16 - septiembre - 2024

Desenmarañando los conflicos de Hidroaysén

Por: Nicolo Gligo V.
18 de mayo de 2011

Director
Centro de Análisis de Políticas Públicas
INAP-Universidad de Chile
En el debate sobre HidroAysén es necesario aclarar, en primer lugar,   la con frecuencia intencional confusión que se hace entre la necesidad de suplir la demanda energética y la construcción de las represas en los ríos Baker y Pascua. Lo que frecuentemente se argumenta para apoyar el proyecto, es que el crecimiento aproximadamente del  6% del PIB anual debería traducirse en una demanda del orden de 14000 MW al 2030. Para suplir esta  demanda  el aporte del proyecto sería fundamental, ya que los proyectos en carpeta suplirían sólo el 30%. Además se recurre al argumento de que con este aporte bajaría el precio de la energía que pagan los consumidores, afirmación lo que es imposible de prever por la forma como se fija el precio y por la estructura de los factores que intervienen.  La sustentación de la  proyección de la demanda energética es abiertamente simplista y equivocada, ya que no considera el desacoplamiento que ya ha empezado a presentarse  en forma creciente entre la demanda de energía y el PIB. Este desacoplamiento es previsible que se intensifique en función de la implementación de políticas de ahorro energético, de cambios tecnológicos en la minería, (la gran demandante de energía), de las proyecciones de abaratamiento de las fuentes de energías renovables no convencionales, y de otros cambios estructurales de la economía nacional.

En segundo lugar, debemos analizar HidroAysén en el contexto de lo que significa su aporte a una matriz que tiene numerosos proyectos en carpeta, tanto termoeléctricos, hidroeléctricos y de energías renovables no convencionales. Es necesario desenmascara los falsos dilema, como “o  HidroAysén  o desabastecimiento”. En consecuencia, si partimos de la base que este dilema es falso y que HidroAysén podría ser importante pero no  crucial  ni a corto ni a mediano plazo en la matriz energética, debemos convenir que la discusión país sobre su existencia habría que hacerla en función de los beneficios y costos sociales que este proyecto implicaría. Desafortunadamente, como país hemos tenido una actitud pasiva frente a diversos emprendimientos e inversiones que ponen en peligro los recursos naturales. Son las empresas, muchas veces extranjeras, como en el cado de HidroAysén,  las que toman la iniciativa en un rubro dado, definiendo entre otros objetivos, volúmenes producidos,  tecnología utilizada,  manejo ambiental, y  ubicación de la inversión. Obviamente, todas estas decisiones se hacen sobre la base de cálculos de su rentabilidad privada. El gobierno toma palco, la mayoría de las veces aplaudiendo y apoyando  el probable incremento productivo y la generación de empleo. Fallamos en la elaboración de estrategias donde se defina, en especial para las regiones extremas,  las prioridades de desarrollos sectoriales, y sobre todo, el ordenamiento territorial en función de la vocación de los distintos ecosistemas.

En tercer lugar, definitivamente es necesario introducir la discusión sobre las evaluaciones del valor de un proyecto vis a vis el valor de un territorio un ecosistema. Previo a aplicar algún sistema de valorización, debemos analizar cuestiones éticas que obligan en muchas ocasiones a definir la permanencia de un territorio. Deberíamos enriquecer los análisis privilegiando valores de existencia, objetivo fundamental en territorios como Aysén. Una vez adoptadas estas definiciones, recién allí podríamos, si se estima conveniente, aplicar algún método de evaluación social. Con relación al proyecto aludido, no se ha planteado, ni cuestiones ética, ni valores de existencia, ni cálculos sociales. Se ha aplicado métodos de evaluación económica de mercado donde el mercado sencillamente no funciona.  

En cuarto lugar, descartado el rol salvador asignado en la propaganda a este proyecto,  debemos asumir que no hubo ni está habiendo una discusión profunda sobre las opciones de desarrollo de la Patagonia. Habría que preguntarse si es compatible la construcción de represas hidroeléctricas con el desarrollo del turismo. Para algunas lo es, pero para una mayoría significativa no. En un análisis realista se llega a la conclusión que se debiera privilegiar el desarrollo turístico. El aporte de HidroAysén a la generación de energía, en la medida que la demanda vaya creciendo, va a tener cada vez menos peso relativo. Por otro lado, la importancia del turismo, sobre todo del turismo de intereses especiales, va a se cada vez mayor. En otras palabras, la importancia relativa en términos energéticos, de HidroAysén será progresivamente menor mientras que el turismo se irá expandiendo y será cada vez más importante en el desarrollo regional. Para el fomento turístico  la región tiene que venderse tanto dentro del país como en el extranjero, como una de las áreas del planeta donde se  pueda gozar de un paisaje exclusivo y poco intervenido, lo que presupone no aceptar el alto costo ambiental que tendría el proyecto aludido. Si así se analizara, HidroAysén no debía haber sido puesto en la carpeta de los proyectos de interés para el país, ni tendría en consecuencia, que haberse presentado su evaluación de impacto ambiental.

En quinto lugar, es fundamental aclarar el tema de la evaluación de impacto ambiental (EIA).  Muchas ONG’s ambientalistas, al carecer el país de políticas públicas explícitas y definidas en torno al ordenamiento territorial, centraron todas sus baterías contra la EIA del proyecto, a sabiendas que, por los déficit de la investigación existente, el proyecto iba a ser definitivamente aprobado. Da la impresión que la táctica utilizada fue, por una parte, mostrar los errores de esta EIA y paralelamente sensibilizar a la ciudadanía sobre el tema. El tiempo les ha dado la razón, pues lograron ambos objetivos.

En sexto lugar, impresiona ver las carencias de la ley de medio ambiente al permitir fraccionar el proyecto en dos: por una parte, las represas, y por otra, la línea de trasmisión. Es tal el absurdo que basta preguntarse si se aceptaría presentar una EIA de las líneas de trasmisión sin que hubiera centrales por construir. A ello hay que sumar toda la discusión sobre el déficit que hay en este país en torno a la propiedad de los derechos de agua que permiten, como en el caso que nos ocupa, concentrar prácticamente todos los derechos de los ríos Baker y Pascua en manos de las empresas que conforman HidroAysén

En séptimo lugar, en la EIA es fundamental dilucidar toda la discusión sobre el real impacto ambiental. Ha sido tal la forma desmedida y poco afortunada de defensores del proyecto que se ha llegado al absurdo de comparar la superficie inundable con la superficie necesaria para instalar los proyectos de aerogeneradores que actualmente hay en carpeta, afirmándose que éstos cubre una superficie mucho más grande que la ocupada por los embalses de HidroAysén.. Y lo que es más grave, se usa este falaz argumento en la prensa nacional. Es obvio que el impacto ambiental de una represa (desforestación, afectación de la flora y fauna, cambios micro climáticos etc.),   no sólo tiene que ver con el vaso inundado, sino también con el cambio sustancial del ecosistema-cuenca, en particular la modificación de caudales y de  comportamientos hídricos, alteración de la flora y fauna, afectación de la vida marina de la desembocadura de los ríos por cambios de los sedimentos, etc.  Tampoco se puede aceptar el argumento simplistas de comparar la superficie a inundar con la superficie del país o de la región metropolitana. El valor de un territorio no depende de la superficie sino del valor intrínseco que tiene. A nadie se le ocurriría convertir las Torres del Paine en una cantera por el sólo hecho de representar un porcentaje ínfimo de la superficie nacional.

Por último, la problemática de HidroAysén ya no es la suma del problema energético, del impacto de los embalse, del conflicto generado por la línea de trasmisión, de las probables fluctuaciones de los precios, del monopolio de los derechos de aguas, de los aportes a la matriz energética. La oposición a HidroAysén se ha convertido en un grito desgarrador de una ciudadanía que quiere que sus suelos, sus aguas, sus bosques, sus paisajes, sus faunas, sean sus hábitats, configuren sus formas de relacionarse con el entorno y sirvan para construir sus mundos. En pro de un probable crecimiento económico que saben que les llegará muy poco o nada, los que se oponen a HidroAysén no quieren sacrificar lo que constituye la identidad natural de sus territorios. Para la opinión pública la lucha contra  HidroAysen  resume las luchas por la conservación de los humedales, de los bosques, de las sabanas, de las praderas, de la vida de los animales, de los ventisqueros, de nuestras ríos, lagunas, fiordos, bahías. A esta lucha se han sumado la gran mayoría de los ciudadanos del país, sean éstos aiseninos, patagónicos, del sur, del centro o del desierto; sean éstos pobladores de pueblos, de ciudades, de metrópolis; sean conocedores de esos paisajes en peligros o simples personajes urbanos que saben de ellos por la televisión. Ya no es oponerse a un proyecto; es oponerse a una forma de encarar el desarrollo, una manera cortoplacista, economicista, que usa como vara la rentabilidad de corto plazo de las inversiones y desecha el bienestar derivado de la creación de un medio ambiente adecuado para la vida. La lucha contra  HidroAysén además, sintetiza las luchas contra todas las macro agresiones hacia la naturaleza, como  Mehuín, Choros Bajos, Isla Riesco etc. Así debe ser consideradas por el estamento político las manifestaciones habidas y por venir.

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