Los valores que defiende el Neoliberalismo chileno, se fundamenta en la libertad absoluta del hacer y deshacer de acuerdo con los intereses de las empresas, detentar el poder y ejercerlo sin restricción para su propio bienestar, actuar sobre las grandes mayorías marginadas con poder decisorio y si es necesario, interferir políticamente para lograr sus objetivos.
Por Andrés Gillmore
04 de octubre de 2016
El neoliberalismo viene siendo la postura económica dominante en nuestro querido y amado Chile desde los inicios de la década de los ochenta del siglo pasado. Se podría decir que somos reconocidos mundialmente por este modelo económico y por haberlo llevado a la práctica. Pero es indudable que el modelo nunca ha sido perfecto y que ha sufrido un desgaste importante todos estos años, ante la realidad del mundo que vivimos, que en la actualidad es completamente diferente a la de esos años. Sobre todo si pensamos que gran parte de su fundamentación esta en la explotación de los recursos naturales, que pasadas varias décadas de esa explotación, a esta altura los recursos son escasos. Lo que en un pasado fue la solución de ciertas problemáticas; en la actualidad el modelo económico esta desbalanceado, haciéndose más que necesario reestructurarlo. Un país que solo crece económicamente y no tiene la capacidad de desarrollarse en los otros ámbitos de la sociedad con equidad, armonía y sentido común. Inexorablemente esta destinado al más rotundo fracaso.
La teoría liberal que precedió este modelo, tuvo sus inicios históricos en los lejanos años de la Revolución Francesa con el gran Napoleón Bonaparte, donde se gestaron los conceptos fundamentales de esta doctrina. El liberalismo es por sobre todas las cosas una manera filosófica de ver las libertades y las iniciativas individuales dentro de una sociedad que cree en la libre competencia y el mercado como base de sustentación. Limitando las funciones del Estado y los poderes públicos a su mínima expresión en la vida social, económica, política y cultural y hasta en la misma historia. Quitando identidad cultural, en la búsqueda del crecimiento a partir del capitalismo fundamentalista. Visión que perpetúa el desarrollo individual sin reconocer el colectivo y teniendo como objetivo la búsqueda de la satisfacción personal por sobre todas las cosas.
Los grandes países desarrollados de Europa, entendieron que los intereses individuales no pueden estar por encima de los colectivos. Nada que se diga o se haga para concretar esta visión permite un desarrollo equitativo de una sociedad. En caso que se den esas condiciones, que por lo de más las estamos viviendo en carne propia en Chile; la sociedad pierde el balance y la armonía natural junto con el sentido común; que en si mismo es el más serio problema a la cual una sociedad pueda enfrentarse para hacer desarrollo. Las sociedades desarrolladas miembros de la OCDE, giran en función del bien colectivo, sin coartar las libertades individuales. Entendiendo que la solidaridad social, es por si mismo el bálsamo revitalizador de los procesos y de esa manera obtener la anhelada armonía social.
El modelo Neoliberal que nos ha regido en Chile todos estos años, ha tenido un formato desde su primera fase de experimentación, sustentándose en la teoría de Milton Friedman. Decano de economía de la Universidad de Chicago de esos años y un grupo de economistas chilenos de la universidad Católica de Santiago fueron a estudiar a esa universidad. De vuelta en el país, no encontraron nada mejor que usar Chile como laboratorio de experimentación económica para la teoría aprendida en Chicago y se tomaron la libertad de hacerle ajustes al modelo original, eliminando lo social de la teoría, tomando un atajo considerable, transformando la Economía Social de Mercado en una de mercado a secas; contrario de lo que pregonaba el creador Friedman; quien manifestó antes de pasar a mejor vida, “que nunca estuvo de acuerdo con la adaptación que hicieron de su teoría el grupo de economistas chilenos, liderados por Sergio de Castro y que haber determinado un dólar rígido en los inicios de la implementación del modelo, destruyo la proyección de Chile desde el vamos y de lo que buscaba realmente el modelo”, al aniquilar toda la industria nacional.
Con el tiempo la modificación de la teoría por los economistas chilenos, se fue transformando en un modelo establecido y fue copiado por muchos países subdesarrollados ante el ejemplo que dimos, ya que acortaba el tiempo para lograr resultados y los números que se mostraban eran muy buenos; aunque el costo social fue enorme y nos ha obligado a tener que cargar un karma que hasta los días de hoy llevamos sobre nuestros nuestros hombros. En sus primeros años el formato tuvo logros importantes, si tenemos la capacidad de no ver el costo social como una variante negativa. Posteriormente el formato fue mantenido por la incipiente democracia de 1989 hasta los días de hoy, como una forma de demostrar credibilidad y no herir susceptibilidades en los primeros años de la democracia a los representantes de la dictadura.
El Neoliberalismo de Chicago, considera que el Estado mientras menos actúe mejor para la expansión del capital y en lo posible no exista; salvo para financiar empresas privadas como sucede en la actualidad con la industria Forestal, Transantiago y la Megaminería, Salud, etc, de lo que podría decirse como la gran invención del modelo chileno, “el Estado subsidiario”. Realidad que tiene al país en la actualidad con serias dificultades económicas, bajo un formato que simplemente no resulta, porque entre otras cosas, pierde la potestad del Estado sobre los recursos naturales y no ejerce una fiscalización como corresponde, permitiendo que los intereses empresariales foráneos prevalezcan, dejando al país acéfalo ante un mundo empresarial, que poco y nada le importa la proyección de nuestro querido Chile.
Los valores que defiende el Neoliberalismo chileno, se fundamenta en la libertad absoluta del hacer y deshacer de acuerdo con los intereses de las empresas, detentar el poder y ejercerlo sin restricción para su propio bienestar, actuar sobre las grandes mayorías marginadas con poder decisorio y si es necesario, interferir políticamente para lograr sus objetivos.
La seuda libertad que pregona el Neoliberalismo, nos ha conducido a que tengamos en la actualidad injusticia social y seamos reconocidos como una de las sociedades menos equitativas del mundo occidental. Realidad que con el pasar de las décadas nos ha coartado la capacidad de desarrollarnos con equidad y sustento social. La natural desafectación de los valores morales y éticos que propone el Neoliberalismo en su configuración de base, ante la insaciable necesidad de crecer a como de lugar y sin importar cómo, ha dado como resultado que con el tiempo los intereses contrarios del modelo ante los ciudadanos comunes, hayan encontrado un contrapeso a la altura, al tenerse acceso a información estratégica que antes era imposible de obtener, poniéndonos en la terrible disyuntiva de cambiar o morir, al enterarnos de la gran verdad y lo que ello significaría para las próximas generaciones, si no tenemos la capacidad de mejorar la forma.
La extrema libertad del modelo, es lo que a mi modo de ver anula todas las anteriores libertades y se contrapone contra la filosofía que profesa, haciéndolo contradictorio en su esencia. Porque en la práctica el modelo juega siempre con cartas marcadas a favor de los operadores y en contra de los ciudadanos, en lo que se reconoce como “ el hace que hace pero no hace”, generando inmensos polos de poder, avasallando las libertades que pregona, desestabilizando la sociedad como componente competitivo de base.
El Neoliberalismo nunca ha planteado seriamente la riqueza como sustento libertario colectivo, para que como ciudadanos podamos pujar por la redistribución del ingreso como estructura democrática de desarrollo. Lo que verdaderamente sustenta el Neoliberalismo escondido bajo la manga; es que la igualdad ante la ley, la libertad de contratación, el derecho de propiedad, la libre empresa y la inhibición del Estado ante la actividad económica, cautelando automáticamente la libertad de los individuos. Fundamento que falta a la verdad, de una realidad que la estamos viviendo en carne propia en nuestro querido Chile y que en la actualidad nos tiene en el atolladero.
La falta de una vigilancia efectiva del proceso económico por parte del Estado, ha permitido que las empresas transnacionales, transformen al mercado en seudos monopolios y duopolios fundamentado por la colusión económica empresarial, frente a un Estado manipulado y exprimido a más no poder, para que no ejerza sus funciones fiscalizadoras como corresponde.
La ética del seudo Neoliberalismo chileno, es el punto vulnerable de la teoría que profesa la economía de mercado. La libertad termina transformándose en libertinaje, al carecer de una conciencia ética y moral con sentido común y sin ninguna solidaridad social. El neoliberalismo que con tanto ahínco profesa disminuir las diferencias, a decir verdad las profundiza y posteriormente se aprovecha de esas mismas diferencias y saca todas las ventajas comparativas posibles, incorporándolas a una normalidad que no es real y que es muy destructiva para el núcleo social, de una sociedad subdesarrollada como la nuestra.