El viernes 16 de junio en Los Perros Románticos, Monjitas 580, es el lanzamiento de EL OTOÑO DE LAS ANSIAS de Alejandro Rozas. Presentan la novela Sylvia Martinez y Ricardo Elias. La entrada es gratuita.
“La realidad es, de una manera cifrada, una monstruosidad. La sociedad está construida en base al abuso”, afirma el novelista Alejandro Rozas G. que presenta su novela “El Otoño de las ansias” por editorial Los Perros Románticos.
El personaje, Rodrigo Tapia es un publicista cesante que ya no cree que su oficio tenga algún sentido. Su padre es un chofer del Transantiago. Pero el Transantiago no funciona y el sistema es un equipo de caza evasores. Rodrigo fue la promesa de una familia que por primera vez tiene un profesional en la familia.
Tu novela “El Otoño de las ansias” es una novela sobre Ofelia, la mujer del protagonista Rodrigo; y la espera de una hija, Consuelo y su amigo Martín ¿Es tu novela una novela de amor?
Obvio que es sobre amor. Es una visión del amor en el oprimido y precario escenario de la clase media chilena. Como Rimbaud dijera, el amor debe reinventarse; pues bien. El modelo económico ha implantado una nueva individualidad y competencia entre las personas y esto repercute en la pareja. Hace que en su núcleo más íntimo se instale esta fragmentación. La idea es que personajes muy distantes traten desesperadamente de encontrarse, tal vez, por este amor con algo de síndrome de puercoespín, yo diría muy parecido a un abismo.
Se nota al comienzo de tu novela que el personaje, que relata en primera persona está algo ahogado en su crisis económica, en pagar las cuentas de la luz o del agua. ¿Ese ahogo existencial es el motor de la novela?
Creo que como motor podemos detectar varias urgencias que se dieron de forma natural en la historia. Me gusta que esta urgencia se salte un poco los canones literarios para que se vea más cercana o real. Me gusta tratar el tema del dinero ya que en el cine o en las novelas que leemos los personajes parecieran vivir del aire. Siento que eso le otorga fuerza. Estoy en búsqueda de estas fuerzas cuando escribo.
La realidad es de una manera cifrada, una monstruosidad. El mundo es producto de la mentira y la sociedad está construida en base al abuso. A veces se nos filtra parte de esto y nos estremece pero no todos vamos más allá. No todos tratamos de hacer cambios y finalmente nos adaptamos. A partir de esto le di vida al estado histérico del protagonista. Es un ser muy consciente que en alguna parte del mundo se comete una atrocidad mientras toma una taza de té.
Alguien decía que las novelas latinoamericanas escritas por hombres, parece que los personajes de novela no necesitan trabajar, en tu novela, sin embargo, los personajes sufren por la carencia de dinero.
Claro. Es un elemento súper poco común que incluso pareciera robarle glamour a los grandes autores. Sólo vemos eso rara vez en el en cine independiente y una que otra novela como Bonsái de Zambra. Quise profundizar en esto porque la precariedad es un factor que va dejando perplejo al personaje. El horror de ver que es incapaz de sostener una familia es algo que lo paraliza de forma indirecta pero no menos inquietante.
Ahí va la cosa. Tu novela es sobre una familia del sur de Santiago que tiene que tolerar muchas cosas, y sobre todo el dolor que produce el existismo falso del entorno, de los compañeros de trabajo, de los vecinos, etc. Quizá el verdadero protagonista de tu novela sea ese ambiente que castiga, ¿Lo ves así?
Yo creo que nuestra sociedad necesita poesía para abrirse. Para muchas personas es intolerable. Este exitismo, esta sensación de no necesitar nada más que ser/parecer más que el de al lado, ha hecho que toda forma de poética, de creatividad sea nadar contra la corriente.
¿Cuándo empezaste a escribir? ¿Qué hacías antes?
La verdad es que siempre me he sentido un diletante respecto a la literatura y la poesía. Durante fines de los noventa me parecía que no había otra manera sensata de afrontar el mundo si no era a través de esto, y escribí en poesía lo que quizás son las bases de lo que ahora hago a través de la narrativa. En esta novela me subí como se dice «al escenario» sabiendo que me falta mucho pero, como dijo el niño rapero MC Billeta «no es necesario sabérmelas todas para ponerme a rapear». Yo también he leído grandes autores y me faltan muchos por conocer. Eso creo que no debiera deslegitimizar lo que se hace en este circuito literario alternativo.
Alejandro, escribiendo tu novela ¿Has aprendido algo especial de la vida que antes no sabías?
Es curioso pero al ver desde afuera el tierno escenario literario actual he aprendido a ser cauteloso porque hay gente que se comporta como los haters de internet, machacando todo lo que no sea «su obra». Autores que no son ninguna revelación, pero se sienten Borges o Ginsberg reencarnados. Se replica en este mundillo la falta de entendimiento de la sociedad actual. Hay harto grupo cerrado. Así mismo he visto gente que de verdad está en búsqueda de algo, de una voz, un mensaje, como uno, y no temen remar en la misma dirección.
El óleo de tu portada, “El Sacrificio” de Boris Correa es una obra extraordinaria, cuenta algo sobre tu relación con ella y el autor
Con Bori Correa hemos tenido una larga amistad en el arte a pesar de las distancias. Juntos de alguna forma hemos trabajado una temática similar desde dos ángulos, y tiene que ver con el caótico ejercicio de estar vivo. Hemos indagado harto en cómo el ser frente a la existencia a veces se manifiesta como un trueno o un insecto y todo el enigma no resuelto que hay en cada destino. Cuanta magia y tiniebla hay en los cambios que vivimos a cada segundo. La pintura salió de hecho en un diálogo sobre esto mismo y tiene directa relación con la temática de la novela. La pintura ES parte de la narración.
Has sido activo en movimientos literarios como Mal de Ojo y Los Perros Románticos, y han animado las nuevas generaciones literarias, ¿qué valor tiene para ti las amistadas literarias en un mundo tan afilado?
Participé de lectura y algo de performance con Mal de Ojo y ahora soy colaborador de los perros que me han apoyado mucho en este camino recién iniciado. Gracias a Emersson pude dialogar con autores como Andrés Torres, Pablo Mackenna y Gustavo Bernal entre otros. Pero en general tiendo más a moverme solo. A veces esta escena apunta hacia el carrete y el trago y ese ambiente lo evito, ahora al menos. Creo que hay mucho más poesía en mi trabajo o en lo veo cuando voy al parque con mi familia.
Dice el escritor español Antonio Gada «cada uno hace la vida que uno puede». Como escritores estamos solos frente al papel
Concuerdo en eso. Si ves la película «invierno» de Fuguet te hace mucho sentido el por qué el autor termina solo por ejemplo.
Finalmente, en la vida se pierde y se gana. En tu novela el nacimiento de la hija Consuelo salva al protagonista. ¿Salvan los hijos a los padres?
No le llamaría salvación como tal. Creo que el momento del nacimiento actúa como una iluminación, un golpe en el cráneo que cierra una etapa para los protagonistas. Pero el desajuste es permanente. Ahí tienes tu a Knausgaard cuya literatura es principalmente el tormento de ser padre de familia teniendo un espíritu inquieto, rupturista. Creo que eso es el valor de lo literario y por eso en todo lo que sucede se escribe una microhistoria. Siento que todo es inherente a lo poético y por eso siempre seguirán surgiendo obras, fruto de este desajuste.