Mientras se preparaban un café, un grupo de científicos y especialistas en biología marina, pesquerías y oceanografía de la Universidad de Concepción, concibieron la idea de escribir en torno a la sardina común, en vista de las informaciones que circulaban profusamente acerca de su estado de conservación y otros aspectos. Fue así como acordaron preparar un texto pero desde la visión de la sardina. Uno de ellos inició el escrito que el resto fue nutriendo con distintos aportes. Así nació esta Carta Abierta de la Sardina Común, de autoría de los doctores Ricardo Galleguillos, Ciro Oyarzún, Eduardo Tarifeño, Sergio Neira, Sandra Ferrada, Rubén Alarcón y Marcelo Oliva, este último de la Universidad de Antofagasta.
A quien corresponda: Mi nombre es Strangomera bentinki, y nadie me preguntó si me gustaba ese nombre que parece tan raro, y que lo especialistas llaman nombre científico; en realidad me gusta más el de sardina común, por el cual creo que la mayoría me identifica. Me he decidido hacer llegar a la opinión pública, algunas consideraciones personales, que desde mi punto de vista son importantes, ya que en este último tiempo, el asunto de la explotación pesquera de la cual soy objeto en la zona central de Chile, y particularmente en la Región del Bío Bío, está muy candente. Se me considera una especie endémica de Chile, lo que quiere decir que me encuentro sólo en las costas de este país, principalmente entre la V y X Región, aunque hay otras especies de sardina en el mundo; de hecho tengo una prima cercana que vive en el sur de Chile, la sardina austral (su nombre científico es menos complicado que el mío, se llama Sprattus fueguensis). Otro familiar, aunque de otra rama de la familia, es la anchoveta que se encuentra desde Perú a Chiloé, y su nombre científico es Engraulis ringens, con ella muchas veces me junto y formamos cardúmenes en el Océano Pacífico de Chile central. Soy un pez pequeño, pero doy de comer (me comen) a muchos otros peces, aves y mamíferos (lobos marinos) del mar chileno, por lo que los científicos muchas veces me consideran como una pieza clave del ecosistema. Nadando en el Golfo de Arauco en búsqueda de alimento, me encontré con un ejemplar de merluza común; la pescada, era una maltona, una merluza grande, vieja y sabia, de las pocas que aún quedan; hacía tiempo que no veía una y me contó que su pesquería estaba en colapso como algunos científicos lo habían advertido, de hecho me dijo que también la anchoveta en esta región se encontraba en colapso. De inmediato se vinieron a mis recuerdos todos esos millones de años -según los entendidos, alrededor de 20- que con mis entrañables compañeras de cardumen hemos vivido a este lado del Pacífico, ocupando el ecosistema pelágico llamado por los oceanógrafos como el Sistema de Humboldt. De verdad, ahora me resulta difícil encontrar anchovetas en esta parte del país. Tengo entendido, que el interés por pescarnos comenzó más o menos en los años 60 del siglo pasado, promovido por pescadores gallegos que no entendía cómo no se hacía pesca de cerco, con la abundancia de peces que había. La cantidad de dinero que ha circulado durante este tiempo con nuestra pesquería debe haber sido enorme, y espero que se haya utilizado con inteligencia, de tal manera que la actividad haya permitido mejorar las condiciones de vida en general, de los que aprovecharon esta pesquería. Actualmente, dos toneladas mías valen más que una pensión mínima garantizada. Tres toneladas son más que el sueldo mínimo. Sin embargo, me acaba de llegar la noticia que varias empresas pesqueras que producen Quisiera, en esta oportunidad, referirme también a las opiniones que vierten algunos usuarios en relación a que se enojan o patalean porque se decretan algunas extensiones de las vedas, cuyo objetivo, entiendo es para protegernos y permitir que esta pesquería pueda seguir sustentándose en el tiempo. En mi ciclo de vida hay dos procesos importantes, la reproducción y el reclutamiento, siendo este último el proceso cuando, aun siendo juvenil, me incorporo a la vida pública, me hago disponible para ser capturada junto con los adultos, para irnos conociendo y tratar de llegar, la mayor cantidad posible a la época reproductiva. Estos dos procesos son los que necesitamos que sean resguardados, y requerimos de vuestra colaboración, dado que somos parte de este mundo global donde cohabitamos con los seres humanos quienes nos capturan y utilizan en sus procesos productivos. ¡Por favor! entiendan que tienen que permitirnos crecer a un tamaño mínimo y respetar el período reproductivo, de lo contrario podríamos pasar a ser flor de un día y desencadenarse un problema social más que serio, tanto para ustedes los humanos como para nosotros los peces. Las personas encargadas de la investigación científica de nuestros ciclos biológicos y función en el ecosistema, no me cabe duda alguna, que el único interés que tienen es tratar de hacer lo mejor posible la tarea, para obtener la información que permita a quién corresponda, fijar las cuotas de extracción y las vedas correspondientes. No olviden que yo vivo en el ambiente pelágico costero, más bien cerca de la superficie, y dada mi estrecha relación con el medio ambiente, si éste fluctúa, yo tengo que reaccionar. Cambios en el medio ambiente (disponibilidad de alimento, concentración de oxígeno, temperatura, corrientes, etc. – uff, son muchos factores) pueden alterar mi crecimiento, y afectar así mis ciclos normales de reproducción y reclutamiento, no pudiendo cumplir con las fechas que en principio se estiman para levantar la veda, y/o prolongar la veda reproductiva, para asegurar la continuidad de mi especie y de la pesquería. Quiero dirigirme de manera especial a los pescadores en general, que cada año tienen ganancias de varios millones de dólares con nuestra pesca, que es una actividad de índole privada muy importante para la región, entregando cifras importantes de empleo directo e indirecto. Por ello, me gustaría ver que los pescadores tengan contrato de trabajo, que de alguna manera pudieran estar protegidos de accidentes y que sus familias cuenten con beneficios de seguridad y de salud y no solamente de la lucha constante para obtener bonos, dinero que provienen de todos los chilenos, cuando no hay faenas de pesca. Un tema que me ha inquietado es saber por qué, además de hacerme harina y aceite, no me usan para hacer conservas en una lata; yo creo que podría ser muy interesante producir un alimento rico en aceite y proteínas, que podría incluirse en las dietas de las comidas que se entregan en las escuelas y otros tipos de instituciones y en muchos hogares. Yo trato de mantener una alimentación sana y crecer rápido para cumplir mi ciclo vital. Por eso, cuando mi ambiente se contamina, muero o escapo. Volviendo a lo de las conservas, tengo la impresión, sin ser especialista en economía, que éste sería un producto muy barato, comparado con las conservas que se importan desde Portugal, Marruecos, España, Indonesia etc., que se encuentran actualmente en los supermercados. Tal vez, algunos emprendedores o innovadores podrían hacer la prueba y ver qué pasa, tal y como ocurre en Perú con mi amiga la anchoveta. Yo estoy disponible. También ha salido a la palestra la famosa Ley de Pesca, promulgada en el gobierno anterior, y conocida ahora como la Ley Longueira; varios sectores han levantado la voz de manera enérgica, para que sea revisada acuciosamente, y la culpan de mi situación actual. Desde mi punto de vista, ya que mi vida no se rige por leyes humanas, sino por leyes de la naturaleza, pero si me veo afectada por ellas, sólo pido a las partes involucradas que se redacten buenos documentos, objetivos y claros en sus planteamientos y pensar de qué manera nosotros/as podamos contribuir a este debate de alto nivel, que me imagino será con el objetivo de permitir que los recursos pesqueros sigan contribuyendo de manera significativa en el quehacer económico y social del país, pero sin hacer desaparecer nuestras poblaciones. Humildemente, |