Santiago de Chile, 2 de Marzo 2011. (Radio del Mar. Fuente: Diario Clarín, Argentina). Un jugador que nunca estuvo fuera de este tablero se mueve ahora con fuerza ante la noción de que el descontrol en Libia puede alcanzar proporciones mucho más imprevisibles. La iniciativa de EE.UU. y Europa de impulsar una intervención armada de la OTAN en bases humanitarias en el país del Magreb está acelerada por el espanto en Occidente de que aquí estalle una guerra civil.
El impulso para intentar parar un conflicto de esa envergadura es porque dispararía a nuevos niveles el precio del petróleo –que ya ha subido entre 9% y 15,5% , según sea el Brent o el WTI– en las dos semanas que lleva esta crisis. Pero el principal riesgo es que ese enfrentamiento podría inflamar aún más Oriente Medio y el Norte de África , desestabilizando a aliados centrales de Occidente como Arabia Saudita y creando un vacío de poder global sin precedentes en una región de enorme valor estratégico.
En términos teóricos, esa guerra civil se daría entre las fuerzas leales al régimen acantonadas en Trípoli pero que tienen aún un enorme poder de fuego, y el resto del país en manos de los revolucionarios con su capital en esta ciudad. El lunes, Kadafi alimentó ese espectro, mostrando que aún controla parte de su Fuerza Aérea que bombardeó en cercanías de esta ciudad de Bengazi y moviendo sus efectivos hasta 200 kilómetros de la capital. Es por eso que se redoblan ahora las voces, bastante ausentes antes, para que el déspota abandone el poder. Pero Kadafi sabe que si la OTAN interviene –como según el diario británico The Guardian ya le advirtió telefónicamente el ex premier Tony Blair– eso encenderá el fervor nacionalista árabe que puede ser su última carta para retener el poder. Por eso aún resiste. Y por eso mismo los rebeldes están claramente en contra de esa iniciativa armada occidental. “No serán bienvenidos”, aseguró el ex ministro de Interior del régimen, pasado a la oposición, Abdel Fattah Yonnes.
Detrás de todo este tinglado lo que anida es la más que ambigua relación que EE.UU. y Europa han venido sosteniendo con esta dictadura debido a que el país genera 2% del petróleo mundial como mayor productor de África y es el principal proveedor de Europa.
Aun pese al carácter criminal del régimen que lideró 42 años exterminando cualquier forma de legalidad, hace apenas cuatro meses, en noviembre, el Fondo Monetario Internacional había emitido un comunicado que ensalzó los logros pro mercado del modelo libio. El organismo destacó especialmente “los esfuerzos de Kadafi para modernizar y diversificar la economía” y “para consolidar el rol del sector privado”.
Eso explicaría que en el inicio de la crisis en Libia hubiera reacciones módicas en Occidente, en particular de Roma, el principal aliado de Tripoli, en la sospecha de que este régimen ultraverticalizado podría controlar rápidamente a los rebeldes.
Se trató del mismo fallido que la Casa Blanca exhibió sobre la estabilidad que supuso del dictador Hosni Mubarak en Egipto. Al igual que en ese país, la realidad mostró pronto que la rebelión tenía bases más firmes y se afincaba en la misma demanda de salida republicana y democrática que incendia a toda el área, como sucedió hace dos décadas con el Este europeo.
La descomposición del régimen y de las fuerzas armadas, que en forma masiva se fueron pasando al bando opositor, y el trasfondo de una masacre de civiles pocas veces vista, obligó a girar la brújula en Estados Unidos y Europa.
Kadafi ya no era salvable como sí lo fue en 2008 , cuando se levantaron todas las sanciones que regían contra el régimen, considerado hasta entonces como otro engendro terrorista.
Nada indica con certeza que pueda producirse la temida guerra civil. Pero la intervención está pensada sobre la base de “responsability to protect”, la fórmula creada en las Naciones Unidas para justificar este tipo de acciones con el argumento de la protección de comunidades amenazadas. Así como antes, sin embargo, el interés parece ir a un horizonte más amplio del proclamado. Por un lado, una reafirmación del poder de intervención occidental en una zona que considera de interés inmediato para su estrategia; y en un segundo plano no muy lejano, incidir en la formulación del futuro de Libia para que se garantice hacia adelante los mismos beneficios que el Fondo elogió tan cálidamente de Kadafi.*****FIN*****