21 - noviembre - 2024

Escritor Cristian Muñoz relata una aterradora noche en el cerro durante el desastre de Copiapó

«Caminamos yo de la mano con mi hija Mara y una mochila que pesaba demasiado, Jessica se encargó de la perrita, nos fuimos por la orilla afirmándonos de las rejas, el barro hacía imposible avanzar, te chupaba los pies, Marita estaba asustada, debíamos intentar cruzar la calle río piedra barro, pero nuestros vecinos del pasaje nos aconsejaban que volviéramos a casa, que era muy peligroso intentar cruzar, que la corriente podía arrastrar a nuestra hija, y quebrarnos las piernas ya que traía bolones en su corrida.»

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UNA NOCHE EN EL CERRO: RELATO VIVENCIAL DE UNA TRAGEDIA

Por Cristian Muñoz López

“Son las 7 de la mañana del día miércoles 25 de marzo, suena el teléfono, quién será, nunca llaman tan temprano. Contesto, del otro lado de la línea mi amigo Víctor Calderón me saluda con un tono de preocupación, me pregunta cómo estoy, ha llovido toda la noche con truenos y relámpagos, le respondo que bien, que por acá todo está normal, se preocupa por las quebradas, vivo a pocas cuadras de una de las más extensas, la Quebrada de Paipote.

Corro la cortina y miro por la ventana, los colectores de aguas lluvia han resistido bastante bien, el pasto del parque que tengo al frente brilla de húmedo, los cerros más arriba apenas se ven tapados por las nubes. Víctor queda más tranquilo y se despide. No pude seguir durmiendo, me levanté y retomé un trabajo que tenía pendiente.

Supongo que seguimos nuestra vida como de costumbre, salgo a comprar el pan y ya hay rumores que la calle Los Carrera está inundada, que apenas pueden pasar los vehículos, me imagino que es lo típico de cuando llueve mucho por estas tierras, las calles se transforman en ríos y los alcantarillados colapsan, ni siquiera imagino lo que está por venir.

Sector Llanos II, en Copiapó.

TRAGEDIA

Ya sin poder movernos de nuestro sector de Llanos II, planificamos el almuerzo, Mara, – mi hija -, juega en el segundo piso, yo me recuesto un poco, de pronto se escucha un ruido estridente como de la tierra cuando hay tronaduras, miro nuevamente por la ventana; esta vez el panorama es distinto, viene bajando una cantidad de agua y lodo por nuestra calle, Avenida Parque Los Carrera Norte, en pocos minutos empieza a crecer, y trae piedras, cajas, neumáticos y todo los que ha pillado a su paso, bajo corriendo pesco la pala y comienzo a hacer un dique con arena y piedras por dentro del antejardín, Bruno me ayuda y ambos comenzamos a trabajar arduo para que el barro no entre a nuestro hogar.

Jessica desde el segundo piso y en su afán de periodista comienza a tomar fotografías, pero cuando se da cuenta que el barro comienza a subir su nivel baja al primer piso y comienza a subir nuestros libros, nuestros libros que son cientos, algunos de ellos en cajas que están selladas, logramos detener momentáneamente la crecida de la quebrada en uno de sus ramales, la gente dice que el agua tiene memoria, en ese instante me doy cuenta que vivo en un lugar donde el agua transita desde siglos, una vía aluvional , nuestra casa es nueva, un proyecto de la fundación Invica Provicoop, con subsidio del estado a la clase media; sería lamentable que nos inundáramos.

Subo al segundo piso y miro a mi vecino luchar con el agua igual que nosotros, pero no ha tenido la misma suerte, el barro ha entrado por el portón principal, y empieza a subir al nivel de su puerta, todo esto ocurre mientras llueve copiosamente y estamos mojados hasta los huesos. Mientras lucho por taponear las entradas con arena y ripio, pasa una persona diciendo que tomemos fotos porque hay seguros comprometidos, además nos dice que estemos preparados porque la que bajó es la Quebrada de Paipote, pero se viene la de Puquios que es mucho más grande, aquella advertencia hace que con más ahínco reanude mi labor, efectivamente comienza a correr más barro, afuera de mi casa hay una ola gigante que arrastra unos bolones que podrían quebrar tus huesos si te atrevieras a cruzar. Después supimos que el banco Scotiabank no tiene seguros comprometidos, faltando a una normativa con el consumidor, que en este caso somos nosotros; su política es no pagar nada de seguros, política de mierda, la banca una vez más perjudicando a los clientes.

Ya dábamos por ganada la batalla contra el aluvión, entonces se filtra por una parte un chorro de agua café, mientras nuestro vecino inexistente del lado izquierdo ya tenía el agua hasta la puerta de su casa, ahora debíamos preocuparnos de dos frentes, por un lado la filtración y por otro las rejas de al lado. Fue imposible detener la filtración, llenó una especie de fosa que habíamos hecho, lo curioso es que no se rebalsó y con Bruno nos miramos dándonos por vencidos. De ahí a la inundación de la casa había un paso pequeño, pero entonces sucedió algo inesperado, la Quebrada de Paipote bajo su intensidad, y el chorro por donde mismo había entrado comenzó a salir, como un vórtice y sello su entrada, con bruno nos miramos y pudimos descansar un momento.

No sé porque lo asocio a esas escenas de películas de extraterrestres cuando estas a punto de ser descubierto y zafas de la situación. Esa pequeña tregua le dio tiempo a Jessica de preparar un improvisado almuerzo que yo por supuesto no comí, ya que tenía el estómago hecho bolsa. Ahora esperábamos con resignación la Quebrada de Puquios, esa sería otra batalla y había que tener fuerzas para enfrentarla.

La lluvia provocó la bajada de la Quebrada de Paipote.

QUEBRADAS

Habrán pasado 20 minutos y lo que era una posibilidad se hacía real, otra vez comenzaban a sonar las piedras, y el agua se bajaba fuerte, entonces con Jessica nos miramos y tomamos la decisión de abandonar el barco. Juan segura vivió muchos años, dijo Jessica en su tono habitual de templanza en medio de una crisis. Improvisamos una mochila con frazadas, algunos víveres, linternas, agua oxigenada, alcohol, zapatos, calcetines, y nos fuimos al cerro donde ya había un contingente de personas considerable. Salir fue difícil, ya que teníamos las entradas obstruidas por el ripio y la arena, tuvimos que desandar lo armado, con la pala logre sacar suficiente barro, para abrir la puerta, aún teníamos unos minutos para poder cruzar hasta el extremo norte de la avenida y lograr llegar a las faldas del cerro. Además, llevamos a nuestras mascotas, una perrita faldera, y al Ching Chang, perro extremadamente inteligente, pero con una fobia al agua que te la encargo, aún así nuestro valiente y fiel perro nos siguió.

Caminamos yo de la mano con mi hija Mara y una mochila que pesaba demasiado, Jessica se encargó de la perrita, nos fuimos por la orilla afirmándonos de las rejas, el barro hacía imposible avanzar, te chupaba los pies, Marita estaba asustada, debíamos intentar cruzar la calle río piedra barro, pero nuestros vecinos del pasaje nos aconsejaban que volviéramos a casa, que era muy peligroso intentar cruzar, que la corriente podía arrastrar a nuestra hija, y quebrarnos las piernas ya que traía bolones en su corrida.

Estábamos dispuestos a cruzar, había una soga amarada a unos postes, esa sería nuestra oportunidad, pero cuando ya nos lanzábamos al ataque, un señor ofreció cruzarnos en su camión, subimos y nos dejó del otro lado, donde la corriente era menos fuerte, y el parque del centro no presentaba inundación. Los vecinos del barrio nos observaban, todos ellos estaban afuera de sus casas, como si fuéramos unos actores mal pagados, en una película cuyo guion se estaba escribiendo. El camión se detiene nos bajamos, una manta cae al barro, tratamos de que no se nos quede nada, hasta un paraguas llevamos.

La corriente de la otra calle es intensa, pero se puede cruzar, hay un negocio abierto aprovecho de comprar una cajetilla de cigarros, los necesitaremos, aún no sabemos que nos deparará el destino en el cerro que será nuestra casa por una noche. No recuerdo la hora exacta, todo ha pasado como en un sueño que en realidad es una pesadilla. Entramos a un pasaje la gente lucha para que no les entre el barro, ya hay olor a alcantarillado, antes solo era olor fuerte de lodo y esa mezcla rara con minerales y agua, un señor nos dice que para subir el cerro debemos seguir por esa calle hasta el final. La gente nos mira como bichos raros, caminamos, hay hoyos, Mara muy valiente y con el espíritu aun en alto me pregunta cosas, ella siempre está haciendo preguntas, yo voy guiando, los demás me siguen, hay hoyos y el lodo ya nos llega a las rodillas. Me pregunto si la decisión de irnos al cerro es la más acertada, muchos se quedan en sus casas, defendiendo sus cosas, en fin, llegamos a la ladera del cerro, tenemos que pasar un último obstáculo, un señor nos ayuda a cruzar el fango, cada vez es más difícil desplazarse, al final todos logramos cruzar una calle perpendicular al pasaje, el tiempo se relativiza cada vez más. Buscamos algún camino para subir, ya nos quedan pocas horas de luz, y nuestras fuerzas comienzan a agotarse.

Llegamos a una pequeña cumbre, Mara, Jessica, Bruno, Ching Chang, y Blanca Nieve, prácticamente toda la familia, el gato se quedó en casa, él puede volar por los tejados, nosotros no. Somos seres que aún reptan por el mundo. Arriba ya hay varias familias con carpas, frazadas, más animales, y preparan una fogata, buscamos un lugar donde poner nuestras cosas, tiramos unas mantas y nos cambiamos ropa, sobre todo a la niña. Mis pantalones están muy húmedos, y no tengo calcetines secos, si lo mezclas con mucho viento que corre en la cumbre las condiciones son desfavorables. Los demás han logrado abrigarse de algún modo, yo tengo demasiado frio en los pies, me estoy congelando, hacemos una improvisada fogata con alcohol en una lata de bebida, un invento del bruno, que jamás le dimos demasiado crédito, pero que hoy cobraba una dimisión de sobrevivencia. Hemos fumado una cantidad considerable de cigarros, y tenemos que racionar, la noche es larga, y tememos que se largue a llover, ese sería nuestro peor escenario.

Como ya dije hay varias familias, los chicos duermen, yo y Jessica escuchamos las noticias en la radio a pila que me regalo mi madre, Mario Huerta no ha parado de transmitir desde que salimos de casa, la Radio Nostálgica ha realizado un gran trabajo. Al fin me decido y me acerco a la manada, hay una fogata, ya está oscuro, les ofrezco alcohol para avivar el fuego, ellos pensaban que era para beber, y por primera vez en todo el día me sorprendo riendo, me dicen que nos arrimemos hacia la fogata, y nos hacen un lado entre dos carpas, despierto a mi gente y les digo que vayamos hacia el fuego. Trasladamos nuestras cosas, una señora se da cuenta que andamos con una niña de 7 años, nos ofrece su carpa para que duerma ella y Jessica, yo con Bruno nos quedamos junto a los demás hombres que vigilamos nuestro cerro.

Muchos vecinos debieron refugiarse en los cerros.

RESGUARDO

En el fragor del fuego conversamos cosas, especulamos otras, escuchamos radio, algunos intentan infructuosamente hacer contacto con sus teléfonos celulares, las mujeres que están despiertas quieren ayuda, hay más niños, necesitamos frazadas, pañales, etc. Muchos de ellos perdieron todo, la mayoría de ellos vienen de un pasaje donde el agua tapo todo el primer piso, alcanzaron a salir antes, con sus carpas, incluso nos dan agua caliente, yo pienso lo increíblemente solidaria que es la gente más humilde, lo han perdido todo, y aun así nos ofrecen lo poco que les queda, simplemente admirable. Días después de lo ocurrido yo iría a devolverles la mano con ayuda en comida y en lo que necesitaran.

Ya no se ve nada, escucho algunos gritos de perros que sucumben al lodo, desde aquí logramos ver la Quebrada de Paipote y el ramal que ha inundado a Llanos I y parte del II, básicamente un badén por donde pasan los autos hacia Paipote. No es posible que las autoridades no hayan hecho nada por contener la quebrada como Dios manda, los necios subestimaron a la naturaleza, hasta construyeron un Mall donde no debían, y la verdad es que una vez que salgamos de esta contingencia tendremos que exigirles que se hagan cargo de la ineficiencia que han demostrado al planificar nuestra ciudad.

Cada vez baja más agua y con más violencia, sólo se escucha el agua, la mayoría de la gente está en sus segundos pisos, alumbran con sus linternas de tanto en tanto para ver cuánto ha subido el caudal. Muchos de ellos ya no tienen primer piso, y mi temor es que la corrida siga creciendo y luego tengamos que ser testigo del sufrimiento y la muerte de personas, entonces hago una oración al Espíritu de la Tierra y del Agua, le pido disculpas, y le imploro su piedad para nuestra gente, esa oración también incluye que no llueva, que como ya dije sería nuestro peor escenario.

Veo una mancha café de lodo que comienza a subir por la falda del cerro, es prácticamente imposible que llegue al nivel de donde nos encontramos, pero todo puede suceder y hay que estar preparado para lo peor, de ser así aún tenemos mucho cerro hacia atrás, de hecho este cerro conecta con el cerro de la Cruz de Paipote, en el cual sabemos por la radio que hay muchas personas también. Incluso se habla de una mujer que está a punto de dar a luz un bebé, Mario Huerta de la Radio Nostálgica hace el contacto para que algunas personas ayuden a esa mujer. Desde Acá vemos la cruz del cerro, y yo pienso en el Padre Negro, el vidente, como buen franciscano siempre muy conectado con la Pacha Mama, cosa que nosotros hemos perdido, nuestra conexión sagrada con el cosmos, y el devenir de los acontecimientos.

Jessica ha logrado dormir un poco dentro de la carpa, en la fogata hay preocupación por las noticias cada vez más alarmantes, la gente de los callejones está atrapada, ya sabemos que ha desaparecido El Salado y sus alrededores, hemos sido declarada Zona de Catástrofe, la esperanza que llegue la Presidenta nos da cierto respiro, sabemos que el Gobierno está programando un rescate por la mañana, pero es solo eso una pequeña esperanza, por ahora no pueden hacer nada, tendremos que esperar los helicópteros en la madrugada, no sabemos si aún tenemos casa, no se ve nada, media ciudad está sin luz, miramos hacia el oeste y se ve el casino iluminado, sectores altos y el palomar.

A mi teléfono aún le queda algo de carga, y trato de no contestar las llamadas entrantes. Contesto una tipo 12 de la noche, es el presidente de la Sociedad de Escritores de Chile, Víctor Sáez desde Santiago, me llama eufórico, me pregunta qué necesito, cómo me encuentro, le cuento mi situación, está perplejo, luego se corta la llamada, vuelve a llamar, le contesto, le digo que tengo poca batería que no me llame más, desde Santiago no es mucho lo que puede hacer. Ahora que lo recuerdo me da risa la llamada de la Sech, pero se agradece la preocupación en el momento mismo de la emergencia.

También recibo una llamada de la hermana de Jessica, la Paty, en su habitual tono de armonía, pero con una mezcla de angustia me pregunta cosas, me dice que va ayuda del Gobierno, que llegarán unos helicópteros, que aún hay esperanzas. Todo se vuelve muy nebuloso, me queda muy poca carga; Jessica cambia la emisora, pone Radio Maray, y llama para establecer un contacto, sus colegas inmediatamente pasan la llamada al aire, se escucha un silencio profesional, es la Jessica llamando desde el cerro, y no como reportera, sino como ciudadana afectada y en apuros. Con Mara subimos el volumen, se escucha el eco típico del acoplamiento y Jessica hace un reporte muy detallado de nuestra situación y la de nuestros vecinos, solicitamos ayuda urgente, pero sabemos que la radio solo está conteniendo a la gente, no se puede hacer mucho hasta que amanezca. Le digo esta llamada quedará como un contacto mítico de la periodista que llevas dentro. Ella esboza una sonrisa.

Son horas límites, las personas comienzan a ponerse más nerviosas a medida que escuchan los reportes, entonces llega una noticia tipo 3 de la mañana, ha nacido un bebé en el Cerro de La Cruz, alguien se emociona, la seremi de salud habla en directo, en medio de tanta tragedia una luz de esperanza, creo que todos de alguna manera nos aferramos a esa luz, a esa bebe que nació en medio de la adversidad más dura, más terrible que ha sufrido Atacama, para todos fue como un alivio saber que había nacido sin complicaciones.

Por primera vez intento dormir un poco, estoy muy callado, como en estado de meditación, aun continuó mis oraciones internas, y de tanto en tanto le hablo al espíritu del agua, le doy las gracias por hacerse presente, pero que ya es bastante; unas estrellas en el firmamento me alivian la angustia de que vuelva a llover, las nubes negras y las estrellas juntas por el cielo, las miro, hace mucho frío, los vecinos me ofrecen un café, me abrigo, avanza la noche ya son las 5 am; y no sabemos si cuando amanezca tendremos casa, es la mayor preocupación por ahora, sin embargo cuando decidimos salir ya habíamos dejado atrás nuestras cosas, nuestros libros y pertenecías materiales, aún estábamos vivos y lo que aparezca tendremos que enfrentarlo con igual capacidad de desprendimiento.

Ha sonado toda la noche el agua y el barro, el rodar y rodar de piedras, un sonido incesante que quedará grabado en mi memoria como el sonido de una naturaleza que nos ha golpeado duro como duro la hemos dañado todos estos años a su existencia. La tierra está viva y nosotros somos apenas un eslabón en su curso.

Por fin llega la madrugada, poco a poco comenzamos a ver la magnitud de la catástrofe, casi todo está inundado, pero aún vemos nuestra casa, resistió estoica la embestida. Por fin vemos las nítidas las caras de nuestros vecinos, lo han perdido todo, pero son las personas más hermosas y mágicas que jamás haya conocido, bajamos el cerro con la angustia de llegar y ver nuestros daños, los materiales, los otros ya viven en nosotros. La fogata aún calienta nuestros cuerpos, sigue encendida gracias a la fe y el tesón de personas que jamás se rinden; nos espera una larga jornada de reparación y también de reflexión sobre la vida”.

Por Cristian Muñoz López.

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