19 - septiembre - 2024

Secretario de Academia Sueca odia literatura sin imaginación de acomodados: “No es lo que buscamos para el Nobel”

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Antes de entregar el premio Nobel de literatura del año 2014, Horace Engdahl, secretario permanente de la Academia Sueca, habla en la revista francesa La Croix, de su disgusto con la literatura realizada por personas protegidas y acomodados académicos que escriben novelas sobre ellos mismos, como si fueran transgresores. Aborrece de la literatura mercantilizada y la omnipresencia del mercado en los actuales sistemas literarios y afirma categórico que no es lo que están buscando para premiar con el Nobel.

La Croix: como un observador privilegiado, ¿cuál es su percepción de la creación literaria contemporánea del mundo?

Horace Engdahl: Actualmente hay una forma de esclerosis de la escritura creativa tal como ella se produce en Occidente. Se constata los efectos perversos de la profesionalización del escritor en ciertos países, vinculado a sistemas financieros y premios. Aunque entiendo esta tentación, creo que esto a menudo aisla a los autores de la sociedad civil y esto crea una relación enfermiza con las instituciones.
Alguna vez los escritores trabajaron como taxistas, oficinistas, secretarias o sirvientes para su sustento. Samuel Beckett y otros vivían así. Fue difícil pero se alimentaban literariamente. Vi esta transformación a lo largo de mi vida. En nuestra costa occidental hay un problema, porque mediante la lectura de muchos escritores en Asia o en África, encontramos una cierta libertad. Pero este desarrollo occidental se está expandiendo rápidamente con la globalización, y quizás en diez o veinte años no se escapará ningún territorio.

¿En estas circunstancias, el deseo testamentario de Alfred Nobel, que la Academia sueca elija cada año el Premio Nobel de literatura, con «el autor de la obra literaria más destacada de inspiración idealista», es aún factible?

Horace Engdahl: No sé. Los escritores coronados hoy tienen a menudo alrededor de 60 años o más. Cuando se formaron, la evolución que acabo de describir todavía no había tenido lugar. Pero estoy preocupado por el futuro de la literatura debido a esta omnipresencia del mercado. Ello implica la presencia de un ‘contra-marcha’: una literatura protegida, profunda, que sabe cómo traducir emociones y vivencias.

Usted encontrará que es más escasa.

Horace Engdahl: Hoy hay un modo de narración de experiencias reales, un gran número de novelas lidiando con los mismos temas de choque, fingiendo ser transgresores. Pero uno siente que esta transgresión es ficticia, estratégica. Estos, a menudo formados en Universidades Europeas o estadounidenses, no transgreden nada porque no existen los necesarios límites que determinan que cruzar. No es lo que quería Elfriede Jelinek.

¿La manera en que la literatura es retransmitida, incluyendo en los medios de comunicación, desempeñaron un papel?

Horace Engdahl: Borran los muy claros límites que existían treinta años atrás entre la literatura y la literatura que se presenta como una mercancía. Hablamos de la misma manera de todo lo que se publica, la crítica literaria se empobrece. Esta revolución ha marginado a literatura propiamente tal, que no sabe de decadencia, pero cuyo estado ha cambiado. Anteriormente, había montañas y tierras bajas, hoy, el paisaje es el de un archipiélago, cada isla representa a un género (fantasía, juvenil), todos coexisten sin jerarquía, ni centro.

Su declaración a Associated Press en 2008, sobre la literatura norteamericana, suscitó una fuerte polémica. ¿Cómo ha visto estas reacciones?

Horace Engdahl: Todavía sufro de la malinterpretación de esa frase. Reaccionaron como si hubiera dicho que los grandes escritores americanos no tenían ninguna oportunidad de tener el Nobel. Yo no he dicho nada, yo no he dicho que no había ningún escritor norteamericano de valor. Yo dije que la vida literaria, la crítica norteamericano y la educación ahora estaban limitados por un acceso muy restringido a la literatura del mundo, porque el número de traducciones y difusión en los Estados Unidos es bajo. Todo se concentra alrededor de sus escritores y su lengua, como un salón de espejos que refleja una infinita y perpetua imagen de Estados Unidos.

¿Qué podría decir de los criterios de selección al Nobel de literatura, sin traicionar su necesidad del secreto?

Horace Engdahl: Cada caso es verdaderamente individual. He mencionado anteriormente el tema del formato: Espero que la riqueza literaria que vemos ahora nacida en Asia o África no sea degradada por asimilación y occidentalización de estos autores. Afortunadamente, algunos incluso occidentalizados, siguen siendo excelentes escritores. Tomemos el caso del chino Mo Yan, laureado con el Nobel en 2012. El tomó mucho de Faulkner y la novela occidental, pero lo que dice proviene principalmente de la tradición oral de su provincia en el noreste de China, los mitos y unas incomparables historias imaginarias. Con la literatura occidental, Mo Yan ha redescubierto lo que ya aprendió de su abuela y encontró la confirmación de que esta a forma de narrar fue válida artística y literariamente.
Si sus libros son legibles en el mundo, es que hay estructuras que se adaptan a todas las culturas que existían antes incluso de la escritura. Si tomamos por ejemplo, El astillero, una novela de 1986, podría decir que un lector extraño al encantamiento y la superstición China, está mal preparado para leer tal texto, y sin embargo, yo lo he leído con el pelo parado en la cabeza. Sólo el arte puede ser universal.
Alice Munro, ganadora el año pasado, hizo lo mismo: refiriéndose al destino de las mujeres de Ontario, lleva la misma universalidad. Esa es fuerza que estamos buscando para decidir un premio Nobel.

Recogido por SABINE AUDRERIE

Traducción: Radio del Mar

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