Por: Gustavo Duch.
16 de marzo de 2011
En Nalda, La Rioja, una asociación de soñahacedoras estuvieron conversando con los más mayores de la población pues sus huertos desde hacía años permanecían abandonados al mermarse sus fuerzas para el trabajo. Años después, tres mujeres han recuperado algunas de esas huertas que ahora –agroecológicamente- abastecen de alimentos frescos y sanos a unas cien personas de la comarca.
En Rosario, Argentina, son muchas las personas campesinas que se han visto obligadas a malvivir en sus barrios más pobres y degradados, expulsadas por la agroindustria de los monocultivos de soja que, como si fueran una soga, estrangulan la ciudad. A iniciativa de la ciudadanía, la creación de huertos populares en zonas muertas de la ciudad dando vida a un nuevo y nutritivo paisaje, ya se ha convertido en el Programa municipal de Agricultura Urbana.
En Alicante, un colectivo de jóvenes hace ya ocho años compraron las ruinas del antiguo Mas del Potro. Se ríen cuando recuerdan como entre muchos colocaron las grandes vigas de madera que le han vuelto a dar sustento y verticalidad a la casa. El horno de leña –y la pericia aprendida de Jordi, el regente- cuece, sin duda, el mejor pan de la zona.
También en esas costas mediterráneas, en Muro, hay quienes a lo Sherlock Holmes se dedican a localizar viñas descuidadas, muchas veces casi enfermas terminales, síntoma propio de una civilización capitalista de sentidos atrofiados. Después de unas tandas de cariños intensivos ya tenemos uvas autóctonas regalando sabores olvidados. Igual que en Girona, donde hay quienes rescatan olivos milenarios que asoman extraviados entre lo que fueran campos de cultivo, y elaboran aceites para felicidad de los paladares de sus nuevos custodios.
Hay quien se desvela por preservar variedades en peligro de extinción, como las asociaciones del tomate de ‘ramillet’ en las Islas Baleares o los custodios de manzanos para la elaboración de sidra en Bizcaia. Chirri, como le llaman sus amigos, es más atrevido aún y está sembrando sus campos de Lebrija con semillas de un trigo que ni los más mayores recuerdan.
Y podríamos seguir contando de tantos proyectos que se soñaron y se hicieron.
Hay quienes dicen que todo esto sólo es mirar hacia atrás. Otros, que están en el camino, saben que es el futuro.
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Gustavo Duch Guillot
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«Porque contar es otra forma de caminar»