La Universidades se han transformado en seminarios de formación de la teología neoliberal. Se nos entrega una visión ideologizada como conocimiento. En la soberbia de creernos dueño del conocimiento nos hacemos ciegos y sordos. Esto se enfrenta al sistema de distribución «a la parte» usado por el sector de pescadores artesanales.
Por Diego Pezo R. Ingeniero Civil. Investigador GIPART
Los pescadores artesanales tienen un sistema de distribución de las ganancias denominado “sistema a la parte”. Este consiste en que el dueño de una embarcación (armador) recibe una parte de las ganancias de la faena pesquera, mientras que los trabajadores (tripulantes) reciben otra parte de las ganancias. Las caletas tienen distintas proporciones de distribuciones, sin embargo, el concepto de la parte se mantiene. Es así como en la caleta de Queule (IX Región) el armador se lleva dos partes, mientras que cada tripulante una parte. Mientras que en caleta el Manzano (V Región) el armador y cada tripulante se llevan una parte cada uno.
Ahora bien, si un armador decide trabajar en las faenas, éste recibe su parte como armador y otra como tripulante. Llevémoslo a un ejemplo, si en caleta el Manzano un bote sale con tres tripulantes y el armador se queda en tierra, entonces tenemos 4 partes. Una vez que la embarcación haya vendido sus productos, se restan los costos y a continuación se dividen las ganancias por las partes. Si se tuvo una venta de $340.000 y los costos fueron 60.000, entonces quedan $280.000 a distribuir. Consiguientemente, la parte es de $70.000, lo cual recibe cada tripulante y el armador. Como ocurre en muchos casos el armador también ejerce como tripulante, por tanto, este recibiría $140.000. De esta manera, se define claramente el pago que tiene cada factor productivo; en este caso el asociado a la propiedad de la embarcación y el trabajo asociado a las faenas pesqueras. Se debe resaltar que la proporción entre trabajo y propiedad es 1 a 1.
El “sistema a la parte” descrito en los párrafos anteriores, que están asociados a faenas extractivas en embarcaciones, se podrían definir como circunscritas al ámbito privado. Esta categoría se hace necesaria cuando se realiza la comparación con el sistema de gestión de las áreas de manejo de algunas organizaciones, la cual tiene carácter colectivo. En las caletas de Chaihuin y San Pedro de La Serena se extraen locos y machas, respectivamente, de sus áreas de manejo. En ambos casos se realiza una venta colectiva de los recursos, es la organización la que realiza la venta de los recursos a los clientes. En ambos casos, cada asociado tiene asignada la misma cuota de recursos, por tanto, todos reciben la misma cantidad de ingresos. De hecho, como en La Serena se encuentra el mayor banco de machas del país, las distintas organizaciones de esta ciudad han tenido la capacidad de generar un monopsonio, es decir, tienen la capacidad de establecer cantidad y precio ante los compradores. De esta manera, han podido mantener la sustentabilidad del recurso y el tejido social.
Por otra parte, quienes ocuparán cargos como funcionarios públicos, administradores de empresas y asesores, en este caso para el sector pesquero artesanal, reciben su instrucción profesional en Universidades y Centros de Formación. Los indicadores clásicos para evaluar un proyecto productivo-comercial, son el VAN, TIR y otros. Estos parten, del supuesto de maximizar la rentabilidad y disminuir los costos. De esta manera todos los beneficios obtenidos son administrados por quienes sustentan la propiedad de los medios de producción. Así, el aumento de los beneficios que percibe el empresario se considera el motor de crecimiento de la economía capitalista. Todos estos supuestos están asociados a una visión a priori de la sociedad, por tanto tiene un carácter ideológico, en este caso la teoría neoliberal. Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con esta visión pero, lamentablemente, no se presenta en los planteles educacionales como una alternativa sino como un axioma, es decir, la economía funciona así. Para hacer patente este argumento, se puede comparar a esta ideología con su contendor teórico más directo, la teoría económica keynesiana. Esta igualmente racionaliza la economía capitalista, pero parten del supuesto que los salarios altos, el pleno empleo y estado de bienestar crean la demanda del consumidor que alimenta la expansión económica[1]. Así también hay múltiples modelos de cómo llevar la economía que se han aplicado en distintas latitudes, pero que ni siquiera son mencionadas en las clases impartidas en la “UNIVERSIDADES”. Sin embargo, como se presenta al sistema neoliberal y a la economía como sinónimos, se elimina a priori todos los aspectos de la realidad que no estén circunscritos a esta teoría. Un campo de acción, por lo demás bastante limitado, pues cómo se podría evaluar todo por la maximización de utilidades.
Hace ya varios años el Gobierno de Chile mediante distintos instrumentos públicos ha subsidiado infraestructura productiva, principalmente asociado a plantas de procesos, restaurantes y puestos de venta. Los resultados han sido variables, pero existe una gran cantidad de infraestructura subutilizada o en estado de abandono. Estos activos son entregados a las organizaciones a través de la representación de sus dirigentes. Se toman como variables de decisión los parámetros tradicionales que llevan a un “éxito económico”. Nadie pregunta cómo se va administrar estas unidades productivas, qué se va hacer con las utilidades cuando se supere el punto de equilibrio y cuáles van a ser los reales beneficios sociales que se van a obtener del proyecto. Todas estas preguntas son respondidas por la corriente neoliberal a través del mercado. Según la mano oculta del libre mercado de Adam Smith, se produciría con certeza un mayor crecimiento de la “riqueza de las naciones” y una mejor distribución posible de la riqueza y la renta[2], si todas las empresas buscan maximizar sus beneficios.
Sin embargo, la realidad de la implementación de estas políticas es que al no existir sistemas alternativos al neoliberal, no se avizora los conflicto potenciales que se han presentado y seguirán presentado al entrar en conflicto un sistema a la parte (de distribución proporcional) y un sistema que maximiza los beneficios para el propietario de los activos fijos. El discurso neoliberal se habla entre los dirigentes y las autoridades gubernamentales, con tal de cumplir con los requisitos de financiamiento. Mientras que las organizaciones plantean ante sus dirigentes que tienen la expectativa que el “sistema a la parte” se prolongue hacia la nueva unidad productiva que se está implementando. Por tanto, entran en conflicto, dos visiones de cómo debe funcionar este nuevo ente económico.
El sistema neoliberal no reconoce como eficiente una distribución proporcional. Entonces “hay que enseñarles a los pescadores artesanales a insertarse en los múltiples beneficios de la economía de mercado”. Por tanto, los indicadores “correctos” que señalan el éxito de una planta de procesos que va a ser administrada por una organización de pescadores artesanales debe lograr niveles de venta, y si además, logra generar puestos de trabajo, el rol social se da por cumplido . Pero ambos indicadores no son reflejo que se ha obtenido alguna externalidad positiva a nivel social. Los beneficios económicos pueden recaer en una o pocas manos, y los trabajos generados pueden tener un carácter precario, y ser ejercidos por personas externas al sector pesquero artesanal. De hecho, en varios casos las plantas de procesos han funcionado de esta manera. Los pescadores o sus familiares en su mayoría no se sienten interesados en ingresar a estos planteles porque consideran injusta su forma de remuneración. El “sistema a la parte” se encuentra arraigado en los pescadores artesanales; y por ende, requiere largos procesos para ser cambiada. Sin embargo, cuando estas prácticas generan más beneficio social que las que se quieren implementar – siendo que la inversión del Estado busca precisamente este efecto – resulta al menos contradictoria su implementación.
Un indicador de desarrollo manifestado por distintos organismos internacionales, entre ellos la OCDE, es tener la menor brecha de distribución de la riqueza. Este es el punto más criticable de la economía chilena: grandes números de crecimiento, que no se traducen en desarrollo. Al negar las formas tradicionales de economía en la implementación de políticas públicas, no sólo se pierde la oportunidad de generar más beneficios sociales a través de la adaptación de estos sistemas a nuevas líneas de desarrollo, sino que se rompe el tejido social, desvinculando en los actos a los dirigentes de las organizaciones. Se fortalecen relaciones clientelares entre los organismos públicos y los dirigentes, e incluso se pueden aumentar o generar asimetrías de mercado (¿qué diferencia abría entre una planta subsidiada y una privada a nivel social?).
La Universidades se han transformado en seminarios de formación de la teología neoliberal. Se nos entrega una visión ideologizada como conocimiento. En la soberbia de creernos dueño del conocimiento nos hacemos ciegos y sordos. No se duda que existen muchos funcionarios públicos y asesores con buenas intenciones, sino que se debe ampliar y profundizar la mirada. En este sentido, las ciencias sociales tienen un rol fundamental… de hecho la economía es una ciencia social.
[1] Hobsbawn, Eric, “Historia del Siglo XX”, Editorial Crítica, 2012.
[2] Ídem