Santia de Chile, 31 de Marzo 2011. (Radio del Mar por Agustín Lobo). África necesita desgracias grandes para lograr titulares pequeños. Si el ataque de la guerrilla de Sierra Leona -en enero de 1999 contra Freetown; más de 7.000 muertos en tres semanas- no pudo desbancar al vestido manchado de una becaria del presidente Bill Clinton, pocas posibilidades tiene hoy Costa de Marfil, más de cinco meses en el alambre, cientos de muertos y decenas de miles de desplazados.
No han servido de mucho las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU -la última del 30 de marzo- ni el envío de cascos azules (africanos, eso sí) ni los embargos ni las amenazas. Nada sirve cuando no existe una voluntad política creíble de aplicar lo decidido. Son las fake decision, de las que tanto abundan.
El presidente que perdió la segunda vuelta de las elecciones del 28 de noviembre, Laurent Gbagbo, se ha negado a traspasar el poder al ganador reconocido, Alassane Ouattara, y en ese bloqueo se encuentra el país, coqueteando con la guerra civil, si es que no cayó en ella de nuevo. Costa de Marfil se ha visto desplazada informativamente por tres catástrofes simultáneas: el terremoto-tsunami-accidente nuclear de Japón, la guerra civil en Libia y el habitual desinterés occidental hacia África. Hay silencios que podrían ser crímenes de guerra.
El conflicto no es étnico -aunque abundan los elementos que podrían generar uno que afectaría a Liberia y Sierra Leona-. Es un conflicto económico, que en la pobreza también brotan los intereses, a menudo espurios, como los nuestros.
Un tercio de la población es de origen extranjero: proceden de Burkina Faso, Malí, Benín y Ghana. Son los que acudieron en busca de empleo en las plantaciones de cacao, o sus hijos, o sus nietos. Viven en el centro y norte del país y son en su mayoría musulmanes. Todo fue más o menos bien hasta que el segundo presidente tras la independencia, Henri Konan Bédié, se inventó la identidad marfilense, la ivorité. El objetivo era separar a los verdaderos costamarfilenses, cristianos y animistas del sur, de los inmigrantes.
Para conocer más: La verdadera democracia es comer tres veces al día.
Tras la guerra civil y los acuerdos de paz de Ouagadougou, en marzo de 2007, se inició un complejo proceso político que se quebró en noviembre de 2010 con las elecciones presidenciales. Es la consecuencia de entender la democracia como la expresión del voto y no el voto como consecuencia de una democracia.
Ya no hay proceso de paz. Se han reabierto las cicatrices, si es que alguna vez estuvieron cerradas. Gobierne quien gobierne tendrá problemas para pacificar el país. Para alcanzar la paz es necesario invertir en la paz. Occidente, la ONU, las agencias humanitarias y las ONG en general no invierten lo suficiente durante suficiente tiempo. Un ejemplo: el Tribunal Especial de la ONU para Sierra Leona. Los países donantes no donaron. Sin justicia no puede haber paz, solo silencio en espera de otra guerra, de cobrarse la venganza.
Las tropas que le son leales a Gbagbo, las del sur animista y cristiano, han cometido graves delitos contra los seguidores de Ouattara en Abdidyán: escuadrones de la muerte, desapariciones, asesinatos. Ante la inacción de la llamada comunidad internacional, ocupada en los asuntos Libia, las fuerzas rebeldes que apoyan a Ouattara y dominan el norte han decidido avanzar y tomar el poder por la fuerza. Ya han conquistado Yamaoussoukro, la capital política, y dominan San Pedro, el principal puerto del pais, esencial para las exportaciones de cacao. El avance rebelde recuerda al realizado por Frente Patrótico Ruandés en la primavera de 1994 cuando entró en Kigali para poner fin al genocidio tutsi. En Abiyán aún no hay un genocidio, pero sí crímenes contra la humanidad.*****FIN*****.