Por: Pilar Errázuriz
Académica del Departamento de Historia
Centro de Estudios de Género
y Cultura en América Latina
Facultad de Filosofía y Humanidades
Universidad de Chile
Cuando observamos el trajín de la movilización colectiva, la primera impresión que recibimos es la equidad de género y el albor de un cambio en el sistema sexo-género. Vemos a las madres y padres acompañando a sus hijos/as; vemos hombres y mujeres, jóvenes y maduros/as, «luchar codo a codo», creativamente; vemos a muchachas y muchachos participar en igualdad de condiciones en los propósitos de la protesta, en las huelgas de hambre, en las tomas de las escuelas, en las marchas. Pero, nos preguntamos, ¿será este movimiento como tantos otros en los cuales las mujeres participaron activamente con los varones, para luego quedarse nuevamente excluidas de los lugares de poder, a partir de la revitalización del Sistema Patriarcal?
En el año 1996, las feministas italianas de la Librería de las Mujeres de Milán, anunciaron al mundo el fin del patriarcado: El patriarcado ha terminado El patriarcado ha terminado, ya no tiene crédito femenino y ha terminado. Siguiendo la senda de la postmodernidad, era bueno pensar que no solo el sujeto había muerto, sino también los sujetos Alfa, es decir, los comandantes del sistema sexo-género que nos rige. Del otro extremo de Europa, Celia Amorós, la filósofa del Feminismo de la Igualdad, nos aclaraba que este secular sistema no es una esencia, sino un sistema metaestable de dominación, que se perpetúa, adaptándose continuamente a los cambios históricos, políticos y sociales, que los movimientos ciudadanos pretenden imponerle. Es decir, el sistema sexo-género se beneficia de un fenómeno de resiliencia espontáneo y/o quizás deliberado, por el cual los grupos hegemónicos pueden reestablecerse en su lugar de poder cuando se les mueve el piso,
El primer abismo del patriarcado tradicional de nuestra historia occidental reciente, lo generó la guillotina de finales del siglo XVIII. Dios dejó de proteger a los patriarcas y los hijos/as se rebelaron sembrando el terror para terminar con ellos. Nuevo escenario: la fratría (los cachorros de patriarca), toman el poder y sutilmente reviven en clave moderna, el rol del pater familias. Las mujeres, a pesar de haber luchado codo a codo con los hombres para conseguir la democracia, tanto en la Revolución francesa de 1789, como en la primavera de los pueblos de 1848 y en la Comuna de Paris de 1871, luego de conseguida la meta, son destinadas a una misión excelsa y tramposa: la maternidad. Este advenimiento de la democracia que define a la Modernidad de Occidente, se constituyó en el modelo más sutilmente contradictorio para perpetuar la dominación masculina del nuevo sistema.
Empecemos en foja cero. Llamamos Patriarcado a un sistema hegemónico en el que predominan los varones en lugares de poder político, económico, jurídico, religioso y en las instituciones que los vehiculan, incluyendo la familia y las instituciones educacionales. A nivel de nuestras sociedades, cabe considerar la definición de las feministas norteamericanas acerca de la elite masculina WASP (White Anglosaxon Protestant ) como el pináculo de la jerarquía comunitaria. Como consecuencia, los colectivos de mujeres, de jóvenes de ambos sexos, y de varones que no gozan de las categorías mencionadas, constituyen la subalternidad. Asociado con el capitalismo, (resiliente por excelencia), el Patriarcado Neo-liberal subordina a la clase trabajadora (hombres y mujeres) y, simbólicamente y materialmente, a la clase media, en la cual la mayoría de los varones observan admirados el modelo del ganador. En nuestro país las élites masculinas a la cabeza del sistema, pese a su apariencia no anglosajona, se identifican con las características dominantes y logran proyectar el espejismo del éxito a la población, si juzgamos por el alto porcentaje que obtuvo el actual gobierno en las recientes elecciones.
Sin embargo, a nivel global, ¿podríamos pensar que en este año 2011 se está escribiendo la Crónica de una muerte anunciada que profetizaran las feministas italianas? A lo ancho del planeta, los varones jóvenes y/o subalternos, las mujeres y los hombres excluidos de las élites dominantes, se levantan en una rebeldía con causa: en Egipto, Siria, Libia, España e Inglaterra. El repudio al sistema es el rechazo a los varones/barones que están por encima del bien y del mal forjando modos de vida cada vez más tortuosos. Léase, además de los viejos dictadores, aquellos Yuppie que sobreviven gracias a estimulantes de todo tipo y manejan la bolsa de valores como si fuera un juego de taca-taca. Burbujas crediticias, ilusiones consumistas, caminos de endeudamiento sin retorno, se transforman en el común denominador de los países desarrollados y en vías de desarrollo. Formas de dominación más violentas, las observamos en lo que se puede llamar patriarcados de coerción, para diferenciarlos de los nuestros, que serían patriarcados de consentimiento, según señala la filósofa feminista Alicia Puleo.
¿Y en Chile, qué? Un débil rayo de paridad entre los sexos, cruzó nuestro universo en el pasado gobierno. Pero, María Música delató el poder hegemónico encubierto y vestido con faldas, que fue víctima de su vaso de agua. Hoy no es agua la que se expulsa de los carros de la policía como respuesta a la multiplicación de la protesta, sino un gas bastante venenoso que perdura en el ambiente para recordarnos que la letra con sangre, entra. Más o menos articulados con la letra y la palabra, los varones de cuello y corbata, figuran en los medios de comunicación pretendiendo seguridad y cordura: ordenan y mandan. Solo que, en la actual coyuntura internacional, las hojas de los árboles -que se suicidan en Otoño y renacen en primavera- ya no pueden estar bajo su control. Los y las jóvenes, encarnando el mandato de la Librería de Mujeres de Milán, no solo desafían al Patriarcado, sino que lo desprecian desde la mayor de las desconfianzas. Parecería que junto a las mujeres que perdieron credibilidad en el sistema, como indican las feministas de la Diferencia, los jóvenes piden, ni más ni menos, el cambio de una Constitución establecida durante un gobierno paradigmáticamente patriarcal, aquel de la dictadura que asoló nuestro país.
Cuando observamos el trajín de la movilización colectiva, la primera impresión que recibimos es la equidad de género y el albor de un cambio en el sistema sexo-género. Vemos a las madres y padres acompañando a sus hijos/as; vemos hombres y mujeres, jóvenes y maduros/as, «luchar codo a codo», creativamente; vemos a muchachas y muchachos participar en igualdad de condiciones en los propósitos de la protesta, en las huelgas de hambre, en las tomas de las escuelas, en las marchas. Pero, nos preguntamos, ¿será este movimiento como tantos otros en los cuales las mujeres participaron activamente con los varones, para luego quedarse nuevamente excluidas de los lugares de poder, a partir de la revitalización del Sistema Patriarcal? Con la admiración y repudio de la figura carismática de Camila ¿no estaremos frente al tan conocido discurso de la excelencia? Ya se sabe, excepciones de excelencia en el colectivo de mujeres, como lo fuera Bachelet y como lo es Camila, se traduce, en discurso patriarcal, en confirmación a la regla de «la inferioridad femenina». Mujeres carismáticas a las que el sistema permite destacarse, quedan subsumidas por una estrategia secular que refuerza la excelencia como excepción. Sin duda, ellas pasan a la historia. Desde Olimpe de Gouges, hasta nuestros días: quien recibe las peores amenazas de los varones más recalcitrantes, es precisamente Camila y no los dirigentes hombres que emiten declaraciones similares Un síntoma que, por pequeño que parezca, unido a la complicidad de una WASP a quien se le escapa el decir tan vergonzante de aquello de la perra y la leva, nos indica que el Patriarcado goza en nuestro país, de muy buena salud.
Para ciertas feministas, el término Patriarcado parece obsoleto y poco elegante. Revivirlo, nos arriesga a parecer ignorantes de la post-modernidad y anquilosadas en el discurso ilustrado. En nuestro medio, en el cual el eufemismo es la tónica por excelencia, resulta mejor y políticamente más correcto usar el término de Sistema Sexo-Género. En nuestras aulas, cabe el matiz. Pero, sin denostar el concepto de Gayle Rubin, este eufemismo puede encubrir lo que realmente sucede en el discurso país, cuando analizamos lo que muestran los medios de comunicación. Basta un momento de noticiarios nacionales para que el término Patriarcado vuelva al imaginario. Basta ver cómo en los programas políticos y de comentarios de la actualidad, las invitadas mujeres son una excepción. Basta ver cómo se halagan las cualidades físicas de Camila, antes que celebrar la articulación de su discurso.
Las feministas de la diferencia italiana, se equivocaban. Aún hoy, el Patriarcado Neoliberal goza de buena salud. La teoría del Sistema Dual de Heidi Hartmann de los ochenta, sigue absolutamente vigente en nuestra realidad: neoliberalismo capitalista y dominación patriarcal parecen tener un maridaje eterno y fiel. Esta unión apasionada, persiste detrás de los fines de lucro del sistema educacional chileno, incluso al margen de la ley. Amantazgo vox populi que da cuenta del doble estándar al que estamos acostumbrados/as del proceder de la clase hegemónica chilena. Sistema dual que tiene por consecuencia una doble opresión que viven, no solo las mujeres, sino todos los sujetos subalternos, léase, fruto de la mala distribución económica, del sistema perverso de endeudamiento tanto para el exceso de consumo como para el acceso a la educación, y de la exclusión de las fuerzas sociales de la sociedad civil en las decisiones del país.
Curiosamente, una de las principales marchas de la protesta estudiantil chilena sucedió un 14 de julio en este año 2011. Pero los/as jóvenes no se tomaron la Bastilla, porque está muy bien resguardada por los intereses neo-liberales y por el discurso demagógico del Gobierno que juega a los descuentos y a la negación. Pero, en todo caso, los y las subalternos/as que siguen marchando en una coyuntura que podríamos llamar re-estructurante y quizás constituyente del destino socio político de nuestro país, han abierto una ventana a un espectáculo patético de nudismo del sistema. Nudismo que muestra sin pudor el triunfo del lucro por sobre el interés público, la alianza perversa entre Estado y Bancos para desbancar a las precarias economías familiares construyendo el espejismo de un futuro mejor para sus hijos, y, por último, una forma de gobernar demagógica, autoritaria y arrogante, que desafía al 80% de la ciudadanía que la rechaza.
Como feministas, nos podemos debatir entre subirnos al carro de la sutil filosofía de la Diferencia que maneja hilos de pensamiento como telas de araña propiciando una visión más bien romántica del triunfo femenino, o quedarnos en el terreno seguro, escueto y austero de la constatación cotidiana de la perspectiva del feminismo de la Igualdad.
Cierto es que el Patriarcado no goza de tan buena salud. Si está agonizando, habrá que pensar que es una agonía secular. ¿Pero si regenera su cuerpo como los lagartos? ¿Si cambia de color como los camaleones? ¿Una y otra vez? En nuestro país, y a nivel global, asistimos a un nuevo intento de debilitar la hegemonía patriarcal, el que, sin embargo, se arriesga con quedar solo en eso. En un intento. La fuerza de la resiliencia, del Patriarcado metaestable ¿tomará la delantera con nuevos subterfugios y gracias al cansancio de los subalternos?
El grupo hegemónico de varones (y algunas seguidoras) no puede vivir sin el grupo de subalternos. Como nos enseñó De Beauvoir: el uno no vive sin el otro. De modo que no resulta posible una horizontalidad sustantiva en los diálogos, ni en los logros. Quizás, no se está escribiendo la crónica de una muerte anunciada, sino que se trata solo de un repliegue de lo que se llama, en toda legitimidad, Patriarcado Neoliberal. ¿Repliegue que precede a una nueva estabilidad? Algunas concesiones harán las élites para que se cumpla el decir de «entre más se cambia, más se vuelve a lo mismo». Aplacar con promesas, que se dilaten en arenas partidarias, pretenderán distraer la atención de los fines últimos que la movilización pretende. Sin embargo, la Historia y la Filosofía Política recogerán esta coyuntura como un hito importante para el debilitamiento del Sistema Dual. La representación de otros sujetos, o sujetos otros empoderados, con palabra y proyecto, quedará en la memoria tanto de adultos como de jóvenes. Tanto de las élites como de los ciudadanos corrientes.
Mientras tanto, mientras constatamos cotidianamente la metaestabilidad del sistema patriarcal / neoliberal, mientras somos testigos de la represión y la violencia que manejan las autoridades, en algún rincón o resquicio de nuestro deseo, se aloja aún la profecía de las mujeres feministas de Milán: ¿estaremos ante el principio del fin del patriarcado, o al menos ante una vuelta de espiral que lo debilite? La Historia por venir nos lo dirá.