Por Jorge del Carmen Ripper.-
La señorita Luli Nicole Moreno, una mujer inteligente, sabe que su negocio es llamar la atención. Es su trabajo de chica Pin-Up. Necesita ser retuitiada. Necesita seguidores o followers. Necesita que la llamen de la tele. Y, entonces, allí en alguna parte aparecerá el dinero del cual ella vive y sobrevive. Es un modo de generar riqueza.
Cualquier precio es bueno para llamar la atención y ser popular en la amplia masa que da el rating. Es un cálculo algo cínico. La señorita Luli todo lo hace por un buen click y para aumentar sus seguidores o followers en las redes sociales.
Parece sencillo. Pero no lo es. Ese mercado de la farándula es un mercado duro, bravo. La señorita Luli debe competir con los gifs de gatitos y perritos, que le gustan mucho a la gente en las redes, o bien debe competir con las provocativas y altamente elaboradas imágenes de Lady Gaga. No es fácil ser una Pin Up destacada. Hay mucha competencia.
La señorita Luli Nicole aplicó una leve creatividad y escogió inicialmente parecer una femme fatale algo tonta.
«Me lla-mo Lu-Li»
Es decir, una anti-heroína o vampiresa o chica Bom Bom que actúa de Re Huevona. A ella no le importaba que le dijeran «huevona». Son los riesgos de su negocio.
Esa fue Luli 1.0.
Hasta que la señorita Luli Nicole descubrió que todo tiene un límite en las redes sociales. El negocio de las followers tiene un doble filo. La gente en las redes sociales parece despistada, pero no lo es tanto. Están atentos. Si te pasas de revoluciones el sistema funciona en contra.
Ese negocio, el negocio de la señorita Luli, es un afilado cuchillo de doble filo.
En algún momento, Luli (que no es tonta, repito), se dio cuenta que había llevado su actuación demasiado lejos. Se había pasado de revoluciones.
Entonces la señorita Luli se recicló. Y este verano que termina se rearmó.
Apareció la Luli 2.0.
Más recatada. Habló menos. Sonrió más. Más plácida.
Tonta, pero no re tanto.
Se transformó en una verdadera líder de la revolución Pin-Up.
Y así fue que, este año, los estimados y agudos periodistas de farándula la eligieron reina del festival de Viña. Todo un logro en la carrera de la señorita Luli Nicole.
Los políticos cometen el mismo error. Muchos de ellos están en la fase Luli 1.0. Muchos políticos cuando hablan son huevones y parecen huevones. Todo por un click y un follow en las redes sociales. Basta ver la lista de imbecilidades que dijeron sobre el tema de la despenalización del aborto. En las redes sociales les echaron limón y se los comieron vivos. Han traspasado ese límite invisible pero real, de esto que los chilenos sin eufemismos, en la casa o en el bar, llamamos simplemente, huevonería.
Ahora bien. Lo mismo, lo mismito le sucede a un columnista de la plaza, un sociólogo llamado Eugenio Tironi, un activo tuitero. @eugeniotironi Es duro ser sociólogo tuitero hoy en día. Eugenio Tironi es un columnista que necesita ser retuitiado. Necesita followers. Necesita que lo lleven a la tele. En alguna parte él cobra. De eso vive y sobrevive.
Pero, Eugenio Tironi la tiene difícil.
Para empezar, Eugenio Tironi no tiene las lindas tetas de la señorita Luli Nicole. No es una Pin-Up.
Y nadie lo retuitea o le pondrá un «Me gusta» si Tironi postea sobre un informe que se llame «Composición de las clases sociales en la era posmoderna», por ejemplo. Aburrido.
Entonces, Eugenio Tironi comienza el año laboral al estilo Luli 1.0.
Tironi es un gallo consciente que toda comunicación se juega en el ámbito sentimental. Por eso, Eugenio Tironi escribe un artículo publicado en El Mercurio sobre las vacaciones en el sur sobre «la gente como uno» (los ricos, los oligarcas) y «ellos» (los morenitos con polera del Colo o la U) en un tono de fenotipos del siglo XIX.
«Qué lindo que los negritos estén aquí por primera vez contaminando los ríos del sur.»
Se democratizó el sur -dice el sociólogo Tironi-, tal como se democratizó el Metro del Transantiago.
Raro y sentimental.
Parece que Tironi se estuviera meando.
«Me meo, me meo de gusto.»
Es raro encontrar un viejo sociólogo, educado en los años 60, que aún use esa admirable y sofisticada narrativa colonial y racista.
Pero a Eugenio Tironi parece que no le importa. Parece que su cálculo también es cínico.
El negocio de Tironi es otro. Es, al igual que la señorita Luli 1.0, el negocio de los followers, de los clics.
Obviamente, las redes sociales masacraron a Tironi. Vean, no más, la foto chistosa que se viralizó en las redes. Un colonialista arriba de un sillón de madera.
Entonces, Tironi, que conoce el juego, escribe otro artículo en El Mercurio de título Malo, para explicar porque fue crucificado en la redes.
Eugenio Tironi acusa a las redes sociales de tribalismo.
Eugenio Tironi juega a ser víctima por un rato.
Un mártir del pensamiento lógico.
Y luego Tironi será héroe.
Eugenio Tironi se hace invitar en algún canal de televisión.
Levanta sus cegas muy re negras, que resaltan de las canas muy blancas de su cabeza, y nos explica de nuevo lo que nosotros no entendimos de su narrativa colonial.
Luego escribirá un libro. Etc, etc.
Nada que el sociologo Eugenio Tironi no haya hecho por décadas. Ocupar el territorio, aunque su discurso sea vacío y cutre y low cost. Sin voltaje.
Sociológicamente, Eugenio Tironi está en la etapa de Luli 1.0.
La fase deseperada. «Me lla-mo Lu-Li»
La fase «Re Huevona», que la señorita Luli Nicole (que es inteligente) ya abandonó.
Y por eso, en este comic, la señorita Luli Nicole es nuestra reina. Y Eugenio Tironi un villano.