Santiago de Chile, 11 de Junio 2011. (Fuente: Agencias). Perú tiene, según los analistas de la calificadora Moody’s, el potencial de crecimiento económico más alto de toda la región. La gestión del presidente Alan García que está por culminar deja como saldo una economía pujante, saneada y ordenada. Casi sin inflación; con cuentas fiscales y comerciales equilibradas; y con la tasa de endeudamiento externo -en términos del PBI- más baja de la región. No es poco.
No obstante, inmediatamente después de conocido el triunfo electoral de Ollanta Humala, los mercados peruanos reaccionaron con intranquilidad. Tanto la Bolsa de Valores como el mercado cambiario se llenaron de fragilidad. Quizás porque aún no existía certeza acerca de cual de los cuatro diferentes mensajes socio-económicos emitidos por Humala a lo largo de la reciente campaña electoral será el que finalmente prevalezca. Esto es, si la moderación de la llamada «hoja de ruta» -su postura final- reemplazará a las reivindicaciones radicales de sus primeras propuestas.
Ante ello, Humala actuó con rapidez, prudencia y serenidad, ratificando las señales de la «hoja de ruta», incluso ante los directivos de las dos centrales empresariales: Confiep y la Sociedad Nacional de Industrias. Esto tranquilizó las aguas. Su portavoz económico, Kart Borneo, confirmó que la ortodoxia en lo que hace al manejo de la macroeconomía se mantendrá; que la política fiscal seguirá siendo responsable; que se respetará la autonomía del Banco Central; y que se continuará tratando de atraer a la inversión. Anuncios todos que están lejos de alimentar los temores al «salto al vacío».
Humala, de gira por la región, al llegar a Brasil -su primer destino- reiteró que intentará seguir el modelo brasileño. Lo que sugiere que buscará parecerse más a Lula, Bachelet, o Mujica, que a Hugo Chávez, militando en la izquierda moderada. Como si esto fuera poco, los nombres que se mencionan para ocupar las principales posiciones de su gobierno en el capítulo económico incluyen los de conocidos actores de la gestión pasada de Alejandro Toledo (2001-2006), a los que se tiene por confiables. No obstante, se espera ciertamente mayor acento en lo social. Pero ordenadamente; esto es sin tirar por la borda los logros, ni arriesgar caer en un déficit descontrolado como ocurriera alguna vez en el pasado. Respetando entonces a la gallina de los huevos de oro, aunque con algún mayor grado de exigencia.
Como consecuencia de los dichos de Humala, las agencias calificadoras no emitieron señales preocupantes. Los mercados volvieron a la calma. Y las principales empresas del sector minero -a las que Humala parece apuntar para generar los ingresos con los que atender mejor las necesidades de los más postergados- ratificaron sus actuales compromisos de inversión y su voluntad de llegar a acuerdos, lo que es clave desde que Perú -con una larga tradición minera- es hoy el primer exportador del mundo de plata, el segundo de cobre y el quinto de oro. Una potencia minera, entonces. No hay clima de fuga de capitales. Volvió entonces la calma a los mercados. No por casualidad, sino por las señales concretas emitidas por el presidente electo y sus colaboradores, que están lejos de ser intranquilizadoras.
No puede olvidarse que la economía peruana creció durante casi cien meses seguidos, desde el 2002. Desde el 2007 al 2009 con tasas realmente espectaculares, del 9 y 10 por ciento.
Las cifras confirman que Perú ha sido el país que más creció en nuestra región durante la primera década del siglo XXI. Pero, curiosamente, los presidentes Alejandro Toledo y Alan García han estado entre los menos populares de América Latina. No han podido modificar la sensación de insatisfacción de, por lo menos, un tercio de la población de su país que parece no recibir, ni sentir, los beneficios del crecimiento.
Esto ha sido investigado por el Banco Interamericano de Desarrollo y bautizado como «la paradoja del crecimiento infeliz», cuya razón estaría en el fuerte aumento de las expectativas que genera el crecimiento acelerado y en que, en ese ambiente, la satisfacción de los individuos depende no solo de su propio nivel de ingresos sino también del ingreso de los demás dentro de su grupo de referencia. En función de esa «paradoja», en un ambiente de éxito alentar excesivamente las expectativas puede generar frustración, nos dicen.
Lo cierto es que pese al buen ritmo del crecimiento económico, una parte significativa de la población peruana parece seguir cifrando sus esperanzas fundamentalmente en la acción de un estado paternalista. Si la atención de ese reclamo se canaliza con prudencia y equilibrio, la exitosa máquina de crecer que Perú ha puesto en marcha no debería detenerse. Y se verá cuan cierto es aquello de que «en mar tranquila todos somos buenos pilotos».*****FIN*****