02 - octubre - 2024

Después de dos décadas de su creación, en el Mercosur todavía hay problemas que dificultan los objetivos iniciales

Por: Revista Debate
04 de julio de 2011

La pasada semana se desarrolló en la ciudad de Luque, Paraguay, una nueva cumbre de los jefes de Estado del Mercado Común del Sur (Mercosur). Además de los representantes de los cuatro Estados parte (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), estuvieron presentes delegaciones de cuatro países asociados (Bolivia, Chile, Ecuador y Venezuela). En forma previa, como en otras ocasiones, se reunieron los integrantes del Consejo (CMC) y del órgano técnico ejecutivo para fijar una agenda poco sustanciosa relativa a temas económicos y aduaneros.

La historia del Mercosur registra dos hitos fundacionales: el Tratado de Asunción, firmado hace veinte años, y el Protocolo de Ouro Preto, de 1994, que fijó la estructura institucional y jurídica. Desde entonces se suscribieron otros acuerdos de importancia referidos a la solución de controversias, la defensa de la competencia, el sistema de pagos en monedas locales y la creación de un fondo para promover las economías y regiones de menor desarrollo. También, en el plano político, es dable destacar la declaración del bloque como zona democrática y de paz, la libre residencia para sus ciudadanos y los primeros intentos para constituir un Parlamento representativo y autónomo.

El comercio interno del bloque se multiplicó por diez en estos años, de cinco mil millones de dólares a cincuenta mil, y se concretaron acuerdos comerciales con otras naciones y bloques, como India, Sudáfrica y la Comunidad Andina. Asimismo, se fortalecieron los lazos sociales, culturales y empresariales entre nuestros países, y sobre todas las cosas, fue posible coordinar las acciones y, por consiguiente, incrementar la gravitación del conjunto en el dinámico y complejo escenario mundial.
Sin embargo, y a pesar de las dos décadas transcurridas, todavía se constata una serie de problemas que dificultan el cumplimiento de los objetivos originales y las perspectivas de avanzar en una mayor integración.

En particular, cabe señalar las vinculadas a la libre circulación de bienes, al arancel externo común, a las desigualdades productivas entre los países miembros y a la incorporación de las normas comunitarias a las legislaciones nacionales. Es cierto que a lo largo de este tiempo se produjeron distintos descalabros económicos que obligaron a los gobiernos a introducir medidas defensivas, mediante un conjunto de barreras arancelarias y no arancelarias, como límites a la entrada de mercancías, impuestos y requisitos diferentes de sanidad y seguridad en los productos. Pero no es menos cierto que, más allá de las tensiones específicas, poco y nada se ha hecho después de cada crisis para completar, por ejemplo, la zona de libre comercio y permitir su adecuado funcionamiento o terminar con la ambigüedad en los niveles de protección.

Otro tanto ocurre con la dificultad para incorporar las normas comunes a las legislaciones nacionales. Apenas el cincuenta por ciento de las normas del bloque está en vigor. Es verdad que el Mercosur mantiene la impronta de una modalidad intergubernamental. Es decir, los socios retienen la plenitud de las decisiones y el interés comunitario, de acuerdo al Tratado de Ouro Preto, queda subordinado al interés particular que establece cada poder ejecutivo. Pero diversos estudios han revelado que esta poca efectividad en la incorporación normativa no sólo se debe a la omisión o negligencia de los Estados parte sino también a la falta de una tipología para las normas que elaboran los órganos responsables.

El mundo ha cambiado mucho y rápido en estos veinte años. Presenta tantas oportunidades como desafíos. La enorme demanda de las economías asiáticas y, al mismo tiempo, los riesgos, por ejemplo, de realzar sólo y exclusivamente los recursos naturales y los bienes primarios. El Mercosur, en este contexto, tiene un largo camino por delante. Es necesario avanzar en la integración productiva, la cooperación tecnológica y la negociación conjunta con terceros mercados. Pero sería mejor que los gobiernos, como los deportistas, se propongan saltar dos metros recién cuando hayan franqueado el metro cincuenta.

Fuente: http://www.revistadebate.com.ar//2011/07/01/4125.php

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