Por el contrario, hemos ido perdiendo los componentes mínimos de una sociedad a lo menos amigable. La solidaridad, la protección mutua, la unidad familiar, la cultura, el derecho a un trabajo estable, la organización entre iguales para apoyarse y buscar mejores condiciones de vida, los sueños. Sin embargo, se han desarrollado con fuerza arrolladora, el individualismo, la soledad, la desprotección, la vulnerabilidad y el miedo.
Todo ello junto a un impresionante desarrollo de la tecnología en todos los ámbitos y de un crecimiento empresarial sin precedentes. Nunca antes empresas chilenas dominaron mercados latinoamericanos, como ocurre con los negocios del retail. Nadie podría haber imaginado que cinco grupos chilenos llegaran a formar parte de los records Forbes de las 500 familias más ricas del mundo. ¡Quien hubiese pensado que la Viña Concha y Toro compraría una viña en California por US$238 millones!
La situación de la mujer chilena también ha cambiado en los últimos 50 años.
El desarrollo del capitalismo agrario, comenzado con la Reforma Agraria de 1964, dio lugar a que la mujer campesina se liberara del derecho a pernada pasando de inquilina a temporera agrícola. El trabajo de las obreras de la manufactura ha sido reemplazado por las importaciones asiáticas y por trabajo individual a destajo en el hogar. El servicio doméstico es más libre, gran parte concentrado en empresas de aseo, y han aparecido una serie de trabajos temporales, desde la venta de ropa usada en ferias callejeras al teletrabajo.
Pese a las duras condiciones de trabajo, la mujer prefiere estas nuevas formas de organización laboral por el acceso a ingresos propios y a libertad. Ello, junto a la presencia incalculable de las múltiples tarjetas de crédito entregadas a sola firma, ha llevado a un número importante de mujeres de sectores populares a liberarse del marido proveedor. Como contrapartida, se ha intensificado la irresponsabilidad masculina, el embarazo adolescente y el surgimiento de un nuevo tipo de familia extendida. Un grupo familiar cada vez más generalizado, es el conformado por una Jefa de Hogar sola, con un número importante de hijos de distintas “parejas”, que puede incluir nietos de las hijas mayores también con “parejas” ausentes. La liberación sexual femenina también ha impulsado que estas Jefas de Hogar disfruten de su libertad, en lo que se ha dado en llamar el “carrete” y también en el juego en las máquinas tragamonedas que se multiplican en los barrios populares.
En suma, actualmente en Chile, la mujer es más libre, pero tiene un bajo nivel de participación formal asalariada, especialmente en los sectores populares donde predomina el trabajo precario, individual, sin protección y sin pertenencia a ningún tipo de organización.
En esta situación, es complementario un post natal de seis meses. Las exigencias de los procesos productivos obligarán a los empresarios a profundizar la prescindibilidad del trabajo femenino de baja calificación con lo que se legitima el trabajo precario y se profundiza la estrategia neoliberal de entregar bonos en dinero a los más pobres para impedir que presionen por protección estatal o un lugar en el sistema productivo. Que las mujeres opten por no buscar trabajo también alivia los indicadores de desempleo.
Pero la justificación del post natal de seis meses es correcta, aunque no es primera vez en la historia que el discurso oficial utiliza valores inmanentes femeninos para satisfacer necesidades del sistema. Cuando se necesita mano de obra barata con poca fuerza sindical se llama a las mujeres al trabajo, cuando ésta no se necesita se rinde culto a la maternidad.
En las grandes guerras se llamó a las mujeres a sostener la producción. Al término de éstas, los hombres retomaron sus puestos de trabajo y se valoró el rol de la mujer como madre. Mijail Gorbachov, en pleno proceso rectificador post stalinista al impulsar el ajuste económico, opinaba sobre las mujeres soviéticas: “Al ocuparse de investigaciones científicas, obras de construcción, producción y servicios, o aún actividades creativas, a las mujeres no les queda suficiente tiempo para realizar sus tareas diarias en el hogar (…). Por tal motivo, hemos desarrollado acalorados debates sobre lo que deberíamos hacer para que puedan volver a dedicarse a su misión puramente femenina.”
En los años 60, cuando se necesitaba mujeres consumiendo y trabajando para desarrollar la industria, la Alianza para el Progreso en A. L. las traslada del campo a las ciudades. Para ello también se hacen campañas contra la lactancia materna, favoreciendo de paso a la Nestlé en sus ventas de sucedáneos .
Al mismo tiempo, como el malthussianismo pronosticaba el aumento incontrolable de la población, se impulsa el uso de la píldora anticonceptiva con el activo apoyo de la Iglesia Católica. La misma Iglesia que en los años 90, preocupada por la baja natalidad europea, comenzara su cruzada contra los métodos anticonceptivos en general.
Chile, en su rol de exportador de recursos naturales producidos con alta tecnología, necesita mano de obra femenina barata, temporal y de baja calificación sólo en servicios y agroindustria y, al mismo tiempo, necesita continuar aligerando el Estado. Para eso necesita a las mujeres en sus casas. Sale más barato entregar bonos para que la mujer atienda en casa a sus hijos, ancianos y discapacitados a que se multipliquen las salas cunas, los hogares y los hospitales estatales.
Como decía Gorbachov las mujeres en Chile deben dedicarse a su misión: la maternidad y las labores del hogar.