A modo de homenaje por Lila Calderón
Lautaro Labbé, escultor, artista integral, creador multifacético y escritor, nació en Pitrufquén el año 1930. Ingresó a la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile en 1947, pero al cabo de un tiempo se inclinó por el autodidactismo en la búsqueda de un arte experimental, trabajando con diversos materiales, soportes y explorando la propia sensibilidad en un recorrido por lenguajes expresivos como la pintura y la escultura, en sus relaciones con la poesía y la música, antecedente que marcará su obra desde los años 50.
Trabajó en los oficios más variados mientras se internaba en las raíces americanas observando objetos rituales mapuches, petroglifos y geoglifos altiplánicos y toda huella del imaginario precolombino, desde donde comienzan a surgir sus imponentes esculturas en madera con incrustaciones de cobre, espejos y piedras. Más tarde vendrán las estructuras geométricas modulares de los años 70, en acrílico y aluminio, inspiradas en la Cordillera de Los Andes. En esa misma época fue profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile, y de la Escuela de Diseño Industrial de Valparaíso, y, entre los años 1970-1973 fue Director del Museo de Arte Contemporáneo. Lideró la Asociación de Pintores y Escultores de Chile APECH; fue cofundador de la Unión Nacional Cultural, Coordinador de Gremios del Arte, y representante de los artistas como consejero Nacional de la Asamblea de la Civilidad.
En la década del 80 trabajó las variaciones del círculo elemental sintetizando en el metal instinto y razón, permitiendo la participación del viento y del espectador en una obra abierta.
Luego vendrán sus viajes por América y Europa proyectando y coordinando esculturas monumentales de creación colectiva, emplazadas en espacios públicos, e instalaciones y acciones de arte durante los 90, respaldando en su propuesta el compromiso social que caracteriza toda su obra, premiada y exhibida en Chile y el mundo entero.
El libro autobiográfico, “Una Vida”, se inscribe en el género de la literatura testimonial, donde autor, narrador y protagonista encarnan al yo que relata su historia. En estas “Memorias de un fracasado” da cuenta de las peripecias de una existencia apasionada, intensa que busca desentrañar las claves de su propia identidad al interior de un contexto histórico y espacial que lo obliga a reflexionar también en torno a la identidad de América y sus constantes luchas libertarias. Así observamos en la página 75: “Las 2 erres: Raíces y Revolución”, donde escribe:
“Ya en total disposición de profundizar raíces e identidad, dos aspectos estaban claros para mí: tenía que ampliar el conocimiento acerca de mi tierra americana y desde allí, debía crear mis propias formas de hacer arte. Para lo primero, debía saber quién era yo. Y ese saberme, partía por identificar los diversos estratos telúricos y étnicos, que conformaban mi nebulosa categoría de chileno y –si lograba esclarecer aquello- vendría el saberme latinoamericano: lo que hasta allí solamente presentía. De ese modo -para sentirme integral- esperaba alcanzar un armónico sincretismo entre el pasado originario que necesitaba para vitalizarme y el presente colonizado contra el que me rebelaba”.
Lila Calderón, Santiago, 26 de octubre de 2011