Como varios otros casos de conflictos ambientales, el caso de la tronaduras en Isla Riesco es un ejemplo más de los errores de la legislación ambiental al establecer normas pensadas con enfoque netamente antropocéntrico, en desmedro o desconocimiento del nivel de impactos sobre los componentes de la fauna que realmente ocupan los espacios que están siendo intervenidos por el ser humano.
Por: Dr. Eduardo Tarifeño Silva, Biólogo Marino, Ph.D.
Miembro Titular Consejo Nacional de Pesca nominado por Presidente
Concepción, 23 de agosto de 2016.
La Isla Riesco, es la cuarta más grande de Chile, ubicada a 130 kilómetros al noroeste de Punta Arenas, tiene yacimientos carboníferos que están siendo explotados por un consorcio formado por de las empresas COPEC (Angelini) y la empresa naviera ULTRAMAR (Familia Von Appen) a través de Minera Isla Riesco y Minera Invierno S.A. A pesar de que el carbón que forma estos yacimiento es de tipo sub-bituminoso de bajo poder calorífico y muy contaminante, el proyecto “Mina Invierno” fue el primero aprobado por el Servicio de Evaluación Ambiental de Magallanes (SEA Magallanes) y por el Comité de Ministros para la Sustentabilidad de Chile, a pesar de la oposición de una grupo de organizaciones ambientalistas. Recientemente, una nueva resolución ambiental autoriza a esta minera a emplear tronaduras para explotar los estratos carboníferos, como una manera de reducir los costos de explotación. Esta resolución fue aprobada después de haber sido rechazada en dos ocasiones anteriores la Declaración de Impacto Ambiental presentada.
Sin embargo, la resolución ambiental no consideró los efectos de los ruidos provenientes de la tronaduras, en todo su espectro de impactos, considerando sólo que no había asentamientos humanos en las cercanías que podría ser afectados por los ruidos y generación de polvo. La Isla Riesco se caracteriza no sólo por tener una biodiversidad de gran valor ecosistémico y en la conservación de la fauna autóctona, sino que también su entorno marino alberga una gran variedad de poblaciones de mamíferos marinos residentes y otros temporales. Ellos son los habitantes marinos que más serán afectado por las tronaduras que se usarán para soltar el material carbonífero en tierra.
Es de más conocido que los mamíferos marinos usan sistema de ecolocalización submarina para percibir y dimensionar el ambiente en el cual nadan y se desplazan. Las leyes físicas indican que los sonidos se transmiten con gran velocidad y a grandes distancias en la corteza terrestre y que las ondas sónicas se propagan al medio marino, donde se pueden recorrer grandes distancias sin sufrir una atenuación. Es esta cualidad de propagación de las ondas sonoras la que les permite a los mamíferos marinos escuchar sonidos generados a grandes distancias fuera de su alcance visual, permitiéndoles evaluar las dimensiones del espacio marino y también reconocer a congéneres de su comunidad.
Las vibraciones que generan las tronaduras se propagan por los mantos terrestres y después entrarán a las masas de aguas que rodean la isla, generando un ruidos marino que no es percibido por lo oído humano, pero sí por los mamíferos marinos, especialmente ballenas y delfines. Además, por los estrecho del sistema de canales que rodean la Isla Riesco, se generan trenes de ecos al chocar las ondas con las taludes y fondos de los canales, creando una ambiente sónico confuso y anormal para los mamíferos marinos, los que se sentirán desorientados por este ruido de origen humano y por lo tanto muy ajeno al mundo sonoro al cual ellos están acostumbrados y adaptados. Como consecuencia, es muy posible que los mamíferos que son habitantes comunes en este entorno marino, escapen y eviten estas zonas impactadas por las ondas sónicas de la tronaduras
Como varios otros casos de conflictos ambientales, el caso de la tronaduras en Isla Riesco es un ejemplo más de los errores de la legislación ambiental al establecer normas pensadas con enfoque netamente antropocéntrico, en desmedro o desconocimiento del nivel de impactos sobre los componentes de la fauna que realmente ocupan los espacios que están siendo intervenidos por el ser humano.
Es difícil pensar que los dueños de COPEC y ULTRAMAR, que seguro viven en confortables residencia en Santiago, hayan tomado en cuenta que los habitantes marinos de los canales en el entorno de Isla Riesco tiene tanto derecho como ellos de vivir en un ambiente libre de contaminación por ruidos molestos.