Por allá, por las lomas de Quilicura, a «30 km. al sur de Cobquecura», el Presidente de la República de Chile quizás se preguntó: ¿Qué he hecho yo para merecer ésto?
Santiago de chile, 23 de Enero de 2011. (Radio del Mar). Al hacer un análisis de como es percibido por la ciudadanía el gobierno del Presidente Sebastián Piñera, se debe reconocer que él hace todo lo posible por mantener en alto el estandarte de que esto es lo mejor que le ha pasado al país en 200 años, que gobiernan los mejores, con los equipos más capaces y que todo es liderado por alguien como él, con su extrema capacidad.
Es sin duda, el más inteligente, el que más trabaja, el más rico, el ciclista más rápido, el que llega más alto y lejos en alas delta, el que bucea más profundo, el que rescató a los mineros, el siempre sonnriente, el que más anécdotas tiene, el mejor piloto de helicópteros, el amigo de todos los gobernantes, el católico que más demuestra su fe, el que más veces dice Gracias a Dios…
Pero hay algo en que falla: tiene mala suerte. Por eso hay momentos, en que en lugar de envidiarlo, se sienta un poco de compasión de su persona.
Entonces debe pensarse que pese a ser un hombre tan esforzado, hay que algo que lo persigue y eso sólo se puede atribuir a la mala suerte o como se dice en el pueblo, «anda con la yeta».
No puede subir en las encuestas, la imagen de Bachelet lo opaca de vez en cuando y cada vez más; se cambió de la Católica a Colo Colo y éste equipo no llega ni a los play offs; Bielsa no anuncia si se va o se queda; su movida para sacar a Mayne Nichols quedó al descubierto: sus asesores le hacen cometer errores en todos sus discursos, desde el árbol sagrado de los mapuches hasta el salitre que nunca se terminó; se equivocó con el nombre del primer minero rescatado, con el Presidente chino, con la frase nazi en Alemania; pasó con Robinson Crusoe y el Diputado Silver, pero además tuvo que enterarse de que su Embajador en Argentina tenía que irse. También tuvo que soportar la circular sobre la ropa uniformada que ordenó el Gobernador de Coquimbo a sus funcionarios; de lo exigido para su personal por la Directora de Sernatur que ordenaba pelo corto y nada de escotes; del sueldo «reguleque» de la Directora de la Junji, de las clases de maquillaje en el Sernam, del sobreprecio del puente de Ravinet y las mediaguas en el Sur.
Y más todavía: ahora debe soportar la brillante reflexión intelectual de su Ministra de la Vivienda frente a los piropos que son lanzados por los obreros a las mujeres que pasan frente a los edificios en faenas. Ante una propuesta de los directivos de la Cámara Chilena de la Construcción, que iniciaron una campaña para «cuidar el lenguaje de los trabajadores en las faenas, evitando gritos y molestias a los peatones», la Ministra reaccionó en forma entusiasta llevada por su catolicismo fundamentalista, expresando en forma solemne: «nos comprometemos a fomentar estos principios entre los contratistas, constructores de viviendas y obras de pavimentación, porque va en directo beneficio de la comunidad que recibe los subsidios, del medio ambiente (?) y de los trabajadores que levantan estas obras con recursos fiscales». Brillante.
Frente a todo esto, es natural que al pensar en tremenda tontería, mientras escuchaba como su helicóptero fallaba por allá por las lomas de Quilicura, a «30 km. al sur de Cobquecura», el Presidente de la República de Chile se haya preguntado: ¿Qué he hecho yo para merecer ésto? *****FIN*****