07 - noviembre - 2024

Proteger, defender y gobernar las regiones sustentablemente

La autonomía, la solidaridad, la autosuficiencia, la diversificación productiva y el manejo sustentable de los recursos naturales, deben valorarse con las ventajas comparativas de cada territorio, capaces de responder por si mismo con una visión de identidad propia, apropiada y congruente, para asegurar el bienestar de las comunidades regionales.



Por Andrés Gillmore
11 de mayo de 2017


Es indudable que estamos viviendo tiempos de cambio en la forma en que queremos desarrollarnos desde el mundo regional. El centralismo con que se decide en la actualidad es inaceptable en los tiempos que vivimos, nadie tiene ninguna duda que las regiones merecen desarrollarse de acuerdo con sus capacidades de carga, sus ventajas comparativas y en total armonía con el medio social, ambiental y cultural. Pero aun no hemos podido pasar de la teoría a la práctica. Mucho se discutió sobre descentralizar la toma de decisiones y la representación de las regiones, eligiendo gobernadores regionales. La ley presentada dejó mucho que desear, que más que resolver el problema según mi opinión agudiza el problema todavía más, al permitir dos gobiernos paralelos; el del intendente con seremis y todo el aparataje gubernamental a su disposición, ante un gobernador elegido democráticamente, sin recursos para decidir, con poca autoridad y con toda la presión que significa ser elegido por el voto popular. Todo esto simplemente, porque los políticos y los intereses creados de las grandes corporaciones no ven con buenos ojos que las regiones tengan autonomía decisoria, porque ello implica pérdida de poder.

El capitalismo como modelo económico esta llegando a su fin y los países desarrollados han entendido esa dicotomía, que cuando las grandes empresas se enriquecen otros se empobrecen. Sin el reconocimiento de esa realidad, es imposible que un país como Chile que vive exclusivamente de sus recursos naturales, de la especulación financiera y del consumismo de sus habitantes, pueda desarrollarse sustentablemente. Por ello debemos prepararnos para vivir la transición hacia un modelo que este basado en las nuevas tecnologías, en la reestructuración del trabajo, en el respeto por el prójimo y por la naturaleza, en desarrollar los cambios que sean necesarios en las técnicas productivas y que el avance de las tecnologías de información nos potencialice y no nos hunda. El concepto de lo que hasta hace poco entendíamos como valor económico debe ser otro y eso en si mismo es el gran cambio. Entendiendo que nada que destruya puede tener valor en esta nueva concepción y diferenciar que el lucro es aceptable pero la codicia no y que la defensa del medio social y el ambiental, debe fortalecerse con armonía y sustentabilidad.

Las incertidumbres sociales de los tiempos pasados ante los nuevos modelos exigidos de representación, han favorecido la aparición de diferentes formas de localismo, aislacionismo y fundamentalismo social y cultural, que muchas veces han surgido con formas violentas ante la amenaza y la desesperación de muchas comunidades que no han hallado otra manera de defenderse. El mundo regional no trata de volver atrás en la historia como muchos podrían pensar, es todo lo contrario. Tratan de avanzar, descubriendo sus tradiciones, buscando inspiración para entender las alternativas que necesitan para ser sustentables en el tiempo y no morir en el intento.

Las comunidades regionales han subido su partición ciudadana en los procesos de redefinición de sus identidades culturales, sociales y históricas. Ya no basta con declarar que se es de un determinado origen étnico o social, que son agricultores, ganaderos, pescadores o emprendedores turísticos, o que estás inscrito en un determinado partido político. La búsqueda de la identidad involucra combinaciones procedentes de su misma culturas y formas de hacer en los territorios, con características que en el pasado habían sido traspapelados y con el tiempo al haberse desechado, han estado afectando las estructuras de las regiones.

La demanda por justicia social y ambiental se ha transformado en una exigencia perentoria, ante las profundas desigualdades que ha producido el olvido de esas exigencias en el pasado, que necesariamente no son parte de la condición humana natural de los territorios y que en la actualidad no son aceptables cuando se busca sustentabilidad y hace impresentable que con un simple cambio en el sistema jurídico, se legitime el saqueo de los recursos naturales y la destrucción de los equilibrios territoriales, o del mismo contrato social al cual también las regiones tienen derecho. Cada región debe estar dispuesta a construir y reconstruir las veces que sea necesario, planteándose su verdad con tolerancia, entendiendo que el individuo como ente comunitario, tiene el derecho de hacer valer su interés individual para proteger el común y el de su región.

Las iniciativas regionales llevan a discusiones profundas sobre estilos de vida y organizaciones comunitarias, con enfoques simplificados de lo que se considera como buen vivir, que son parte de estrategias más complejas para construir organizaciones alternativas y sustentables de defensa y protección regional, que han sido manipuladas por los intereses creados de los gobiernos y de las grandes corporaciones, para usurpar riqueza y anular los intereses regionales.

La autonomía, la solidaridad, la autosuficiencia, la diversificación productiva y el manejo sustentable de los recursos naturales, deben valorarse con las ventajas comparativas de cada territorio, capaces de responder por si mismo con una visión de identidad propia, apropiada y congruente, para asegurar el bienestar de las comunidades regionales.

Forjar soluciones autónomas, es una de las metas que tienen las regiones en la actualidad para superar la discriminación, la marginación y los esfuerzos sistemáticos de las grandes corporaciones y el mundo político en general por relegar a las comunidades a los rincones más oscuros de sus mismos territorios, para apropiarse de sus recursos naturales. Los movimientos de resistencia están pujando por un modelo de desarrollo que considere el desarrollo regional con armonía, balance y sustentabilidad, para promover la integración social y cultural de las comunidades.

Proteger, defender y gobernar las regiones sustentablemente, es un proceso complejo y de alto impacto y riesgoso, porque abarcan aspectos de la existencia social y biológica de las regiones, cuestionando la legitimidad del “estado de derecho”, donde el sistema legal ha sido creado para perpetuar un modelo profundamente injusto y desigual, que exacerba las desigualdades, acelera la destrucción del medio ambiente y del medio social.

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