21 - febrero - 2025

Fukushima: una forma de vivir ha terminado

Por: Omar Perez Santiago
18 de marzo de 2011

Los gerentes de las corporaciones nucleares dicen que las posibilidades de un accidente nuclear en un reactor son bajos, y además la energía atómica da estabilidad energética. Se los concedo. Pero, si el accidente ocurre, si ese pequeño riesgo sucede, las secuelas son catastróficas, apocalípticas. Eso es lo está pasando en Japón hoy en día. Un terremoto provocó un mero corte de electricidad que limitó acarrear agua fría al reactor. «Hay quienes hablan de apocalipsis y la palabra me parece muy apropiada», ha declarado Günther Öttinger, comisario de Energía de la Unión Europea. «Todo está prácticamente fuera de control», agregó.

Los gerentes de la industria nuclear dicen que los muertos directos del desastre de Chernobil en 1986 no fueron tantos. Los comparan con los muertos del terremoto y del tsunami de Japón, que ha dejado hasta ahora alrededor de 12 mil muertos. Aunque el Informe de Greenpeace indica que han muerto  200 mil personas a consecuencias del desastre de Chernóbil. Podemos conceder también que las cifras de Chernóbil sobre los enfermos de cáncer (4.000 dicen algunos) o los niños nacidos con malformaciones, no son confiables. También les concedo eso y más. No se ha invertido mucho en estadísticas de víctimas y se han manipulado para exculpar a la industria nuclear.

Pero hablen de las 350 mil personas que en Chernóbil  fueron abruptamente evacuadas de sus casas, de sus barrios, de sus regiones, para no volver nunca más. Hablen de las condiciones de relocalización en que esas 350 mil personas y más, han vivido durante estos 25 años.

Las familias afectadas por el terremoto y tsunami en Dichato, han tenido que vivir un año entero en un campamento arriba de un cerro, en tristes condiciones postraumáticas después de haberlo perdido todo. Pero imagínense lo que sería tener que huir para siempre. Imagínense que todos los habitantes de Constitución o de Concepción, de forma inmediata, deben ponerse en la larga fila del éxodo en una carretera, para nunca más poder volver, para nunca más poder visitar lo que alguna fue su entorno, el lugar donde nacieron y donde se vivió una parte importante de su historia.

En la actualidad, las consecuencias para Fukushima son definitivamente apocalípticas. Evacuar y dejar abandonadas amplias zonas de su país. 20 kilómetros de exclusión, dicen los japoneses. 60 kilómetros dicen los europeos. 80 kilómetros a la redonda dicen los norteamericanos. Si se hiciera caso a los norteamericanos se tendrían que evacuar 2 millones de personas. (Ver mapa  The New York Times) Los 70 mil habitantes de Minamisoma en la cercanía más inmediata de los reactores, abandonan la ciudad. Vemos a las víctimas por la televisión, miles de japoneses, familias enteras, niños con sus padres y ancianos circulan por las carreteras hacia el sur de Japón alejándose de la potencial nube radiactiva. Dejan atrás la ciudad a la que ya no se pondrá volver por los altos índices de contaminación. Para ellos, la peor catástrofe en la historia. Para ellos una forma moderna de vivir está terminada para siempre. Una forma de vida ha terminado.

Los gerentes de la industria atómica se creen muy listillos cuando afirman que vivir es un riesgo. La electricidad doméstica es también un riesgo si uno mete dos dedos en un enchufe, dicen. Por dios que es cierto eso, si lo sabemos de niños. Pero nadie con sentido de responsabilidad histórica, nadie que ve por televisión la caída de Fukushima, nadie puede comparar la desaparición de un pueblo, con meter el dedo en un enchufe. Posteado por Omar Pérez Santiago

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