24 - noviembre - 2024

El presbítero "Karadura"

Por: Rafael Gumucio Rivas
27 de junio de 2011

Fernando Karadima es como el cura Marcial Maciel chileno. La jerarquía eclesiástica, que no tiene nada que ver con Jesucristo, ni con el Pueblo de Dios, de Juan XXIII, después de proteger a estos pedófilos, en razón de preservar la buena fama de la iglesia, termina identificándolos a Maciel y Karadima con el demonio, una forma muy hábil para que no se descubra la trama de traiciones y sinvergüenzuras de un sector del catolicismo que se identifica con la ultraderecha fascista y que, además de regocijarse manoseando infantiles y juveniles genitales, protege a criminales que asesinaron, en el caso de Chile, al general en jefe del Ejército, René Schneider.
El libro Karadima el señor de los infiernos, de María Olivia Monckeberg, una brillante investigación periodística, destapa todos los abusos de la mafia de la Pía Unión del Sagrado Corazón. Karadima, además de pedófilo y de un ser extremadamente erotizado en el abuso de jovencitos aristocráticos, rubios y de ojos azules implanta, en la llamada Iglesia Colorada, del Bosque, una verdadera dictadura, que no se conforma con el dominio de los cuerpos, sino que también – y sobretodo – se apodera de las conciencias de su cofradía de jóvenes “elegidos”.
De no mediar el valor de James Hamilton es muy posible que esta repugnante mafia, dirigida por Fernando Karadima, jamás hubiera sido conocida por la opinión pública y, especialmente la lerda iglesia no hubiera reaccionado nunca. Hasta ese entonces, el presbítero Karapalo de méritos como haber sido discípulo del padre Alberto Hurtado y un verdadero reproductor de vocaciones sacerdotales. Considérese que la Pía Unión Sacerdotal ha producido tres obispos, un vicario castrense – una especie de cura que sirve para justificar a los torturadores en nombre de Jesucristo – y varios párrocos, destinados a barrios de ricos.
Karadima no es un aristócrata, pero es el rey de los arribistas, que han hecho carrera relacionándose con empresarios, como los Matte – que los chilenos ignoran que sus antecesores vendían tocuyo – los Izquierdo Meneses – que cortaban penes de los indios onas, de Magallanes- y de los Bulnes, todas familias pinochetistas y anteriormente, Patria y Libertad – al menos Juan Luis Bulnes fue escondido por el padre Karadima cuando era perseguido por la justicia por el asesinato del general Schneider.
La justicia chilena es clasista hasta los tuétanos: castiga con fuerza al padre Tato, pero es muy benévola con el presbítero Karapalo; lo mismo ocurre con cardenales, que hoy día, algunos de ellos, se dedican a aullar y a resoplar delante de miles de teleespectadores, que no logran asimilar tan sorpresiva estupidez. En especial, me produce asco la actuación de monseñor Ángelo Sodano, otrora Nuncio en Chile, un servidor de la dictadura de Pinochet, que se lavó las manos antes los atropellos de los derechos humanos en Chile- según el libre de María Olivia Mönckeberg, tenía una sala especial donde conferenciaba con Karadima para acusar a los curas progresistas -.
Afortunadamente, no toda la iglesia es tan repugnante como la pedófila fascista: hay sacerdotes de enorme valor, como el padre Percival Cowley el padre Baeza, El padre Prech Bañados, el padre josè Aldunate, el cardenal Silva Henríquez, y otros tantos, que merecen nuestro respeto y reconocimiento. Hay curas dedicados a los pobres y otros demasiado mundanos, hasta el punto de ser capellanes de “vacas gordas”, o de directores espirituales de jóvenes “bien”, para dominarlos a su amaño.
Como siempre, hay una jerarquía sirviente del fascismo y otra profética. Una teología de la dominación y del castigo y la otra de la liberación.
Rafael Luis Gumucio Rivas
27/06/2011

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