La política en la actualidad carece de una democracia interna que sea verdaderamente representativa de los intereses ciudadanos. Carecemos de una funcionalidad operativa que cambie en conciencia el quehacer de nuestros parlamentarios, hacia procesos más colectivos, menos individualistas, más solidarios y por sobre todo más equitativos.
Por Andrés Gillmore
23 de enero de 2017
Es indudable que la oferta presidencial de este 2017 no ofrece al mundo ciudadano ningún candidato que llene la proyección que un Pdte de la república debe tener para estos difíciles momentos y votaremos como siempre por el más simpático, como quien elige un producto de supermercado, que por lo demás es un formato leal a nuestro formato neoliberal, donde más que la sustancia lo que interesa es la imagen.
Sebastián Piñera un digno representante de la casta empresarial acostumbrado a hacer de las suyas, que por mucho que sus partidarios digan lo contrario, su administración dejó que bajo su alero se cometieran un sin número de irregularidades, que varios de los que componían su equipo de gobierno están imputados ante la justicia por cohecho; como es el caso de Pablo Wagner, subsecretario de Minería y Pablo Longueira, el ex ministro de economía. Al otro lado tenemos a Ricardo Lagos Escobar, quien a pesar de todo el esfuerzo que ha desplegado no convence, porque ha renegado de su pasado y eso nunca resulta. Pero lo que más preocupa desde el mundo ciudadano, es el generalísimo de campaña que tiene Lagos Escobar, Máximo Pacheco Matte, que todos sabemos es representante del Grupo Luksic; grupo que seguramente financiara la campaña y si llegase a salir elegido tal como lo hizo con Bachelet, exigirán por la financiación de la campaña los Ministerios de Energía y Minería, tal como lo hicieron con Bachelet.
El candidato Alejandro Guillier quien se perfila como un candidato de fuste, todavía no entrega las consistencias que el país necesita para lo que representa un Pdte de Chile y sobre todo en un formato presidencialista como el nuestro. Le falta recorrido para lo que significara tomar las riendas del gobierno, ante el tremendo desafío que significa encauzar el formato de desarrollo y hacerlo sustentable; pero en buen chileno es lo que hay. La preocupación que inspira Guillier, es más que nada por el supuesto equipo de trabajo que lo acompañara y si tendrá la sapiencia, el carácter y la película tan clara, para no dejarse atrapar por los intereses de las grandes transnacionales y ser efectivo en sus decisiones por el bien de todos y no solo de algunos. No como lo que paso con Bachelet, que en los comienzos fue una necesidad necesaria, pero con el pasar del tiempo se dejó embaucar por asesores mediocres que responden más por amistad que por conocimientos y literalmente se echaron al país al bolsillo y miren cómo quedamos.
Las obligaciones políticas se fundamentan sobre el consenso que los gobernados legitiman al gobernante; este contrato político es el fundamento para desarrollar el estado cívico-social que legitima el poder político y garantiza la obediencia social. El contrato social social entre representados y representantes es lo que justifica la obediencia ciudadana ante el poder político y el cumplimiento de las obligaciones impuestas socialmente. Si ese contrato no se cumple, se inicia el caos y crea la falta de legitimidad en la que estamos envueltos en la actualidad en nuestra sociedad.
Durante el gobierno de la NM el pacto social ha sido vulnerado totalmente, por la dicotomía entre lo que se dice y por lo que se hace, posicionando a la ciudadanía en un denso proceso político en busca de confianza y legitimidad que siempre es complicado. El congreso al estar cooptado por los grupos económicos sin bancadas políticas y si economicas de lo que podríamos denominar como las bancadas de Angelini, Luksic, Matte, Von Appen, PENTA, SOQUIMICH, COPEC, ENEL, BARRIK GOLD y otros, hacen que en la actualidad la falta de credibilidad sea enorme.
La política en la actualidad carece de una democracia interna que sea verdaderamente representativa de los intereses ciudadanos. Carecemos de una funcionalidad operativa que cambie en conciencia el quehacer de nuestros parlamentarios, hacia procesos más colectivos, menos individualistas, más solidarios y por sobre todo más equitativos. Los medios de información se han transformado en una forma de despolitizar la realidad en su punto de origen, quitando proyección a la acción colectiva, para sustentar la codicia y la ganancia fácil de los grupos económicos, perturbando el objetivo social, generando una impunidad que ha permitido el enriquecimiento de una casta empresarial nunca visto en la historia de Chile, producido por un exacerbado individualismo, indiferentes a la problemática social y sin hacerse cargo de las implicaciones negativas del desarrollo sin legitimidad.
En pleno siglo 21, los economistas se han transformado en profetas del futuro bajo una ciencia que se difunde como exacta pero que jamás lo será, sustentando un modelo simplista, con argucias para manejar el modelo económico, más que por los supuestos verdaderos que entregan las ciencias sociales, concentrando la riqueza, maximizando las ganancias, deteriorando la justicia social, destruyendo el medio ambiente y dejando de lado los verdaderos intereses de la sustentabilidad.
En la actualidad estamos en pleno proceso de entender el pasado-presente y su irreverente socialización ante la desigualdad para proyectar el futuro. No será fácil bajo ningún punto de vista, enfrentar conciencias políticas sin ética y probidad, para lograr lo que se denomina en sociología la -democracia económica- para equiparar el valor del trabajo con el capital de desarrollo.