23 - noviembre - 2024

Las castas políticas en Chile juegan con cartas marcadas

Puede que cambiemos de baraja, pero las cartas seguirán marcadas y el proceso que anhelamos desde el mundo ciudadano será el espejismo de siempre y si le sumamos el inherente egoísmo del neoliberalismo moderno de las grandes organizaciones del mundo corporativo, adoptado como modelo en nuestras vidas, terminara pasándonos la cuenta, si no tenemos la capacidad de enfrentarlo y superarlo como una etapa más.



Por Andrés Gillmore

Rafael Garay no pudo haber elegido mejor momento para enfrentar la justicia que el de ahora y con el respeto que se merecen los 38 estafados por este ingeniero comercial y ex candidato a senador por el BioBío; la estafa de Garay si lo comparamos con el desfalco de miles de millones de pesos que se han descubierto en el último tiempo en los diferentes organismos públicos y las empresas privadas, podría decirse que es un pelo de la cola de la gran estafa que se ha descubierto en el último tiempo. Poniendo de manifiesto una vez más, que la crisis moral y ética de nuestra sociedad, en lo que se refiere a políticas de fiscalización, desarrollo y representación es de gran magnitud.

Muchos dirán que la crisis que vivimos en la actualidad no es exclusiva de Chile y otros países están en los mismos problemas existenciales; pero mal de muchos consuelo de tontos y si en otros países roban, estafan, se coluden y no fiscalizan como corresponde, no significa que debemos aceptarlo y no deja de ser una pena que no hayamos tenido la capacidad de haber marcado la diferencia en positivo en estos temas tan relevantes para un país y haber perdido la oportunidad de habernos transformado en un ejemplo y haber usufructuado de las ventajas comparativas que eso nos hubiese dado y que finalmente seamos considerados como uno más entre tantos otros países que cayeron en las garras del cohecho y de la estafa.

Si algo en común tienen los países inmersos en la crisis existencial del modelo político de desarrollo y no puede ser una mera coincidencia, es que todos estos países se han fundamentados en el modelo neoliberal, pregonando libertad de mercado y basándose en que la ética y la honestidad son inherentes al modelo y que más que fiscalizar, es necesario crear las bases para un desarrollo libre y espontáneo y que el mercado finalmente termina regulando las formas y los métodos. Pero la verdad eso nunca ha sido así y desde los tiempos inmemoriales la raza humana se ha caracterizado por aprovecharse del más débil y la democracia fue creada precisamente para limitar el abuso.

Si leemos algo la sociología social básica, entenderíamos que el neoliberalismo no es eterno como muchos pueden pensar o creer y más que un objetivo, es una vía hacia una forma social como parte de una etapa, para mejorar las desventajas comparativas que a la larga son imposibles de superar si no se toman los recaudos y se trabaja por la justicia social. Es como si compitiéramos en una maratón donde un grupo de privilegiados empezará la carrera en el KM 33. Por mucho empeño nunca lograríamos ganarles, ni siquiera igualarlos, a lo más acercarnos si nos preparamos bien y tenemos suerte.

Si continuamos con castas privilegiadas y no nos preocupamos de desmarcar las cartas que se reparten en el mundo social, puede que cambiemos de baraja, pero las cartas seguirán marcadas y el proceso que anhelamos desde el mundo ciudadano será el espejismo de siempre y si le sumamos el inherente egoísmo del neoliberalismo moderno de las grandes organizaciones del mundo corporativo, adoptado como modelo en nuestras vidas, terminara pasándonos la cuenta, si no tenemos la capacidad de enfrentarlo y superarlo como una etapa más.

Nada resulta tan decidor como los resultados que salieron en una encuesta CEP (Centros de Estudios Públicos) que por lo demás es una organización financiada por los grandes empresarios de Chile, que presentaron como resultado que los chilenos se sienten bien con la vida que llevan, pero saben que el resto vive mal y aceptan que el país esta en crisis. Otra encuesta y esta vez de carácter internacional, informó que “Chile es el país más feliz de SudAmérica” y todos sabemos que esas encuestas tienen poco asidero y mi opinión es que fueron dadas a conocer para defender intereses creados.

Si los chilenos creemos que somos felices y supuestamente somos el país más feliz de Sudamérica, esa teoría sólo podría sustentarse, si nuestra felicidad estuviera basada en las tarjetas de créditos que nos permiten consumir a destajo, permitiéndonos vivir una realidad que nos supera y que somos uno de los países más endeudados de Latinoamérica y con la tendencia a encerrarnos digitalmente, importándonos poco y nada cómo vive el resto y que tengamos malos servicios de salud, educación y estemos destinados a vivir una vejez pobre y deprimente.

Mucho se habla de la crisis de la política y los políticos continúan justificando lo injustificable como siempre, pero la crisis es de los políticos y no de la política. Muchos de esos políticos confunden a la opinión pública con frases ideológicas, pero la verdad es que la falta de manejo ético es de los operadores políticos y ha creado la crisis existencial de la política y no la estructura política como muchos pregonan. Cuando lo nuevo esta por llegar y lo viejo esta por salir, la realidad puede ser difícil de soportar para las generaciones que viven la transición. Pero es indudable que el camino no es otro y la renovación de los estándares éticos del hacer es natural y debe aceptarse.

Los viejos formatos deben transformarse con continuidad y previsión, ejerciendo una fiscalización que este más de acuerdo con la realidad que vivimos. La revolución social debe ser sin claudicar por mejores condiciones de vida y proyección social para todos y no solo para algunos como ha estado ocurriendo en las últimas décadas y aunque muchos quieran hacernos creer que lo que vivimos no es más que una pataleta ciudadana y luego todo volverá a la normalidad. La política de los nuevos tiempos debe dejar de ser ideológica y pasar a ser objetiva, redundante y coherente, entendiendo la responsabilidad del cambio hacia una descentralización digna, efectiva y con sentido común, donde la derecha y la izquierda no son la solución.

Los políticos pueden equivocarse, pero es inaceptable el cohecho y que estén coartados por los intereses creados de las grandes corporaciones internacionales. El político de la nueva era, debe ser leal, honesto, ético, trabajando con los valores que representan sus comunidades, promocionando la verdad y recuperar la democracia participativa que tanto anhelamos, regulando las conductas con conciencia y responsabilidad y no fijarnos tanto en las estructuras o en el consumismo de la forma, entendiendo que el valor del ser humano no es más que la consecuencia natural y reflexiva de lo que propone.

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