Santiago de Chile, 3 de Marzo 2011. (Radio del Mar). Las imágenes transmitidas por la televisión chilena de la visita oficial que el Presidente Sebastián Piñera realizó al Papa Benedicto XVI, Jefe del Estado Vaticano y líder del catolicismo, deben haber herido la sensibilidad de muchas chilenas y chilenos, independiente de la fe que puedan profesar.
Cuando se tiene tan arraigado un sentimiento de dignidad nacional como el chileno y que atraviesa todos los estratos sociales de Arica a Magallanes, no deja de sorprender y considerar una falta de criterio de su Presidente que en una actividad oficial, hinque su rodilla y bese la mano de otro Jefe de Estado, en un acto de sumisión y obediencia.
Cuando se es Presidente de una nación, se es también el Presidente de todos los ciudadanos y ciudadanas, independiente de su credo religioso, color, opción política, origen social o cualquier cosa que pueda diferenciarlo del resto y es en nombre de todas y todos que se actúa en el ejercicio de la función y hoy el Jefe del Estado hizo ver como si todas y todos obedecieran y se sometieran a ese líder espiritual, como él lo hizo y eso no es así.
Pero no ha sido la única contradicción de este viaje, pues Piñera en un acto de oportunismo extremo se ha querido distanciar en forma apresurada de Silvio Berlusconi Presidente del Consejo de Ministros de Italia, su íntimo y admirado amigo hasta hace pocos días, hoy acusado de prostitución infantil y malversación de fondos.
Aunque en forma paralela y pensando seguramente que eso lo puede ayudar para evitar un mayor deterioro de su imagen a nivel nacional, no ha dejado de hacer esfuerzos y entregar señales de acercamiento con el Vaticano y su jerarquía, la misma que ha sido acusada en todo el mundo y sancionada por cierto, por proteger y ocultar la pedofilia de sus miembros. El mismo Estado con una larga historia que muchos quieren olvidar, como su silencio durante el Holocausto, la bendición por Pio XII de las armas del ejército nazi, del lavado de dinero del Banco Vaticano, de la muerte nunca investigada ni aclarada de Juan Pablo I, de su odiosa discriminación a mujeres, homosexuales, gente de color, divorciados, separados e hijos naturales, de su falta de prensa libre e independiente que tanto se critica en otros países, de su falta de democracia, de la inexistencia de un parlamento libremente elegido y una forma totalmente autoritaria, dogmática y antidemocrática de gobierno.
Nada de esto importa, pues el Presidente que siempre es el mejor alumno, hoy se transformó en el más católico, el más obediente y el más sumiso, de un gobernante extranjero, pero no puede pretender que en esta oportunidad, el pueblo de Chile lo acompañe, aunque mañana Hinzpeter diga que son unas antipatriotas los que no lo hacen.*****FIN*****