Chiloé ha abierto un diálogo profundamente crítico y constructivo y ha estimulado la acción y la visualización de necesidades políticas propiasdel conflicto local.
Por: Marcos Uribe Andrade.
Chiloé, 20 de mayo de 2016
CHILOÉ: La explosión del descontento y el falso sustrato ontológico del “quiebre” en el movimiento isleño
Los nuevos movimientos sociales no sólo requieren orgánicas, modelos funcionales y sistemas coordinadores, que obedezcan a su naturaleza constitutiva, a su dinámica, sus autonomías y diversidad. También demandan renombrar la realidad.
Quiero referirme, de manera breve y simple a lo acontecido en el reciente movimiento del Archipiélago de Chiloé, plenamente vigente y activo:
El movimiento chilote es complejo, diverso e inclusivo; es de grupos con autonomía, que han sido capaces de concertarse y ganar el foco de la atención nacional e internacional. Las convergencias han sido valiosas y sin duda la prudencia y la inteligencia se suman a la solidaridad de la gran mayoría de los habitantes y a la valentía con que el pueblo ha levantado la voz y salió a las calles.
Los trabajadores del mar fueron el centro transitorio de este conflicto y avanzaron en puntos relevantes: además de buscar negociación y acuerdo, han portado las demandas generales de los habitantes del archipiélago: en un escenario de gran valor mediático y combativo, junto a otras fuerza sociales, jerárquicas y heterárquicas, se suman al gran objetivo de encontrar un camino sin punto de retorno, cuya meta sea instalar un nuevo modelo de desarrollo local.
Reflexión en la tregua:
Hace unos días, muchos sólo vieron un “quiebre” en la “negociación y acuerdo” de los dirigentes pesqueros de seis comunas en conflicto. Una semana después, la totalidad de ellas ha acordado poner en pausa el tono de la movilización. Esta concepción de quiebre se ancla en una idea rígida, que termina poniendo en riesgo de hacer verdad, algo que en el soporte real, no es más que una interpretación sesgada del conflicto.
No voy a cuestionar en detalle el sentido de un “acuerdo” en el marco de una “negociación” con el Estado y el Gobierno, pero de paso quiero mencionar que mientras el Estado no cambie su esencia neoliberal, ni el mejor acuerdo para llegar a un término de conflicto de los movimientos sociales, tiene algún valor más allá que el de sólo resolver un nudo táctico: los acuerdos son válidos hasta que dejan de serlo y ello es definido por el cambio o el acento de las condiciones que determinan la conveniencia de las partes. Es decir: ni los pescadores entregaron su oreja ni el gobierno entregó la suya. La contradicción de fondo que representa los intereses del sector pesquero artesanal, contra el maridaje empresario-estatal, sigue, tal cual, en pie y profundizándose cada día más, al igual que conflictos y demandas más generales.
Chiloé ha abierto un diálogo profundamente crítico y constructivo y ha estimulado la acción y la visualización de necesidades políticas propias del conflicto local: se pone en evidencia la tarea pendiente de avanzar hacia una Multisectorial analítica, propositiva y resolutiva, que represente a la mayor cantidad de organizaciones de la sociedad del archipiélago. Se agrega a ello una suma significariva hacia un salto cualitativo de la conciencia nacional, junto a otras instancias recientes: Freirina, Aysen, la Araucania, la contaminación del Rio Cruces en Valdivia, el desastre producto de la intervención de la pre cordillera de la Región Metropolitana, la contaminación de las escasas aguas del Norte Grande y una larga, triste y terrorífica lista de agresión criminal al medioambiente y a los Derechos Humanos que ello implica.
Lo más importante: todo indica que la profundidad del daño causado junta las voluntades en torno a la indignación: ”LOS CHILOTES NOS HEMOS PRIVADO” y reconocemos una gran razón convergente, más allá de las particularidades de cada sector: NOS UNE LA CONCIENCIA DEL DEBER DE RETOMAR EL CURSO DE NUESTRA HISTORIA y la necesidad de imponer nuestra decisión soberana sobre el mar y la tierra, que nos constituye como hijos de la épica cosmogonía heroica y erótica de Cai Cai y Ten Ten Vilú.
El curso de la unidad no puede confundirse en el macizo del bosque, porque entonces no advertimos que cada árbol crece solo, pero bien acompañado; que cada chilote hace su casa, pero juntos formamos un pueblo. Somos gente de mingas y medanes; somos de fiestas, salomas y pasacalles, pero somos también de recogimiento, intimidad, mate y sopaipillas. Con los más cercanos cocinamos un curanto en hoyo con piedras ardientes, pero volvemos a la minga, porque los grandes pasos los damos juntos.
El concepto de quiebre supone una unidad monolítica. Pero no hay, ni tiene que haber unidad monolítica. La unidad de la minga está en ella y dura lo que dura….luego cada cual marcha por el ancho camino de la vida: la convergencia y la divergencia es parte de la unidad real. El resto (esa unidad rígida) no es más que una entelequia que se estrella sin salvación contra la inapelable realidad real, que exige ser reconocida con toda su dispersión, en su diversidad y en la esencialidad humana que felizmente es. El no reconocer esta condición, atrapa los propósitos políticos mayores, en un laberinto infinito de fracasos que acosan y destruyen los pasos posibles de convergencia; destruyen la posibilidad de juntarnos en un proyecto histórico de desarrollo consistente, pertinente y sustentable, porque la humanidad no es así y nada se puede construir sobre lo que no es.
La gran lección de la lucha chilota será esta: la unidad en la diversidad no implica la anulación de nadie y cuando se reconocen los grandes objetivos que nos permiten seguir avanzando en las grandes tareas, la convergencia y divergencia se hacen parte del caminar juntos. Podemos avanzar con las identidades intactas, porque nadie quiere enajenarse en dicha entelequia, para dejar de ser aquello que es. Detenerse un rato en el descanso de la escalera, no tiene por qué detener el mundo: la vida misma nos pone nuevamente en el camino.
Nada ha concluido hoy en Chiloé: el conflicto recién asoma la nariz; la crisis recién se insinúa. La identificación de las contradicciones fundamentales que nos hermana, nos debe poner por encima de la pretensión de anular al otro e impone el imperativo de la generosidad en función de las conquistas necesarias.