Santiago de Chile, 13 de Enero de 2011. (Radio del Mar). Nuestro continente ostenta un nuevo y triste record, al conocerse que la mejicana Ciudad Juárez ha sido «escogida» o señalada por tercer año consecutivo, como la ciudad más peligrosa del mundo. Esto se da en el marco de la lucha entre los «carteles» de la droga en primer lugar, pero también por la costumbre ya arraigada de enfrentar toda clase de diferencias con la eliminación física del adversario. No sólo pandilleros se han visto involucrado en estos hechos, pues periodistas, autoridades, activistas de derechos ciudadanos, cientos de mujeres y agentes del orden han sido víctimas de esta locura generalizada.
En una ciudad de sólo 1.3 millones de habitantes se registraron en el 2010, 2.738 asesinatos, un 23% más que en el 2009, lo que coloca a esta ciudad muy por encima de otros lugares en el mundo ampliamente reconocidas por su peligrosidad como Kandahar en Afganistan, país que está en guerra y San Pedro de Sula en Honduras.
Lo extraño es que pese a tratarse de una lucha por el mercado de la droga en Estados Unidos, primer consumidor en el mundo, todas las muertes y enfrentamientos se producen del lado mejicano de la frontera. Como dijera una abogada dirigente de una agrupación de Derechos Humanos, «se llevan la droga para allá pero los muertos se quedan aqui».
La incapacidad demostrada por el gobierno de poner fin a esta situación ha significado que en numerosos municipios y estados no se estén aplicando las reglas de un Estado de Derecho y que el control de las instituciones estatales esté siendo ejercido por los «carteles» y sus representantes. Pero Ciudad Juárez no es el único ejemplo de lo que sucede en Méjico, pues en el mismo ranking mundial de violencia se señala que la ciudad de Chihuahua está en el lugar 5, Mazatlán en el 8, Culiacán en el 9, Tepic en el 13 y Durango en el 14.
Está claro que no se trata de hechos puntuales y que en Méjico debe venir un cambio profundo para restablecer el imperio de la ley en todo el territorio y proteger la vida de los ciudadanos. Pero al mismo tiempo debe esclarecerse cual es el nivel de corrupción al interior del Estado, pues sin la complicidad, tolerancia o pasividad de quienes ocupan puestos de responsabilidad, nunca se hubiera llegado a esta situación de caos.*****FIN*****