Nos hemos reunido en este trawün -conversación-, con Graciela Huinao, poeta mapuche-williche que el año 2001 publicó su primer libro de poesía, Walinto. En él aparece su conocido poema “Salmo 1492, Nunca fuimos el pueblo señalado. Pero nos matan en señal de la cruz”. Graciela ha tomado las oralidades de su pueblo y junto a su propia voz ha cruzado las fronteras portando su escritura plurilingüe. Colombia, Guatemala, China, Macedonia y otras naciones la han invitado para conocer y compartir su trabajo literario.
Oriunda de Chaurakawin, antiguo nombre que los williche daban a la actual localidad de Osorno, la escritora reside actualmente en Santiago, ciudad que ha sido el principal destino de la diáspora mapuche. Desde aquí, junto al equipo de Mapuexpress, reflexiona sobre el mapudungun, el habla que su padre, para protegerla de la discriminación, no le transmitió; su relación con la poesía y la narración; la situación de las mujeres mapuche al interior de su pueblo y de las mujeres en general. Nos adelanta algo de su próximo libro, protagonizado por animales, y nos transmite su entusiasmo por la fuerza que la escritura de mujeres mapuche toma cada día “Hice un viaje al sur y encontré a siete poetas mujeres mapuche, después de tres años volví… y encontré a catorce mujeres, ahora debe haber unas treinta mujeres que escriben”.
Por: Angélica Valderrama Cayuman
Mapuexpress.org octubre de 2015
– Su primer libro, Walinto, tiene dos ediciones, una primera bilingüe mapudungun-castellano y una segunda trilingüe, mapudungun – castellano- inglés. ¿Cómo es su relación con las lenguas, con el mapudungun?
– Desde pequeña escuché hablar a mi padre con mi abuela el mapudungun, desde niña, pero cuando yo hablaba con ellos siempre me respondían en winkadungun (castellano, como lohablan los chilenos). Nunca me hablaron en nuestra lengua madre, por lo tanto, yo no la aprendí. Pero sí tenía el sonido en el oído de cómo mi padre hablaba el mapudungun. Cuando él era niño, tenía doce años, lo mandaron al colegio y el profesor lo castigaba cuando lo escuchaba hablar en su lengua. Él contaba que el profesor le hacía colocar las dos manos en el pupitre y le dejaba caer una varilla de membrillo, que son como látigos, cada vez que le escuchaba una palabra en mapudungun. Entonces, mi padre, como una forma de resguardar nuestra integridad, a ninguno de sus hijos nos enseñó el mapudungun.
Sin embargo, cuando comencé a escribir sentí la necesidad de hacer que mi poesía estuviera en mi lengua madre. Siempre en mi casa mis padres me decían que yo era mapuche y sabía que tenía una lengua diferente, entonces me dije que si alguna vez yo publicaba un libro, tenía que ser necesariamente en nuestra lengua madre, así es que busqué a Clara Antinao, una gran profesora y lingüista, y ella hizo las traducciones de mis poemas al mapudungun. Ella también fue mi profesora durante seis años. Me gustaría un día poder hablarlo fluidamente, pero no llegar a traducir mi poesía, porque yo creo que para poder traducir se necesita una persona que no solamente la hable, sino que también la sepa escribir correctamente, como lo hace Elisa Loncon o Clara Antinao.
– ¿Y sobre sus traducciones a la lengua inglesa?
– Cuando ya comencé a hacerme conocida en el medio, me empezaron a llegar muchas invitaciones, principalmente de Estados Unidos. Cuando fui por primera vez, llevé el libro bilingüe y las universidades me dijeron que podía hacerlo trilingüe y yo dije: ‘¿Por qué no?’. Entonces, se me dio la oportunidad de poder hacerlo trilingüe, también me asesoré con una persona experta, Alison Ramal, ella es profesora de la Universidad Católica y fue quien me hizo la traducción al inglés, lo hice por eso, por la necesidad de que allá en Estados Unidos se conozca a través de su propia lengua lo que yo estaba diciendo en mis textos.
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– En su trayectoria ha pasado de la poesía a la narrativa, ¿Cómo están presentes ambas formas literarias en su trabajo escritural?
– Cuando yo escribía poesía no sabía que era poesía, era muy niña, después cuando ya comencé a escribir más fuerte tampoco pensé que iba a publicar un libro. Las cosas se me fueron dando muy de a poco, incluso cuando yo publiqué los primeros poemas tampoco decía que era poeta, porque para mí ser poeta era una cosa muy grande.
Yo, a lo mucho, había publicado dos poemas en un diario. Cuando me di la oportunidad de publicar mis primeros textos, mis primeros libros, yo decía: escribo, nada más. Vi que a través de la poesía llegaba a mucha gente y vi también que era de interés, me fui dando cuenta de que lo que yo estaba haciendo le gustaba a la gente, porque mis libros los vendía y todavía los sigo vendiendo, en un país que casi no lee.
En mi familia, a través de la oralidad, existen muchas historias, muchos cuentos, muchos relatos. Yo estoy dando a conocer esos relatos y me doy cuenta de que tienen mucha poesía. Cuando yo escribo no puedo soltar a la poeta, entonces esa fusión entre narrador y poeta es la que está descubriendo la gente hoy y le está gustando.
– Sus poemas han sido incluidos en varias antologías, principalmente junto a los de otras mujeres mapuche. Podemos observar, además, un incremento en la escritura de mujeres mapuche, ¿Se puede hablar de un movimiento de mujeres escritoras mapuche?
– Yo creo que… no, no sé si es movimiento, pero yo creo que hay una fuerza, una fuerza que posiciona a la mujer mapuche en la literatura.
Yo hice una antología: “Hilando en la memoria”. Hice un viaje al sur y encontré a siete poetas mujeres mapuche, después de tres años volví a hacer la misma antología y encontré a catorce mujeres y ahora debe haber unas treinta mujeres que escriben.
Esta fuerza de las mujeres en la palabra creo que siempre se ha dado, lo único es que no tenía la posibilidad de ser publicada en un libro. Yo sé que hay muchas mujeres que escriben y no tienen esa posibilidad de dar a conocer sus textos acá en Santiago, porque muchas de ellas habían venido solamente aquí a Santiago a trabajar de nana, quizás la mayoría, y las otras estaban recién estudiando cuando se publicó ese libro.
– ¿Cómo fue esa experiencia?
– Yo vi que éramos todas distintas, en la poesía éramos distintas, pero en el fondo todas teníamos la misma fuerza que era de denunciar o dar a conocer cada una su… más que intimidad, su mundo mapuche. Cada mapuche tiene su mundo diferente, una parte muy importante de la historia que contar.
Esa necesidad y ese deseo que cada mujer tenía yo lo armé en el libro y se dio a conocer y bien por ellas. A algunas les ha ido muy bien, algunas volvieron al campo y no volvieron a publicar más, pero la poesía es algo que está dormido y en cualquier minuto vuelve a despertar. Yo creo que esas mujeres algún día van a volver a tomar el lápiz y a volver a escribir y van a poder publicar, hoy día es mucho más fácil. Antes, quince años atrás, era muy difícil que una mujer mapuche pudiera publicar.
– En las primeras páginas de su último libro, Katrilef, aparece una invocación y saludo a las ancestras: las domokuifykeche, ¿Cuál es su relación con ellas?
– Yo cada libro que hago, primero le pido permiso a ellas, y no solamente a las mujeres que delinearon mi forma de ser y mi cuerpo, sino que también a todos mis espíritus, porque sin ellos no sería nadie. Son ellos los que me dan el aliento, ellos me contaron. Entonces para mí sería muy arrogante decir que soy poeta, sería muy arrogante decir que soy escritora o narradora, yo lo único que hago es tomar y remover la memoria que ellos me entregaron y como aprendí a leer y escribir lo hago.
Pero yo digo que si mis abuelas hubieran aprendido a leer y escribir ellas hubieran sido las escritoras y no yo.
– En su último libro hay descripciones que son difíciles de encontrar desde la escritura mapuche sobre la vida de las mujeres dentro de su cultura -por ejemplo: “Para ella no era correcto que su Ad mapu (las reglas sociales y valóricas que rigen al pueblo mapuche) otorgara a los hombres tanta autoridad sobre las mujeres”. ¿Por qué tomar esta voz?
– Es que el pueblo mapuche es un pueblo como todos, entonces siempre se ha ensalzado o recalcado las cosas bélicas y nosotros como mapuche sabemos que también tenemos cosas que no son tan buenas y que tenemos que colocarlas en el tapete para enjuiciar nuestro propio caminar.
Nosotros somos un pueblo, yo como persona tengo mis envidias, tengo mis temores, tengo… soy mala, soy buena… pero con toda esa carga tengo que seguir adelante. Mi pueblo es lo mismo. Lo tomo como una entidad, como si fuera un ser total, con cosas buenas y cosas malas, pero no resaltar solamente las buenas, también hay que decir las malas y esas cosas ocurrieron en el pueblo mapuche, donde la mujer era un producto… como un objeto. He sabido que un ülmen (un hombre rico), por su poderío económico, podía comprar las mujeres que quería y podía rechazarlas además, y nadie ponía en tela de juicio la actitud de ese hombre.
Entonces, esas cosas también hay que contarlas para que un pueblo salga adelante, las cosas buenas hay que decirlas, pero las cosas malas también y, si van en desmedro de la mujer, en este caso también hay que decirlas. Somos personas y tenemos voz y las que ya no están… su voz no está, pero estamos nosotras para decirlo.
Hay que saberlas contar, hay que buscar el lenguaje, hay que buscar la voz del respeto, la voz mediadora entre el lector y el que escribe para poder decir las cosas sin herir a otras personas, sin ofender a otra persona, pero hay que decirlas.
– ¿Y qué piensa sobre la situación actual de las mujeres mapuche?
– Yo creo que no solamente en el pueblo mapuche, también en el chileno… acuérdate que hace cincuenta años no más la ley que el patrón tenía que ir a probar a la mocita cuando se casaba se abolió, no hace mucho.
Yo creo que las mujeres de a poco… el miedo lo van perdiendo y el miedo se va perdiendo con el conocimiento, porque la mujeres antiguamente no leían, no iban a la escuela, no votaban, no tenían voz, yo creo que a través de la lectura principalmente y del conocimiento las mujeres van adquiriendo voz y teniendo opinión.
No es que seamos más o superiores a los hombres, tenemos los mismos derechos y condiciones de vida, y aunque el hombre no lo crea que las mujeres vivimos más que los hombres, somos más fuertes, pero esas cosas tampoco se dicen. Yo creo que no solamente en el pueblo mapuche sino que en general las mujeres hoy día vienen diciendo todas estas cosas que estaban ocultas y que las sabíamos por la boca de las abuelas, de las bisabuelas, de las tatarabuelas.
– Lamgnen (hermana) sabemos que está inmersa en varios proyectos, respecto de su nuevo libro “Kullin epew ” (cuentos de animales), ¿Nos puede adelantar algo de este trabajo?
– El “kullin epew” es un libro de cuentos de animales. Es muy característico en el pueblo mapuche que a la orilla del fogón, íntimamente, se ponían a contar estas historias de animales, donde toman el rol de personajes principales, y tienen vida propia, una mente. Tengo alrededor de seis cuentos ya escritos, del puma, del caballo, de ovejas, gallinas, pero todo con la visión de los pueblos originarios.
Quiero que sea con dibujos, ya no tanto para las personas mayores, sino que también llegue a los niños, va a ser para la adolescencia.
– Volviendo a su relación con las lenguas, y para cerrar con este trawün, ¿Cómo evalúa su presencia en la Academia Chilena de la Lengua a poco más de un año de su incorporación?
– Cuando me nombraron yo no sabía lo que podía hacer allá. Yo decía Academia Chilena de la Lengua, yo sabía que teníamos una lengua chilensis, que algo que venía derivado del castellano. Yo decía: ‘¿cuál va a ser mi rol?…’. Y ya sé cuál es: meter el mapudungun a la lengua chilensis. Primero, yo le dije a los académicos que ellos hablaban el mapudungun, me preguntaron por qué y les dije que muchas palabras que ellos hablaban venían del mapudungun y de otras lenguas originarias. También les dije que hay algunas aberraciones como el cahuín, que no es andar desprestigiando a otra persona sino que el cahuín es fiesta.
Para el próximo año, quiero llevar a los poetas mapuche a recitar a la Academia, en 130 años soy la primera mujer mapuche en estar en la Academia Chilena de la Lengua.
Chaltu mai, peukayall
¡Gracias, hasta pronto!