ex Senador
Marzo de 2015
A menudo oímos decir que Chile es un país, relativamente, libre de corrupción. Bueno, si nos comparamos con casos emblemáticos, que en el mundo los hay por doquier, quizás esa afirmación cobre sentido. Sin embargo, si quisiésemos ser estrictos para juzgarnos, deberíamos admitir que esta lacra la hacemos poco visible, porque nos hemos dado maña de darle patente legal. Y estoy hablando de una de sus expresiones más funestas, desde el punto de vista de una democracia sana. Me refiero, nada más y nada menos que al soborno. Eso es, exactamente, la figura del “financiamiento reservado” vigente para las campañas electorales. Con la entrega, solo “secreta” para los ciudadanos, de altas sumas de dinero a los candidatos, se da en los hechos, una cruel realidad: los pobres ejercen su derecho al voto, pero no son ellos los que determinan quién los va a “representar”. Esto, obviamente, envuelve, además de un fraude a la voluntad ciudadana, un desquiciamiento de las bases éticas en que debiera descansar toda institucionalidad democrática.
Al respecto, hagamos un ejercicio de creatividad, casi infantil, pero, por eso mismo, didáctico. Imaginemos que un hilo, claramente visible, salga del cuello de cada parlamentario que es financiado en su campaña y se conecte con la empresa específica de la que provienen esos aportes. Abiertos o reservados, da lo mismo. La dependencia que generan es tan firme en uno como en otro caso.
Aclaro que construyo esta tosca figura para graficar bien la idea de marionetas, manipuladas a distancia. Como imagen sé que esto es terrible, pero, en la realidad, así funciona. Menos artesanal, sin duda. Es que acá dominan las comunicaciones inalámbricas y opera el “control automático”, con batería. Al recibir ésta una “carga inicial” fuerte, acumula energía suficiente para mantenerse encendida durante cuatro u ocho años.
En la última elección se hicieron aportes empresariales a las campañas por sobre los 50 mil millones entre reservados y de otro tipo. Todos los grandes intereses económicos tienen sus conexiones activas en el Congreso. El “empalme” de los hilos, siguiendo con la metáfora, se desconoce. Sólo gracias al cruce de datos de diversa procedencia institucional, se puede saber de algunos. No olvidar que aquí, en este campo, y sobre todo tratándose del tema en cuestión, arribamos al reino de la opacidad. Por ejemplo, los miembros de la Comisión de Pesca del Senado, recibieron financiamiento reservado por parte de “Corpesca” en una suma superior a los $ 500 millones. Muy probablemente, en la distribución, la entidad donante tuvo la inteligencia de aplicar en plenitud el principio de equidad. Y estamos hablando de sólo una empresa del sector y ni siquiera la más grande de todas. Se supone que otras la han imitado en su generosidad. Por eso, los pescadores artesanales han ganado siempre en los argumentos, pero pierden en las votaciones. También marchan impotentes y, a veces, llevados por la desesperación, al no encontrar eco en sus demandas, hasta queman botes. Claro que nada de esto genera temperatura suficiente para torcer la metálica voluntad legislativa.
Un Parlamento cautivo de unos determinados intereses, no le hace bien al país, a su democracia y, mucho menos, a la sociedad chilena. Hay que terminar con esta modalidad de sesgos del empresariado con las campañas electorales. A erradicar los atajos oscuros entre la esfera pública y privada. Es indispensable romper con la relación incestuosa entre el dinero y la política. A partir del llamado “caso Penta” y la conciencia creada en el país sobre su perversión, el Gobierno no tendrá excusas para poner término a estas “malas prácticas”, según expresiones de un candidato que terminó enredado en ellas mismas. Es el momento de aprobar una ley que extirpe esta tumoración maligna y dé al Congreso la generación auténticamente democrática que, conforme a su naturaleza, debe tener.