21 - febrero - 2025

Leonardo Favio, mucho más que una voz. Un gran cineasta.

Santiago de Chile, 22 de Febrero 2011. (Radio del Mar). Leonardo Favio cuyo verdadero nombre es Fuad Jorge Jury, nació el 28 de mayo de 1938 en la ciudad argentina de Luján de Cuyo de la Provincia de Mendoza. Nació en un barrio pobre y complicado, donde soportó el abandono de su padre. Pasó gran parte de su infancia internado en instituciones de protección a la infancia; de carácter conflictivo, siempre escapó o se le expulsó. Una serie de robos pequeños le llevó incluso a la reclusión carcelaria. Estudió un tiempo como seminarista y más tarde intentó en la Marina: duró poco y se marchó con el mismo uniforme con el que sirvió a pedir limosnas en la zona porteña de Retiro. Su madre, escritora de radioteatros, solía conseguirle «bolos» (pequeños papeles escasamente remunerados) en Mendoza; etapa en la que además comenzó a preparar sus primeros libretos.Con sus películas ganó premios nacionales e internacionales, considerándosele un director de culto exitoso y respetado. Sus películas «Crónica de un niño solo» y «El romance del Aniceto y la Francisca» han sido consideradas como las mejores de la historia del cine argentino en dos encuestas entre especialistas.

Como cantante, fue uno de los precursores de la balada romántica latinoamericana en las décadas de 1960 y 1970, alcanzando el éxito en toda América Latina. Entre sus canciones más populares se encuentran «Fuíste mía un verano», «Ella ya me olvidó», «Para saber cómo es la soledad (Tema de Pototo)» de Luis Alberto Spinetta y «Chiquillada» del Sabalero José Carbajal y «Quizás simplemente le regale una rosa». Sus canciones han sido transcriptas en más de catorce idiomas.

En 1972 fue invitado por Juan Domingo Perón a acompañarlo en el avión que lo llevó de retorno a la Argentina, luego de dieciocho años de exilio. Todos los sectores internos del peronismo respetan y consideran a Favio como un importante referente cultural.

Las inquietudes de Favio frente al cine fueron siempre muy grandes. Sus ambiciones y su afán experimental también. En 1960, entre una película y otra como intérprete, Favio había hecho la prueba de filmar como realizador un cortometraje titulado «La amiga», que abordaba el tema de la niñez desdichada. Allí se insinuaba ya una preocupación que habría de expandirse en su primer largometraje titulado «Crónica de un niño solo», en el que se propuso según sus propias palabras «lograr un testimonio, mostrar un mundo que muchos ignoran o fingen desconocer. Creo que de este modo he contribuido a señalar un problema». No había cumplido los treinta años, y ya se ubicaba en el pelotón de vanguardia del cine argentino.

Había comenzado su carrera cinematográfica como actor, con una aparición como extra en «El ángel de España» (1957). Inmediatamente, Leopoldo Torre Nilsson le ofreció su primera gran oportunidad en «El secuestrador», y lo convirtió en uno de sus intérpretes favoritos. También actuó bajo las órdenes de Ayala, Tinayre, Martínez Suárez, René Mugica y otros. Dedicado a Torre Nilsson, quien impulsó también su vocación de director, «Crónica de un niño solo» fue un esbozo semiautobiográfico sobre la niñez abandonada y la crueldad de las instituciones destinadas a protegerla, narrado con sinceridad y elogiable nivel cinematográfico. Le seguiría «El romance del Aniceto y la Francisca», otra descripción de ambientes populares en la que Favio mostró su talento para retratar un mundo que conoce muy bien. En esos dos primeros filmes, que están entre los más logrados de su carrera, Favio se reveló fundamentalmente como un intuitivo, con un sentido muy particular para retratar los sentimientos y las experiencias de la gente humilde, una sensibilidad para expresarse a través de la cámara y una capacidad para obtener de sus intérpretes una particular convicción. Algunas de esas virtudes se tambalearían en sus filmes siguientes, que crecieron en ambición sin que ese crecimiento se viera acompañado siempre de un afinamiento en la herramienta expresiva. Los toques casi surrealistas de «El dependiente» (una película por trechos estimable) se revelarían sin embargo como una espasmódica búsqueda de la originalidad que ocultaba cierta inseguridad con respecto a qué decir. Sus filmes «Juan Moreira» y «Nazareno Cruz y el lobo» incursionaron en mitos folclóricos argentinos con mucha referencia al cine ajeno, un descontrol de tono y ramalazos de inspiración cinematográfica.

Tras «Soñar, soñar» (un filme realizado al filo mismo del golpe militar de 1976), Favio debió exiliarse y renunciar a una carrera cinematográfica que recién retomaría diecisiete años después con la excelente «Gatica, el mono». Antes de su exilio, Favio se había labrado una fama mucho más visible como cantante popular, y había hecho gala de una clara militancia peronista que le acarrearía problemas. Esa militancia anima «Gatica», una película ambiciosa, excedida y talentosa que puede ser leída al mismo tiempo como una metáfora de la Argentina del primer peronismo y la posterior «revolución libertadora». También su posterior «Perón, sinfonía de un sentimiento», un documental sincero y con una gran calidad cinematográfica.*****FIN*****

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