Por: Manuel Luis Rodríguez U.
Cuando en el futuro se escriban las tesis y las crónicas de los febriles acontecimientos desatados durante esta primera quincena de enero en la región de Magallanes, habrá que reconocer lo inédito de una movilización ciudadana masiva, amplia, plural, diversa y dinámica, y la transversalidad política que este fenómeno ha sido capaz de movilizar.
Multitudes de cientos y miles de ciudadanos y ciudadanas magallánicos ondeando banderas de la región y banderas negras, enormes caravanas de vehículos haciendo sonar sus bocinas, piquetes de corte de rutas y avenidas protagonizadas por taxistas y camioneros, locales comerciales de barrio con banderas y globos negros, forman parte de la superficie ancha y multiforme y la imagen más visible de un movimiento ciudadano que se tomó el protagonismo y la profundidad de una demanda fuertemente sentida.
CUANDO IRRUMPE EN LA POLÍTICA EL MUNDO NO POLÍTICO
Alguien vino a ensuciarles la alfombra a los poderosos…
La imagen metafórica de los lideres sociales de extracción popular caminando por las alfombradas oficinas de los edificios gubernamentales, sirve a los efectos de graficar la irrupción popular en las esferas del poder.
Para nadie es un misterio hoy que este “movimiento ciudadano de ciudadanos en movimiento” desbordó los límites de la política tradicional, puso a la dirigencia social en el primer plano estratégico (aunque sea provisoriamente), descolocó tácticamente a los partidos políticos, movilizó a parlamentarios y lideres sociales y políticos de otras regiones del país, desató un cúmulo insospechado de sentimientos y emociones colectivas contenidas, abrió canales a la expresión de múltiples formas de identidad, amarró más fuertemente a los puntarenenses con los natalinos y los porvenireños, abrió la válvula de muchos agravios y aspiraciones regionalistas y localistas reprimidas, puso en evidencia y catapultó nuevos liderazgos y sobre todo, instaló temas nuevos en el debate y en la agenda de la opinión pública.
Notorio además que el gobierno haya sido insanablemente incapaz de leer la originalidad, la transversalidad y la masividad de este movimiento, atrapado en la lógica neoliberal de los cálculos mercantiles y en la miopía de no entender cómo poco más de 20 ó 30 lideres sociales, profesionales, comunicadores, sindicalistas y dirigentes de pequeñas empresas movieron multitudes de 10.000, ó 20.000 ó 30.000 personas en las calles en protesta, mientras las redes sociales de internet se plagaron de mensajes, de símbolos y de adhesiones.
Pero además, en su dinámica de movimiento en movimiento, los partidos políticos, los parlamentarios, los alcaldes y concejales municipales, los consejeros regionales tuvieron que hacer el ejercicio -no siempre fácil- de ponerse al servicio de un conjunto de dirigentes y bases colectivas organizacionales cuyos desplazamientos dentro del escenario socio-político no fueron fáciles de entender, de comprender ni de leer, para quienes estaban acostumbrados en la clase política tradicional a moverse según los códigos de la hegemonía y de la dominación.
La así llamada clase política aquí no estuvo ausente sino que -por el contrario- se la jugó implicada, involucrada y protagonista, como lo mostraron los esfuerzos de alcaldes, concejales, diputados, senadores y consejeros regionales por proponer ideas, avanzar propuestas, gestionar contactos y procurar sensibilizar a las autoridades de la justeza de las demandas ciudadanas.
Poco se han dimensionado los innumerables gestos de solidaridad y de adhesión que este movimiento regionalista magallánico desencadenó: desde parlamentarios de otras regiones de Chile hasta redes de magallánicos dispersos (pero atentos) en el territorio nacional, desde organizaciones de derechos humanos hasta ong y medios de comunicación internacionales, desde partidos políticos y movimientos hasta centrales sindicales y gremios…
Por eso debemos hablar de un movimiento social con ribetes políticos, un ejercicio de democracia ciudadana, sin depender demasiado de las estructuras partidarias: este ha sido un movimiento social moviendose dentro del escenario político e institucional con las armas de la presión ciudadana, la resistencia activa, la imaginación creadora y el protagonismo de las multitudes. Pero sobre todo, un movimiento que sintoniza casi exactamente con un momento del estado de ánimo de las multitudes ciudadanas, es decir, con algunas de las necesidades esenciales de la vida humana individual, familiar y colectiva.
Por su diseño organizacional y su impacto mediático, la revuelta del gas en Magallanes podría asemejarse -dentro de contextos históricos distintos- a la revolución pinguina del 2006 en Chile y a los movimientos piqueteros en Argentina en 2002, sólo por sugerir algunas referencias latinamericanas recientes.
LOS PARTIDOS, EL SISTEMA Y LAS INSTITUCIONES FRENTE A UNA CIUDADANÍA EMPODERADA
¿Cómo hacer gobernable para las dirigencias políticas partidarias, a una red de dirigentes que representaban a alrededor de 24 organizaciones diversas, que supo canalizar y ponerse en la dirección en la que se movía una creciente marea de ciudadanos indignados por una medida gubernamental que los afectaba gravemente en sus intereses materiales y económicos?
Este movimiento puso en el centro de la discusión no solo el tema energético, sino que evidenció y dejó al desnudo la relación verdaderamente existente entre el Estado central y las regiones, en un Estado centralista, presidencialista y vertical, al tiempo que zanjó en términos brutales el nuevo cuadro político local y regional para las elecciones municipales de 2012 y parlamentarias de 2013.
Esta es una derrota política completa de la derecha y del gobierno de Sebastian Piñera en el escenario político local y regional: ¿qué figura o rostro político de la derecha en Magallanes fue capaz de defender la decisión de SU gobierno de elevar en un 16.7% las tarifas del gas en la región? Ninguno.
Porque la gestión política del gobierno regional ante esta crisis y esta marea ciudadana increscendo, ha sido “reguleque“, por no decir, errática, ausente, contradictoria, improvisada y desprolija en términos políticos y comunicacionales.
La dimensión social de este movimiento, está y ha estado dada por la representación popular de la Asamblea Ciudadana de Magallanes, una coalición de organizaciones sociales, culturales y territoriales, que expresa una diversidad política e ideológica, articulada para reclamar por los derechos ciudadanos en la región de Magallanes.
El logro mayor de la Asamblea consiste precisamente no solo en la obtención de ciertas demandas relativas al suministro de gas para los habitantes de Magallanes, sino que pudo reunir y expresar un conjunto de aspiraciones populares y de las clases medias, al tiempo que visibilizó los sentimientos identitarios regionales y regionalistas de los magallánicos, movilizados en su propia región, en la capital de Chile y en otras regiones del país.
Esta ha sido una fiesta colectiva de la ciudadanía, un reventón social alegre, dinámico pero pacífico, es decir, no violento, una singular revuelta ciudadana donde no se quebró ni un solo vidrio (aunque hubo dos muertes que lamentar producto de un accidente del tránsito), pero se logró derribar por un instante las estanterías del poder central, se forzó la renuncia de un Ministro y se generaron diversas redes subterráneas de solidaridad, de hermandad, de resistencia pasiva y activa, de ensayo y error y de protagonismo popular.
Se trata de una particular combinación de identidad regional agredida, de aspiraciones ciudadanas pendientes, de necesidades urgentes a resolver y de frustraciones acumuladas ante el centralismo estatal y corporativo.
Esos son los mayores triunfos de la Asamblea Ciudadana de Magallanes y que sin duda perdurarán en el tiempo.
No se extrañen si en 20 ó 30 años más, los niños y los jóvenes le pregunten a sus papás o a sus abuelos aquí en la región austral de Chile: ¿y tu dónde estabas cuando ocurrió la revuelta del gas?
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ALGUNAS REFERENCIAS
Claudia Korol: Movimientos sociales en Argentina: la rebelión, el gobierno y los piqueteros. B. Aires, 2003. (citado en www.elcorreo.eu.org)