La autoridad pesquera de Chile el 30 de marzo señaló que “la urgencia es conocer la situación de aquellas caletas más alejadas”, en un plan que busca hacer un catastro de los daños provocados por la tempestad. Una urgencia que a seis días de los hechos se ha demorado en aplicar, y no necesariamente por culpa de la institución, pues el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura de la región de Antofagasta cuenta con tan solo dos funcionarios para estar en terreno. Al final de todo, no sabremos cuánto daño han provocado en los recursos marinos los tóxicos que vinieron río abajo por las quebradas, y la basura se seguirá acumulando…así como el polvo y el olvido.
Por Rodrigo Díaz Plá, Investigador GIPART, UAHC, Chile – rdiazpla@gipart.cl
Recuerdo muy claramente una clase de Historia y Geografía en la pequeña escuela municipal a la que asistía cuando era un niño. La profesora, tía Cecilia, nos hizo un trabajo participativo que trataba sobre las antiguas culturas que habitaron esta larga y angosta franja de tierra. Por curiosidad, pues probablemente era el pueblo que menos había oído hablar, me situé en los Changos, antiguos (y algunos muy nuevos) habitantes de la costa del Norte de Chile.
Siempre me llamó la atención el mar. Y esa vez no fue la excepción… balsas de cuero de lobo, anzuelos de hueso, “chopes”, todo lo que mostraba la “tía” era un mundo fascinante. Entonces, me vino a la cabeza sobre cómo sería vivir en el desierto, y lo increíble que ello podría representar. Cuanta libertad, cuanta amplitud y serenidad. Veinticinco años después, la imagen idílica se rompe, y la realidad golpea como una ola en tiempos de viento surweste.
En Septiembre y Octubre del año 2014 tuvimos la oportunidad de recorrer estas costas, desde Huasco en la región de Atacama hasta Caleta Huachán al norte de Tocopilla en la región de Antofagasta, visitando caletas y asentamientos costeros, perdidos entre polvo, viento y el silencio más árido del mundo. Estas caletas y asentamientos no cuentan con ningún tipo de servicio básico: ni agua, ni electricidad, ni alcantarillado. Conviven diariamente con lo que la mar les otorga para vivir (hoy en día, el mercado de algas para los japoneses tiene volcada a la gente recolectando, barreteando, en fin, barriendo las praderas de huiro), y también con el vecino rico: La minería.
Los caminos son de pésimo estado. Un auto regular difícilmente podría recorrer el camino que va desde Taltal hasta Caleta El Cobre. No hay un negocio a decenas de kms. a la redonda. Uno a uno aparecen los asentamientos entre rocas y carteles avisando que hay pictografías entre las quebradas. El material es ligero, pues poco se puede traer para estos sectores. Aquí vive gente, no son solo asentamientos temporales. Las quebradas en algunos caminos nos hablan de rodados de piedra y el efecto de temporales antiguos, de esos que pocas veces se ven. La historia está por cambiar.
La madrugada del 25 de marzo de 2015 será un día que difícilmente la gente del norte de Chile podrá olvidar. El clima no tuvo inclemencia, y se desató una tormenta que solo trajo barro, agua y mucha basura de años y años de explotación de minerales. La tragedia se desató, y la tristeza cubrió estos parajes, paradójicamente destapando lo peor de nuestra sociedad.
La autoridad pesquera de Chile el 30 de marzo señaló que “la urgencia es conocer la situación de aquellas caletas más alejadas”, en un plan que busca hacer un catastro de los daños provocados por la tempestad. Una urgencia que a seis días de los hechos se ha demorado en aplicar, y no necesariamente por culpa de la institución, pues el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura de la región de Antofagasta cuenta con tan solo dos funcionarios para estar en terreno. Al final de todo, no sabremos cuánto daño han provocado en los recursos marinos los tóxicos que vinieron río abajo por las quebradas, y la basura se seguirá acumulando…así como el polvo y el olvido.
Con todo, estas caletas y asentamientos olvidados en el tiempo y la historia, seguirán esperando que una tía Cecilia, en una pequeña escuelita a más de 1900 kms. pueda contar algo de una historia que hasta el momento no quiere revelarse. Y mientras esperan, la vida continúa, con el desierto llevándose hombres y mujeres, embarcaciones y guardando en el polvo sus historias.