26 - noviembre - 2024

Entrevista al poeta Sergio Infante por el escritor Omar Perez Santiago

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Sergio infante y Omar Perez Santiago

Sobre el inevitable paso del tiempo reflexiona el poeta Sergio Infante, recién jubilado de su trabajo académico en el Departamento de Español, Portugués y Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Estocolmo. También habla sobre su debut literario del año 1967, cuando a sus veinte años, le publican su primer libro de poemas, Abismos grises. Después del golpe militar de 1973, Infante sale a Argentina y luego viaja a Suecia en 1975. Aquí habla también sobre su rol de padre y la conmovedora canción que le dedicó su hijo Ulises.

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Portada de Abismo grises

Abismos Grises, año 1967, imprenta Real Cóndor, 57 páginas, ¿qué significa hoy para ti?

Sergio Infante: Mucho, es mi primer libro, tenía yo 20 años. Hoy significa el recuerdo de ese comienzo, el reconocimiento de mucha ingenuidad y el rescate de algunos poemas. También hay recuerdos gratos alrededor de ese libro, fue bien recibido a pesar de esos defectos que hoy le veo. Mi poesía de hoy mantiene algunas claves que ya aparecen allí, una cierta rebeldía, el dilema de la incomunicación humana reflejado en el título de esa primera obra.

¿Sientes alguna nostalgia por el Santiago de los años 60, la zona del Parque Forestal, el Bellas Artes?

A veces la siento, a veces también miro todo eso con una cierta distancia, lo que está claro es que no dejo de recordarlo.

¿Eres más o menos radical que cuando tenías 20 años?

Era más bien rebelde, medio Nitzscheano, el radicalismo de tipo marxista no tardaría en llegar.

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La Estrella de Valparaíso

¿Desde “Abismos grises” hasta “Las aguas bisiestas”, qué sentido ha tenido tu poesía?

Me mataste con esta pregunta tan difícil, vamos a tratar de responderla. El sentido se da a varios niveles. Creo que el primero de todos es el que se da en el proceso de la escritura y que empieza con una suerte de hormigueo que anuncia la lucha con uno mismo y con las palabras, que pasa por la construcción, donde corrijo y me sorprendo con lo inesperado. Después de terminado aquello, el sentido ya no me pertenece, es cosa del lector. Creo que en el fondo cada libro mío es un intento justamente de encontrar un sentido en las palabras y en un quehacer que en gran parte le da un significado a mi vida. Todos los libros míos, independiente de sus temas, son la manera que un hombre tímido e inseguro como yo tiene de dialogar con los demás y con el mundo. Me inquieta el mundo en todo momento, aunque asumo que mi pinta de estar siempre en la luna pueda estar indicando lo contrario.

¿Cómo has vivido el paso del tiempo?

Es una pregunta que me estado haciendo últimamente. A veces pareciera que no he vivido conscientemente el paso del tiempo y que esta realidad hubiera llegado de sopetón. Entonces me pregunto cuándo pasó todo este tiempo que no me di cuenta. He llegado a la conclusión que eso tiene que ver con el corte histórico del golpe militar de 1973 en Chile y sobre todo con el exilio. Sospecho, que el exilio altera la homogeneidad en el proceso de madurez en algunos planos del individuo, sobre todo porque somos prisioneros de vivencias que se quedaron detenidas, obsesiones que no se diluyen tan fácilmente y nos detienen en un tiempo ya ido, que se niega a ser la memoria de un tiempo ya ido. Pero como funcionan fantasmagóricamente, cuando el peso de la realidad las espanta por un rato, cae esa pregunta. ¿Cómo diantres ha pasado tanto tiempo? El tiempo es un niño que juega a los dados, decía Heráclito.

¿Más Infante o más Reñasco?

Infante etimológicamente quiere decir “el que no habla todavía”, así que podría valerme de eso para no responderte. Bromas aparte, creo que están bien equilibrados estos dos apellidos en mi vida, aunque yo desde hace muchísimos años use solamente Infante cuando firmo algún texto. El Reñasco lo utilicé como personaje narrador en mi novela Los rebaños del cíclope, pero quise distanciarlo de mi historia personal, dándole su propia historia y origen, así tenía la oportunidad de ser y no ser yo en él, una simple cuestión de necesario distanciamiento estético.

¿La pintura o la poesía?

La poesía. La pintura no la he vuelto a practicar por más de cuarenta años. Cuando entré a la escuela de Bellas Artes ya había publicado Abismos grises, lo que hacía que todo el mundo allí me llamara, el poeta. Estaba condenado a ese destino al que, por lo demás, siempre le he guardado fidelidad.

¿El mar mediterráneo, el mar Báltico o el Pacífico?

El mar, sólo la mar, digamos plagiando a Alberti. El Mediterráneo tiene la ventaja de ser más calentito y luminoso, pero supongo que el del imaginario nace en el Pacífico y muere de nostalgia en el Báltico.

El Grupo taller que fundaron en Estocolmo en 1977, ¿cómo lo vez ahora con el paso del tiempo? ¿Qué importancia tuvo para ti y tu proceso creativo?

Lo veo como algo que era mucho más humilde de lo que algunos creen, pero que sin embargo fue fundamental para cada uno de sus integrantes. Para mí tuvo gran importancia en la lucha por encontrar un lenguaje. El diálogo permanente y la crítica sana que se daba en el taller fueron primordiales en esto. Hay que recordar que vivíamos en un entorno donde no se habla la lengua en que escribimos y que además todos veníamos de la política, donde el lenguaje suele ser pobre y, en este caso, mucho más empobrecido por el exilio. Era un gran estímulo el Grupo Taller y primaba una gran amistad entre sus miembros, lo que no impedía la disciplina y la búsqueda que tanto necesitaban nuestras respectivas escrituras. Fueron varios los que pasaron por allí, pero quisiera nombrar a quienes, además de mi persona, lo fundaron y contribuyeron a consolidarlo: Adrián Santini, Carlos Geywitz, Sergio Badilla y Edgardo Mardones.

¿Has sido un buen padre?

Habría que preguntarles a mis hijos, yo he tratado por lo menos evitando la tiranía. Hace apenas un par de meses mi hijo Ulises, que es músico rapero, me dedicó una canción donde me pone por las nubes.

“Jag har aldrig sett min pappa gråta” “Jamás he visto llorar a mi papá” Sergio, la canción es conmovedora y está para llorar

Debo advertirte que esa canción, según me explicó mi hijo, tiene un alto valor simbólico y por lo tanto no toca plenamente mi realidad. En la tradición del hiphop, los padres de los raperos son siempre negativos, unos bandidos, un drogos, etc. Mi hijo quiso romper con esa tradición un poco clisé y hacer algo totalmente en sentido contrario. Claro que es una canción para llorar, como tú dices, sobre todo los jóvenes cabezas negras de este país se emocionan mucho y a mí me hizo llorar de emoción.

Sabina ha dicho que los genios son los que iluminan a los demás ¿Qué genios hay en Suecia en la actualidad?

No creo mucho en los genios, esa concepción está lastrada por el Romanticismo y muy deformada actualmente por la promoción de tipo mercantil. De modo que los genios quizá sean solo unos pergenios inflados por los críticos coludidos con las grandes editoriales, como en Chile, creo, como en casi todas partes.

¿De qué podrías decir que estás harto a estas alturas de tu vida?

De ver cómo los que están en el poder político o aspiran a él se repiten el plato, y la falta de ética les borra la memoria de sus propias palabras, de sus promesas no cumplidas. Estoy hasta la tusa de oír y oírme hablar de política cuando lo que se necesita hoy es hablar de ética durante un buen rato.

Dédalo
Aquí, bajo el tamiz del lápiz y la rama,
donde el sol y los copos se revuelcan, se apagan
y son el contorno de mis botas sobre las últimas hojas.
Aquí, con mis costados semejándose a estos troncos
que ennegrecen destrinados y desolados del viento, incluso
cuando les silbo o me apoyo en ellos para reconocerme
en cuerpo y no en ánima que ambula y simula
su madera, su majadera fórmula de huir, su formalina.
Aquí, no en el asiento del tren donde escribo,
donde tampoco acabo nunca de llegarme, menos
en la pantalla en que corrijo y me escarbo
de todo lo que estorba con ímpetus de toro cebado
en símbolos, aburrido de éstas mis estrechas veredas
y mis verdades en ella jadeando, hediendo a vanidad,
sobre sus clamores concéntricos, sus pasmados pasillos,
sus hilachas sobadas más de Aracne que de Ariadna.
Aquí, ahora atrapado en este bosque nómina,
que la nieve, nombrada, calmosamente anega y niega
y que una luz lázara y final, llamada no llameante,
recobra, camino y columbro sin encontrar la salida,
sin ocuparme siquiera de encontrar la salida.
(de: El amor de los parias, 1990)
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