Cantautor fundamental dentro del movimiento de la Nueva Canción Chilena, la de Ángel Parra fue una voz importante para la música popular de protesta, el folclore urbano y la difusión de los ritmos latinoamericanos. Su vida profesional estuvo marcada por encuentros y colaboraciones con destacadas figuras del arte popular, incluyendo el período de trabajo junto a su madre, Violeta Parra, pero también posteriores asociaciones con Atahualpa Yupanqui, Pablo Neruda, Quilapayún, Los Curacas, Los Blops, Miguel Littin y Volodia Teitelboim. Su extensa y diversa discografía incluye composiciones propias, versiones de otros autores, musicalización de poemas, oratorios y música para teatro y cine. Ha publicado también novelas y crónicas.
Ángel Cereceda Parra nació en Valparaíso en 1943, hijo mayor del matrimonio entre Violeta Parra y Luis Cereceda. La influencia de su madre lo convirtió en un artista e investigador precoz y autodidacta. Se saltó la educación secundaria (fue su madre quien le enseñó a leer, en casa) y ejerció diversos oficios desde una edad temprana. La adolescencia la vivió entre viajes a Argentina y Uruguay y labores para canales de televisión, específicamente para la naciente señal de la Universidad de Chile.
A fines de los años cincuenta publicó un mini-álbum junto al grupo Los Norteños llamado Cuatro villancicos chilenos y en 1961 viajó a París junto a su hermana Isabel para reunirse con Violeta. El conjunto se presentó en locales nocturnos europeos con el nombre de Los Parra de Chile y juntos grabaron el disco titulado Los Parra de Chillán (1963). Su sociedad con Isabel fue un puntal de la canción popular, que persistió hasta la década de los setenta.
Regresó al país en 1964, decidido a continuar con su trabajo en su tierra natal y a imponer allí las raíces de la cultura local, en medio de una escena artística dominada por la Nueva Ola. Más tarde, junto a Isabel, instaló y administró “La Peña de los Parra”, local ubicado en Carmen 340 que se convertiría en el epicentro del movimiento de la Nueva Canción Chilena.
El golpe de Estado de 1973 significó su traslado inmediato al centro de reclusión del Estadio Nacional. En la prisión de Chacabuco compuso el Oratorio de Navidad, que montó por primera vez junto a otros reclusos. En 1974 partió al exilio a México, donde continuó su labor musical. Dos años más tarde viajó nuevamente a París, ciudad en la que residió hasta sus últimos días.
En 1992 Ángel e Isabel Parra crearon la Fundación Violeta Parra, institución desde la cual lucharon por la creación del Museo Violeta Parra que fue inaugurado el 4 de octubre de 2015.