24 - noviembre - 2024

Los Antibióticos: ¿La próxima crisis de la salmonicultura chilena?

Si bien es cierto que con los actuales métodos de detección de antibióticos en carnes no se han encontrados evidencias que los salmones contengan o acumulen los antibióticos aplicado en el proceso de producción, existen un alto riesgo que se generen bacterias libres en el medio marino de alta resistencia a los antibióticos que podrían generar patologías incurables para otros componentes del ecosistema marino y potencialmente  al ser humano.


salmones-hacinados


Por: Dr. Eduardo Tarifeño Silva, Biólogo Marino, Ph.D. Miembro Titular del Consejo Nacional de Pesca
08 de agosto de 2016.


El modelo de producción de la salmonicultura chilena está hoy en crisis. Después de un acelerado ritmo de crecimiento y expansión generando grandes rentabilidades a las empresas y expectativas de mayores volúmenes de producción que llevó a este sector empresarial a ser considerado como un ejemplo digno de ser copiado,  la situación actual del sector es de un estado en crisis que requiere a la brevedad, un replanteo del modelo de producción. En su momento de mayor nivel de cosecha, con cerca de 800 mil toneladas, la salmonicultura chilena ocupaba el segundo lugar en el mundo, detrás de Noruega que producía 1,2 millones de toneladas, pero las aspiraciones eran llegar al primer lugar. Sin embargo, el brote del virus ISA en 2007 cambió el optimista panorama que existía, cuando  la industria salmonera debió enfrentar complejos desafíos en el ámbito regulatorio y sanitario que afectaron negativamente  las expectativas de producción, generando conflictos con la banca por la devolución de los generosos préstamos con los cuales se había financiado el acelerado crecimiento de la salmonicultura chilena.

Cuando aún no se había estabilizado esta situación y existiendo claras diferencias de criterios entre el sector salmonero y la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura respecto a las modificaciones que eran necesarias para evitar la rápida propagación de nuevos  virus patogénicos como el ISA, ocurrió una  nueva la crisis; esta vez  por la alta mortalidad de los salmones en cultivo causada por las florecimientos algales, especialmente de la microalga, Chatonella sp., provocando un severo conflicto ambiental por la incapacidad de los planes de contingencia para disponer la alta biomasa de peces muertos (40 mil toneladas). Como consecuencia de esta reciente segunda crisis, se calcula que la producción de 2016 no llegará a las 700 mil toneladas. Por lo anterior, la industria salmonera está en plena evaluación de los planes de contingencia para salir adelante en sus proyectos de largo plazo a pesar del fuerte impacto que ha significado las dos crisis mencionadas, con claras consecuencias económicas y sociales en el sector salmonicultor.

Pero, para complicar aún más la situación,  existen preocupantes  antecedentes que están recién saliendo al conocimiento público que indican que puede ocurrir una nueva crisis, como sería el rechazo a la comercialización del salmón cultivado en Chile en los mercados mundiales debido a los altos niveles de antibióticos y antiparasitarios empleados en el proceso productivo.

A nivel mundial hay una creciente preocupación por el uso indiscriminado de diversos tipos de antibióticos para combatir infecciones cada vez  más resistentes en la industria agronómica, incluyendo el cultivo de peces. El riesgo que existe es que por el intensivo uso de antibióticos, algunos de ellos de reciente generación y gran potencia, se generen “superbacterias” con alta resistencia a los antibióticos y por lo tanto con un gran poder patogénico y de propagación que podrán afectar a los seres humanos.

En Chile,  los datos disponibles sobre el uso de antibióticos, en la salmonicultura nacional, especialmente Florfenicol,   indican que en la producción de 470 mil toneladas en 2010  se usaron 143,2 toneladas de antibióticos (0,031%) mientras que en producción de 850 mil toneladas de salmones en 2015, el uso fue de 560 toneladas (0,066%). Es decir, se duplicó el  Índice de Consumo de antibióticos (kg de antibióticos/ kg de peces). Actualmente, existe un proceso judicial entre SERNAPESCA y algunas empresas salmoneras que se han negado a entregar la información sobre el uso de antibióticos en sus procesos productivos; sólo 22 de las 25 empresas con centros de cultivos en el mar han entregado la información requerida por transparencia pública.

Si bien es cierto que con los actuales métodos de detección de antibióticos en carnes no se han encontrados evidencias que los salmones contengan o acumulen los antibióticos aplicado en el proceso de producción, existen un alto riesgo que se generen bacterias libres en el medio marino de alta resistencia a los antibióticos que podrían generar patologías incurables para otros componentes del ecosistema marino y potencialmente  al ser humano.

Esta situación puede llevar a los organismos internacionales que supervisan la calidad sanitaria de los alimentos que se comercializan en los mercados mundiales, incluyendo la certificación “verde” de los procesos de producción, a establecer barreras de entrada del salmón cultivado Chile en los mercados internacionales. Ya en 2015, empresas minoristas de distribución y supermercados en Estados Unidos decidieron reducir sus compras de salmón  chileno en favor de salmones silvestres libres de antibióticos, eliminando el salmón de cultivo de sus estanterías.

Esta situación, sería una nueva crisis  en la salmonicultura nacional, que vería drásticamente disminuida la demanda, en momentos en que sus costos de producción son más altos que la competencia noruega.

Por ello, la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura hace bien al plantear recientemente que al disminuir las densidades de cultivos, como lo establecen las nuevas regulaciones, se reducirán también las frecuencias de las enfermedades y por lo tanto el uso de antibióticos para combatirlas. Un dato alentador en este preocupante escenario para el futuro de la salmonicultura nacional, es que recientemente un grupo de empresas se han asociado para en conjunto realizar “Proyecto Pincoy” que tiene un enfoque preventivo y pretende disminuir el uso de antibióticos hasta un 50% a 2018.

 

 

 

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