Por M. Mena, dir. Centro Investigación para la Sustentabilidad Unab y P. Rivera, ex dir. de Estudios, DGA
10 de mayo de 2011
Publicado en Diario La Tercera
Compartir COMO ERA de esperarse, se aprobó HidroAysén. Fue una aprobación limpia, sin observaciones de fondo y con una que otra condición insignificante que será exigida para que el proyecto se pueda ejecutar. Con esto, el gobierno nos asegura que la iniciativa fue aprobada con condiciones, pues la evaluación ambiental realizada fue muy seria, mientras que la empresa dirá que se cumplirán todas las condiciones impuestas por las autoridades.
Pero la aprobación estará plagada de cuestionamientos de fondo. Desde la posición de HidroAysén, haber resuelto 2.700 observaciones en el proceso, para llegar a esta instancia con un 99% menos de restricciones, habla de un proyecto que ha mejorado sustancialmente y que ha dado todas las garantías en término de sus impactos ambientales. Desde otro punto de vista, si se le formularon inicialmente 2.700 observaciones, algo nunca antes visto en el proceso de evaluación ambiental, se entiende que se trata de un mal proyecto (¡qué buen proyecto puede ser tan objetado!). Por lo tanto, debió haber sido rechazado de plano, como muchos servicios públicos lo sugirieron en su oportunidad.
Pero los hechos apuntan hacia una posición muy clara: es imposible que se hayan resuelto una serie de observaciones que apuntan a las fundaciones de HidroAysén, cuando este proyecto, en lo central, no se ha modificado en nada relevante desde que se inició su evaluación ambiental. No es posible que HidroAysén haya cambiado tanto como para superar las 2.700 observaciones y que, a la vez, el proyecto prácticamente sea el mismo.
La «operación» de HidroAysén transformará el Baker y Pascua en ríos que van y vienen: en la mañana pueden llevar tanto caudal como el que más y en la noche tan poco como el que menos. Esa sola característica echa por la borda la explicación de que este es un proyecto tan benigno como una central de pasada. Finalmente, la Dirección General de Aguas (DGA), que había sido enfática en observar la operación de los ríos, dio por superadas las observaciones al respecto sin que HidroAysén haya cambiado en nada este aspecto, y ni siquiera haya evaluado los impactos de la operación de los ríos. Así, el gobierno da por aceptada la más brutal de las alteraciones de un río que se haya hecho jamás en Chile.
Son muchas las desprolijidades en la evaluación de este proyecto. Los gobiernos y el Congreso han actuado de una forma que da para sospechar. El Ejecutivo de la Presidenta Bachelet será responsable de no haber rechazado de plano un proyecto que se prestaba para eso por la cantidad de observaciones que tuvo; la administración del Presidente Piñera será responsable de haber ajustado por oficio todo para que HidroAysén se pueda ejecutar, desde las observaciones de la evaluación ambiental hasta los criterios para otorgar derechos de agua, recientemente cambiados por la DGA para hacer un traje a la medida a la represa; y el Congreso será responsable de haber permitido esto a vista y paciencia de los ciudadanos.
Nuestra institucionalidad fue usada para blanquear una decisión tomada en el más alto nivel político.