Hay que cambiar el paradigma. El de la izquierda y la derecha desarrollista, que no ha comprendido que sin responsabilidad ambiental llegará el momento en que no habrá seres humanos qué cuidar.
Por: Patricio Segura Ortiz, Periodista.
Mediante diversas plataformas hemos leído y escuchado los intentos del gobierno y las empresas de responsabilizar a la marea roja de la crisis sanitaria, ambiental, productiva y cultural que hoy afecta no solo a Chiloé sino que a gran parte de las costas de la región de Los Lagos.
En un incesante bombardeo mediático, se concentran las miradas hacia el cambio climático (de origen antrópico) y, en el fondo, a esa terrible naturaleza. No nos cabe duda que si pudieran, culparían al espíritu santo o a la mala suerte. El problema es que la ciudadanía ya tiene otros medios para informarse y se ha ido instalando que en el conflicto tienen arte y parte (por lo menos por su importante aporte a un colapso sistémico) las contaminantes prácticas de la industria del salmón. Una forma de intervenir los ecosistemas de manera brutal, convirtiendo el fondo marino y las costas en repositorios de plástico, materia orgánica y sustancias químicas. En la práctica, transformando el sur en un basurero. Con la complicidad de un estado miope y clientelar.
Pero si uno se eleva un par de metros del suelo, la conclusión es que el problema no es la salmonicultura sino nuestro modelo de desarrollo. Uno que ve la naturaleza solo como despensa o botadero, y a las comunidades que habitan los territorios como un número más dentro de los costos de los proyectos. Mal que mal, gran parte de este tipo de empresas son controladas por inversionistas que no viven en los lugares que impactan.
Es el paradigma. Uno de tipo extractivista con sus componentes de acumulación y depredación de los territorios (“zonas de sacrificio”), del cual no está libre ninguna región del país. En Aysén eso lo tenemos claro.
Por eso el reciente anuncio de la carrera de Ingeniería Civil en Energía en la Universidad de Aysén, sin un apellido orientador, nos llamó a muchos la atención. No porque no sea esta disciplina importante, sino porque no hay claridad en que su estructura curricular estará enfocada a lo que desde hace bastante tiempo se viene demandando en Aysén. Sustentabilidad con todas sus letras, pero con mayúsculas, no la que se utiliza como medio para legitimar decisiones que se amparan en la mercantilización de la naturaleza y pensando que el planeta aguanta todo.
Porque Ingeniería Civil en Energía sí, pero con una mirada distinta. No del tipo “generar que el mundo se va a acabar” al que nos han acostumbrado los distintos gobiernos precedentes. Tampoco con la que ve esta área exclusivamente como una más del modelo económico, donde el ciudadano solo es cliente de alguien que genera y vende.
Que tiende a la sobreproducción porque como dice la ciencia clásica, a mayor escala, menores serán los precios. Los resultados de este formato los vemos todos los días en las plantaciones forestales, la industria del cerdo, el salmón, los pollos. Porque cualquier buena idea si se cruza con la variable ambición, en algún momento se convertirá en un problema.
Cuando se comprende la energía como un bien común, se desacopla de la visión mercantil. Así, no estaremos preocupados de cuánto generan las grandes empresas sino cómo cada uno va avanzando en hacerse cargo de sus necesidades en este ámbito. Soberanía energética le llaman. Distribución de la riqueza energética y con responsabilidad ambiental, le decimos otros.
Porque hablar de enseñar sobre energía en Aysén sin entregar claramente elementos que orienten sobre la visión que hay detrás (más allá de las buenas intenciones sobre sustentabilidad que hemos escuchado de parte del centro de estudios) podría ser la base para continuar el modelo extractivista, cuyas nuevas víctima serían Aysén y el resto del país. Convertir a esta tierra en una gran pila para Chile (e incluso al país con respecto de Sudamérica) es uno de los leit motiv del ministro que este viernes llegó a Coyhaique tan presto a celebrar el anuncio de la nueva carrera. ¿Por qué no esta disciplina en otra región? Es que Aysén tiene agua y mucha, y además es oportunidad frente a la futura interconexión (palabras que permean su discurso). Si fuera porque se reconoce que en esta tierra hemos reflexionado sobre la vida en armonía con los ecosistemas, sería distinto. Pero lo sentimos, fue Pacheco el que vino a saludar.
Esto no es simple elucubración. Es solo entender que la construcción de región se hace dando luces sobre el sentido profundo que tiene la vida en este territorio. Uno que nos ha costado a muchos construir y que seguirá presente en el corazón de Aysén, reserva de vida.
Y para eso hay que cambiar el paradigma. El de la izquierda y la derecha desarrollista, que no ha comprendido que sin responsabilidad ambiental llegará el momento en que no habrá seres humanos qué cuidar.