En estos días, nos llegan noticias casi diarias de que la contaminación radioactiva de Fukushima, tras el accidente en esa central nuclear japonesa, de marzo de 2011, está ya presente en prácticamente todo el Océano Pacifico. Suponemos nadie podrá afirmar que soviéticos y japoneses son unos legos o chapuceros tecnológicos y los latinoamericanos los superamos y que por acá jamás ocurren ni ocurrirán accidentes ni errores de ese tipo.
Peter Hartmann, Director CODEFF Aisén, Presidente Agrupación Aisén Reserva de Vida
Tras los accidentes nucleares de Chernobyl y Fukushima medio Europa ha abandonado ese tipo de energía que provoca reacciones negativas en gran parte del mundo, entre ellos Chile. Pero no faltan quienes aun no se dan por enterados. Así es como el miércoles pasado el presidente de Argentina, Mauricio Macri, y su homólogo chino firmaron un acuerdo para financiar dos nuevas centrales nucleares en Argentina, una de ellas, la quinta que tendría ese país, estaría localizada en Sierra Grande, Rio Negro, Patagonia.
Nuestra primera campaña ecologista en Aisén fue a fines de los 80 del siglo pasado a causa de los planes argentinos de construir un basurero nuclear en Gastre, también Patagonia y no tan lejos de Sierra Grande. En esos años aprendimos de la bravura y creatividad de los antinucleares patagónicos argentinos y la verdad es que por nuestro lado lo que más aportamos fue en poner el tema en el tapete en Chile e internacionalizar la oposición a ese nefasto proyecto. Esa campaña terminó a principios de los 90’s con la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara de Diputados y nosotros en una manifestación contra el famoso basurero en Futaleufú, con participación de todo ese pueblo. De ahí nunca mes se supo del basurero de Gastre. Aparte de la férrea oposición al proyecto, es posible también haya influido en la decisión del gobierno argentino el accidente de Chernóbil de abril de 1986.
Vale recordar que el accidente de la central nuclear soviética de Chernóbil es considerado el más grave de la historia nuclear hasta ahora, calculándose las víctimas en al menos 9.000 y 6,8 millones de afectados hasta hoy de gran parte de Europa hasta Rusia, de una radioactividad que perdura por 300.000 años. Y en estos días, nos llegan noticias casi diarias de que la contaminación radioactiva de Fukushima, tras el accidente en esa central nuclear japonesa, de marzo de 2011, está ya presente en prácticamente todo el Océano Pacifico. Suponemos nadie podrá afirmar que soviéticos y japoneses son unos legos o chapuceros tecnológicos y los latinoamericanos los superamos y que por acá jamás ocurren ni ocurrirán accidentes ni errores de ese tipo.
Así con esa noticia atómica de la semana pasada, de que Argentina y China firmaron un contrato para la construcción de la cuarta y quinta central nuclear del país, con una inversión total de US$ 14.000 millones, de los cuales el país asiático financia el 85% sin involucrarse directamente en la construcción. La quinta central estaría en Rio Negro, sería de 1.150 MW y las obras que durarían 8 años serian a partir del 2020. La vida útil de las centrales es de 60 a 80 años y no se sabe que pasa con los contaminantes residuos. En el 2016 Argentina importó sobre 106 mil kilos de uranio natural y 8.477 kilos de uranio enriquecido para sus centrales. La demanda se duplicaría con las dos nuevas centrales. De los cinco lugares con recursos de uranio identificado dentro de Argentina, tres se encuentran en Chubut, mas una exploración en Río Negro. Entre los argumentos que se esgrimen a favor del proyecto están: “Las nuevas centrales crearan oportunidades de negocios y empleo genérico, además de representar un gran aporte a la matriz energética nacional en estos tiempos donde estamos en emergencia eléctrica». “Permitirán bajar el consumo de combustibles fósiles que son muy contaminantes para el medio ambiente y son una oportunidad de generar energía limpia para las próximas generaciones “(F. Rioseco, autor del EIA para extensión vida central Embalse).
La verdad es que no hay que ser demasiado inteligente para darse cuenta que esos argumentos más bien juegan en contra de las centrales nucleares y que Argentina y la Patagonia tienen otras grandes fuentes de energía bastante menos peligrosas y hasta de menor costo a que recurrir. Pero, por lo visto allá algunos siguen obsesionados con ser potencia atómica, igual que Brasil; una moda por un lado anticuada y por otro harto belicista. Por otra parte, la oposición patagónica a este proyecto no se hizo esperar, empezando por el Gobernador de Chubut; más de un centenar de organizaciones sociales de todo el territorio patagón lanzaron una carta pública al embajador de China expresando su rechazo a esa instalación.
Sierra Grande es una localidad que se encuentra en la Ruta 3, principal carretera costera de la Patagonia, prácticamente en el límite de Río Negro y Chubut, a 110 kilómetros al norte de Puerto Madryn y cercana al Golfo San Matías y la Península Valdés, Patrimonio Mundial Natural UNESCO. Eso es a la latitud de Futaleufú y a unos 550 kilómetros en línea recta de Coyhaique y Puerto Montt.
Y a propósito de centrales eléctricas, Patagonia Argentina y China, en el viaje anterior de Macri a China, en febrero, éste cambio su posición negativa que tenia frente al proyecto kirchnerista de megacentrales de represas sobre el Río Santa Cruz, el que construye la China Gezhouba Group Corp. con financiamiento de 4.700 millones de dólares de bancos chinos. Vale comentar, que el mayor desastre mundial hasta hoy, fue aquel ocasionado por la rotura de la presa de Banqiao, provincia de Henan, China, con el record de 26.000 muertos por la inundación y otros 145.000 por las epidemias y hambrunas subsiguientes.
Y por cierto, no esperemos algún pronunciamiento sobre estos riesgos de parte del gobierno chileno, cuya presidenta se encontraba también en China la semana pasada, haciendo negocios con esa potencia mundial, la que es nuestro principal comprador de cobre en bruto.