El objetivo de la UE no es la inclusión de más refugiados, sino una mayor seguridad fronteriza. La solidaridad dentro de la unión llegará rápidamente a su límite. Un análisis de Bernd Riegert desde Bruselas.
Europa es un fortín con, todavía, grietas, que se van cerrando como se puede. Puede no gustar a mucha gente, pero quienes se ocupan normalmente de la inmigración ilegal, los ministros del Interior, ya advirtieron hace mucho tiempo que la mayoría de los ciudadanos de los 28 Estados miembro está en contra de aceptar un mayor número de inmigrantes y refugiados.
Considerando el creciente número de estos, uno de esos ministros, que prefiere permanecer en el anonimato, nos confiesa que no sabría cómo explicar a sus electores que la Unión Europea no es capaz de evitar la entrada de nuevos inmigrantes ilegales. Los ministros del Interior de la Unión y, con ellos, la Comisión, por tanto, no se están centrando en facilitar la entrada legal a Europa, sino en evitar la ilegal. El fortín Europa está todavía en construcción. Y eso desde hace casi veinte años.
La construcción de la fortaleza avanza
A raíz de la supresión de las fronteras interiores en la UE, las exteriores se han tenido que fortalecer. A veces con vallas, como en España, Grecia, Bulgaria o, recientemente, Hungría. Pero, principalmente, a través de un sistema informatizado de control fronterizo común y con procesos de identificación de todos los solicitantes de asilo. En la última década, la UE ha puesto en marcha la agencia de protección de fronteras Frontex, con sede en Varsovia, y la Oficina Europea de Apoyo al Asilo en Malta.
Grandes bases de datos registran las entradas y salidas, las huellas dactilares y los datos biométricos de viajeros y solicitantes de asilo. Y los cotejan con las de delincuentes o sospechosos de terrorismo. Así se descubren muchas falsificaciones. Los guardias fronterizos, bien entrenados y equipados, se sirven de cámaras de imagen térmica o reconocimiento por satélite. Es parte de la mentalidad de fortaleza que se quiere implantar.
Disturbios en el Castillo
Sin embargo, los sistemas no son infalibles. Algunos países socavan el plan. Grecia, Italia o Hungría, por ejemplo, no quieren o no son capaces de detectar y registrar correctamente a inmigrantes y refugiados. En lugar de eso, los envían a Alemania, Francia, Gran Bretaña o Suecia. Y ahora estos quieren cambiar las reglas.
En lugar de ser el país al que llegan el encargado de tramitar los expedientes de asilo, pretenden establecer un sistema de cuotas equilibrado. El sistema actual, acorde a la conocida como «regla de Dublín», se diseñó hace 25 años con el fin asegurar las fronteras exteriores de la Unión Europea. Todo gira en torno al concepto alemán de «terceros países seguros», de los que no se debe aceptar a solicitantes de asilo.
Avanzadilla exterior
El número de inmigrantes en el Mediterráneo ha llegado a ser tan alto que amenaza con derrumbar el sistema. Europa también ha intentado establecer cuellos de botella en los llamados «países de tránsito». Marruecos es muy efectivo conteniendo los flujos migratorios ilegales. O la Libia de Gaddafi, pero Gaddafi es historia. Con Turquía se ha negociado durante años, pero persiste el problema. Por eso Grecia y Bulgaria han construido vallas. Lo inmigrantes, entonces, tratan de pasar en avión desde Estambul hacia la Unión Europea.
Los expertos advierten de que a estos flujos no se detienen con muros… sólo se desvían. La propia Frontex admite en su anual «análisis de riesgos» que el número de personas que llegan seguirá aumentando… por la guerra en Siria, la dictadura en Eritrea, la pobreza en muchas partes de África, la falta de perspectivas de Kosovo.
Estas previsiones han sido ignoradas por los ministros del Interior, centrados en construir su fortaleza, sin prepararla para albergar cada vez a más gente.
¿Volver a las pequeñas fortalezas y a las fronteras interiores?
La política de inmigración, la concesión de asilo y la acogida de los refugiados sigue siendo competencia de los Estados miembros. Cada uno piensa en acoger al mínimo número posible. Y las fricciones entre ellos ya se han dejado notar, como en el caso del Eurotúnel o de la frontera franco-italiana de la Riviera, que fue cerrada temporalmente. Los países que más inmigrantes reciben se quejan de la insolidaridad de los otros. Y, mientras, la creciente hostilidad hacia los inmigrantes en Dinamarca, Gran Bretaña, Francia, Hungría y otros países es cada vez más nítida. Los ataques contra alojamientos de refugiados en Alemania son terribles, pero no constituyen, en este contexto, ninguna sorpresa.
Cuando la presión vaya aumentando en el futuro, es fácil imaginar que los países miembros quieran regresar a sus viejas fronteras, replegándose en sus propias pequeñas fortalezas. Y poniendo en peligro la libertad de viajar sin controles en la llamada zona Schengen. Sobre esto ya advirtió el ministro del Interior alemán Thomas de Mazière. ¿Se convertirá la inmigración, obviando los problemas sociales, en una bomba de relojería para la Unión Europea?
FUENTE: Dw.De
http://www.dw.com/es/es-europa-una-fortaleza/a-18677909