Por Rafael Gumucio Rivas.
Según el diario El Desconcierto.cl, Ricardo Ezzati – que cuesta entender por qué el Papa Francisco lo nombró lo hizo miembro del Colegio Cardenalicio, aunque se ve bien con su traje morado y sombrero de alto vuelo y, además, ademanes diplomáticos a ultranza, es decir, de un insoportable formalismo y siutiquería – se da el lujo de acusar ante el Vaticano a tres grandes y virtuosos sacerdotes de la iglesia católica chilena, por el solo hecho de tener el valor de seguir a Cristo, defender la verdad y velar por la justicia social, pero al cardenal actual, lo de “la verdad os hará libres”, le suena como anarquismo o comunismo o cualquier otro “ismo”.
Según este medio de comunicación, se había ensañado con Felipe Berríos, Mariano Puga y José Aldunate; al parecer, Mariano Puga “dejó los restos de padre Dubois a la entrada de la Catedral diciendo ¡Dios no está ahí, Dios está donde estaba el Pierre, con los pobres!” muy amostazado ante el desfile de purpurados, adoradores de “mamón”, más que discípulos y seguidores de la doctrina de Jesucristo. Berríos, en declaraciones hechas a la televisión y prensa escrita, se permitió criticar el secretismo de la iglesia, refiriéndose a temas conflictivos para la derecha política y para la iglesia, por ejemplo, el tema de la homosexualidad, el matrimonio igualitario, entre otros tópicos. Mariano Puga expresó que “la iglesia, en vez de ser la que destruía el concepto de clases, lo fortaleció: colegio para los pobres, otro para los indígenas y otro para la clase alta”.
El cardenal Ezzati, en su calidad de primado de Chile, se ha dado el lujo de criticar la reforma educacional, impulsada por el actual gobierno, en defensa de los intereses de los ricos de la derecha y algunos democratacristianos, que quieren mantener el lucro en la educación, fundamentalmente en los colegios privados de la iglesia y, sobre todo, los famosos colegios particulares subvencionados. Cuesta ver la lógica del discurso de este cura obispo reaccionario, salvo la idea de mantener en apartheid los colegios para ricos y para pobres.
Es triste comprobar con qué vehemencia defiende los intereses de los discípulos de “mamón”, en detrimento de los de los pobres repitiendo, casi a la letra, las estulticias de los fachos de la UDI, de las viejas mojigatas que aún van a la misa del padre Karadima y de los mercaderes de la educación de la Democracia Cristiana.
Al menos en Chile, muchos de los jerarcas de la iglesia católica se encentran se encuentran cada día más lejanos al espíritu del Papa Francisco, lo cual contribuye a aumentar el desprestigio del clero con respecto al resto de la sociedad, cada vez más alejado de la sociedad eclesial, cuyos ritos y fanfarrias, cada vez repugnan más al rebaño. Muchos de los obispos y algunos clérigos huelen más a perfume, incienso y mirra, que a ovejas – como acertadamente lo expresara el Papa Francisco -.
Aún no se ha podido calibrar el daño que hizo a la iglesia el ahora santo polaco, Juan Pablo II, pues su largo pontificado logró minar gran parte del aporte de papas anteriores, como Juan XIII y Pablo VI, sobre todo en el Concilio Vaticano II y en La Conferencia Latinoamericana de Medellín y Puebla, la cual marcó un hito en la opción por los pobres y, sobre todo, por la construcción de un riquísimo tejido de Comunidades Cristianas de Base, donde radicaba el verdadero sentido del mensaje evangélico.
Ricardo Ezzati se ha mostrado como típico producto de la concepción reaccionaria de Juan Pablo II y, como es lógico, Felipe Berríos, Mariano Puga y Pepe Aldunate, al encarnar la iglesia de los pobres, han caído en desgracia ante este personaje que, como buen acusete, los envió ante la Congragación para la Doctrina de la Fe, la “santa inquisición de nuestro tiempo”.
Rafael Gumucio Rivas
Fuente: El Ciudadano