Por: Lake Sagaris
08 de agosto 2011
La ola de protesta pacífica que ha barrido nuestro país nos integra a un movimiento mundial, tan o más importante que las rebeliones de los legendarios 1960 por la paz, la igualdad, y contra el racismo y el sexismo.
Tan importante porque, igual que aquello, lideran nuevas generaciones, con inquietudes y propuestas muy diversas, y en un mundo entero amenazado.
Más importante quizás, porque siendo diversos los catalizadores, en el fondo todos entienden la democratización de su sociedad como fundamental para lograr el resto.
Para nosotros, los urbanistas ciudadanas y ciudadanos, hemos sufrido en la piel la relación educación-lucro-ciudad. Algunas investigaciones de prensa revelan como las universidades privadas son devoradoras de barrios enteros, negándose, como hizo la sede de la Universidad San Sebastián, a entrar al sistema de evaluación de impactos ambientales. O presentando solo una declaración, cuando corresponde un estudio a fondo, como hizo la USS con su proyecto de torres, irrumpiendo así en un barrio patrimonial, Bellavista.
Por esto mismo, nos convoca esta ola democratizadora.
Seamos claros. No nos referimos a aquella democracia que se define como meros procedimientos para cambiar las “autoridades” políticas de ciudad o país.
La democratización que se exige hoy abre camino a una democracia real, donde se distribuyen los bienes, los derechos, el poder, de una forma más justa entre todos.
Con una democratización, la elite, que hoy llamamos “clase política” y/o “poder fáctico”, deja de ser algo cerrada, heredada. Entra en ella personas de todo tipo, edad, sexo, condición. Rinde cuentas, no pudiendo, como hace actualmente, ocupar los recursos de un país entero para defender el poder y la riqueza concentrados en unas pocas familias.
Para la democratización, es esencial combatir la discriminación — contra los pueblos originales, las personas de otra opción sexual, los inmigrantes, las mujeres. El rostro discriminador debe fregarse con una lluvia de medidas grandes y pequeñas, que nacen de lo constitucional y lo legal, pero también de cada persona.
La democratización requiere nuevas instituciones en todo ámbito. Que reflejan la soberanía de los afectados, sujetos, ciudadanas y ciudadanos de verdad:
– Gobiernos regionales con gobernante y concejales elegidos por las y los ciudadanos, a cargo de instituciones de planificación con plenos poderes — de cobrar impuestos, planificar, conservar, cambiar. Elegir los concejos regionales es una migaja irrelevante, si siguen las secretísimas secretarías ministeriales a cargo de todo lo real.
– Un Consejo de Monumentos Nacionales (por ejemplo), donde la mayoría de los miembros son representantes de las comunidades patrimoniales, asesoradas por los “técnicos” gubernamentales, y no sujetos por ellos.
– Una institucionalidad ambiental que deje atrás la actual confabulación entre unos pocos empresarios y el Estado, para incorporar con voz, voto y paridad, ciudadanos, académicos, trabajadores, territorios y pueblos afectados.
– Y una educación a cargo de entes locales, regionales y nacionales, donde deliberen y decidan representantes de todo el gama de actores, con los recursos necesarios para cambios de fondo.
La democratización es algo que debemos construir, en base a los derechos humanos y cívicos.
Por esto, la indignación, al sentir como las lacrimógenas buscan nuevamente enceguecer y acallar, quitándonos el aire vital.
Refuerza la sensación de autoridades con pocas herramientas y menos argumentos creíbles, frente al país.
Así, desde la decisión en el ámbito ambiental de HydroAisén hasta hoy para la educación, y todos los días en defensa de nuestros barrios amados, vemos como las demandas del país se han ido fusionando y fluyendo hacia una meta estructural: una Asamblea Constituyente y un Plebiscito.
Así nacen las democracias de verdad, en todo momento de la historia, en cada país.
En ningún lado, la democracia la regalan los brutos que defienden su propio botín contra el bien de todos.
La legitimidad de toda democracia nace de la voluntad del pueblo que la exige, dispuesto a emprender los sacrificios que requiere construirla.
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Lake Sagaris, MSc. y PhD (c) Planificación urbana y desarrollo comunitario