09 - noviembre - 2024

El Don de Vida de los Glaciares. Y Chile no le da Importancia ni Defensa

Tuve la suerte de convivir por más de una década con el glaciar Leones en la frontera norte de campos de hielo norte del Parque Nacional Laguna San Rafael, dos veces más grande que el glaciar San Rafael en Aysén. Entendí en los años de convivencia, lo significativos que son para el desarrollo de los ecosistemas y el deber que tenemos de protegerlos, porque de muchas maneras dependemos de ellos para proyectar sustentablemente nuestro futuro.



Por Andrés Gillmore

 

Los glaciares son grandes masas de hielo que se forman cuando la nieve se acumula sin fundirse. La presión de la nieve al comprimirse, forman el hielo lechoso y el posterior azul que tanto nos gusta admirar en días nublados, que con el tiempo se va haciendo transparente como el cristal. Para que existan los glaciares, son necesarias temperaturas promedios muy bajas, para hacer que la nieve se acumule y se adhiera consistentemente en la roca. Por eso en la actualidad están en riesgo de extinción ante el calentamiento global. En las regiones polares los glaciares son llamados casquetes o inlandsis. En el resto del planeta solo se encuentran glaciares en la alta montaña, tal como los que tenemos en Chile, ocupando una extensión que es treinta veces menor que la ocupada por los inlandsis o los casquetes en los círculos polares.

Los glaciares reflejan entre el 45 y el 85 % de la luz del sol que llega desde el espacio enfriando el planeta. Mientras más fresca sea la nieve, más refleja. El agua contrariamente al hielo, refleja solo el 8 % de la luz del sol. El equilibrio entre agua y hielo, desierto y bosques, provoca que la tierra refleje el 36 % de la luz del sol, permitiendo que la Tierra tenga las temperaturas que tenemos en la actualidad. Cualquier desequilibrio en esa relación, hará que el planeta sea un lugar más frío o más cálido, por eso la importancia de los glaciares para preservar la armonía climática que en la actualidad nos permite vivir y desarrollarnos en la Tierra.

La protección de los glaciares como todo lo que adquiere valor cuando su supervivencia esta en riesgo, se ha transformado en una preocupación a nivel planetario y también en destino turístico en países como Chile, por una intervención que muchas veces no se hace con protocolos serios y con estudios profesionales de las reales capacidades de carga. El calentamiento global en su camino trazado por los intereses de las grandes transnacionales internacionales extractivistas de recursos naturales, han aumentado las temperaturas medias, al producir altas concentraciones de gas de efecto invernadero (CO2) y la quema innecesaria de combustibles fósiles, calentando la superficie de la Tierra y las capas bajas de la atmósfera, generando enormes cantidades de radiación infrarroja que posteriormente es absorbida por el planeta, calentando la superficie terrestre, derritiendo los mares, afectando los glaciares y su proyección de vida.

Uno de los efectos más negativos del cambio climático y el calentamiento global, es que producen la desaparición de hielo en el casquete polar y en los cuerpos de hielo a nivel continental. A medida que la temperatura sube, se pierde el equilibrio de vida de los glaciares a tal punto, que la temperatura media sube muy por encima con el cual el hielo no debería derretirse a medida que se asciende, aumentando la isoterma en la alta montaña, produciendo el retroceso de los glaciares y cambiando el clima del planeta.

En Chile no le damos la trascendencia que se merece a este tema de importancia vital para nuestro desarrollo y proyección, tanto es así, que carecemos de una estrategia para defenderlos. El calentamiento global ha predeterminado que el nivel de los océanos haya aumentado considerablemente por su derretimiento. La lógica nos dice, que la retroalimentación sostenida del calentamiento global y la pérdida de superficie reflectante de la Tierra, ha elevado el nivel del mar al derretirse los mantos de hielo de Groenlandia, de la Antártida occidental y de los campos de hielo norte y sur de Chile en las regiones de Aysén y Magallanes, ocasionando el aumento de la temperatura media global entre 1 y 4°C y el aumento del nivel del mar entre 4 a 6 metros o más en ciertas regiones del planeta.

Investigaciones realizadas por la Universidad de Harvard y la Snow and Ice Data Center (NSIDC) dan cuenta que la pérdida de hielo se ha adelantado 30 años, ante las proyecciones realizadas en el 2012 por este mismo instituto, poniendo en riesgo al Ártico como nunca se pensó, que quedaría libre de hielo en menos de 20 años a la fecha.

Tal como esta sucediendo con el Ártico, el deshielo de la Antártida ha sido más rápido de lo previsto, indicándonos que el cambio de masa del hielo generará un aumento de 1,4 metros en el nivel del mar, muy superior a los 0,59 metros proyectados en el 2008. En términos ecosistémicos si no se protegen los glaciares con políticas de Estado, la reducción del hielo creará una variabilidad tan grande en las cuencas hidrológicas, que se perderán importantes reservas de agua dulce, vitales para el desarrollo humano.

La alteración del balance hídrico de las cuencas interiores, es una alerta de proporciones que en Chile no se ha evaluado como corresponde y no se ha considerado que somos un país con superávit de glaciares y campos de hielos y que tenemos en nuestro territorio la segunda mayor reserva de agua dulce del planeta (Campos de Hielo norte).

En la medida que el agua de mar alcance zonas continentales al tomar contacto con los acuíferos, producirá la desaparición de los suelos congelados (permafrost) presentes en las regiones frías o periglaciares de áreas circumpolares de Canadá, Alaska, Rusia, norte de Europa, en la alta montaña en general y en nuestra querida y amada Patagonia chileno-argentina, aumentando la inestabilidad de los suelos, provocando grandes avalanchas en regiones montañosas por el derretimiento extremo del hielo.

Tener la oportunidad de visitar estas magníficas masas de hielo, en la actualidad esta al alcance de la mano y de cualquiera que tenga las ganas, la salud y dispuesto a gastar algo de dinero. El turismo de hielo se esta haciendo cada día más masivo en Chile y mucha gente tiene la oportunidad de vivir esta experiencia de vida, que es una de las más extraordinarias y inolvidables que puede tener en su vida un ser humano. Estar cerca de un glaciar, hace tomar conciencia de la dependencia que tiene el planeta para su sustentabilidad ante estos ríos congelados que van camino hacia el mar, que están en constante tránsito y permiten que el planeta Tierra sea lo que es hoy.

Pasar unos días en las faldas de un glaciar, sintiendo sus palpitaciones y lamentos de vida que pasan por sus venas de agua dulce inmineralizada es inolvidable. Es una forma novedosa de vivir una realidad única, que cambia tu actitud hacia ellos y te hace comprender la importancia de su preservación para el futuro de la humanidad, transformando al visitante en un defensor de los hielos eternos por siempre.

Tuve la suerte de convivir por más de una década con el glaciar Leones en la frontera norte de campos de hielo norte del Parque Nacional Laguna San Rafael, dos veces más grande que el glaciar San Rafael en Aysén. Entendí en los años de convivencia, lo significativos que son para el desarrollo de los ecosistemas y el deber que tenemos de protegerlos, porque de muchas maneras dependemos de ellos para proyectar sustentablemente nuestro futuro.

Esos magníficos años conviviendo con este gran glaciar aysenino (Leones) me hizo reconocer en esta masa de hielo como un regulador natural del clima. Comprender sus estados de ánimo que no siempre son buenos y acogedores como suelen ser en los meses de invierno, donde las calmas y los días cabot (cielo azul por las altas presiones invernales) hacen que nos regocijemos con su altivez blanca-azulada y su desafiadora presencia que invita a defenderlos.



 

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