Por Carolina Arias
Seis con cincuenta y nueve minutos de la tarde. La cita es a las siete. Al verme atrasada apuro el paso al salir de la estación Quinta Normal, y la gente que espera sus buses del transantiago me anuncian que el día se comienza a terminar, y las calles muy pronto estarán vacías. Entro a la sala de la Biblioteca de Santiago y el documental comienza. Me siento en una butaca y todo, de una forma u otra, se reinicia.
Debo reconocer que conocía muy poco de Mauricio Redolés y en realidad no sé por qué, tratándose de un hombre que lleva en su historia de vida, la historia de un país. Con tan solo unas cinco personas más, el documental fue capaz – y Redolés en su máxima expresión- de llenar estas tristes butacas vacías.
Redo está inmerso en la vida cotidiana de un artista que no tiene frenos para mostrarse como un amante de su música, importándole la calidad de sus conciertos para entregar lo mejor a su público incondicional, y a quienes con honestidad confiesa quererlos como amigos. El hombre que estando fuera de su país tras el exilio, fue capaz de aferrarse a los recuerdos en tierra lejana, y convertirlos en poemas, en canciones que contienen su raíz, y decide transmitirlos desde lo más profundo de su ser. Su arte va de frente con la vida, en ocasiones con una honestidad brutal, llena de críticas a un sistema que dentro de sus palabras, parece no haber evolucionado ni cambiado desde los tiempos de dictadura.
Sus poemas hablan de dolores, de amores y relaciones llenas de chilenismo puro y situaciones que más de alguien ha vivido; todo con su clásico estilo irreverente, pintoresco y poco convencional. Un hombre que su posición política y su mirada ante la vida armaron, construyeron y crearon todo su arte, el cual hasta hoy defiende con garras a través de sus letras, que no son más que la representación de su lucha por la justicia de una vida mejor.
Parker y Flores, directores del documental ganador del FEDOCHI, guían al espectador por este viaje que no pretende ser biográfico. Muestran al exponente de la música underground mantener su vigencia, alimentando a un público que se siente representado y cercano sobre todo, al lenguaje popular que Redolés maestramente domina.
En los minutos finales del documental, Mauricio Redolés recita a la cámara su poema No Importa, colmando el ambiente de una intimidad cordial: “No importa, si yo la quiero y usté me quiere / no importa, escuchemos… la mitad de la humanidad que sangra una vez al mes por toda la humanidad / no importa, avivemos la cueca punk / no importa oh!!! Escribamos poemas llenos de groserías / y metámonos el espíritu al bolsillo perro, / no importa oh!!!» La sala se vuelve silenciosa, melancólica y llena de satisfacción. La cita con Redo fue perfecta.