Si Chile tuviera la capacidad de dar inicio a procesos de industrialización sustentables para otorgarle valor agregado a los recursos naturales con los que contamos, con el tiempo la actividad minera pasaría a tener menor relevancia y los rubros agroindustriales, el turismo, el desarrollo tecnológico y el desarrollo de las energías renovables podrían abrirse paso para complementar el desarrollo que necesitamos y los recursos naturales pasarían a ser un complemento y no un fundamento. Pero los intereses creados de una manera u otra sabotean esa perspectiva.
Por Andrés Gillmore
Es un hecho de la causa según mi humilde apreciación, que desde lo tiempos de la colonia han existido intereses que no quieren que seamos un país desarrollado y posteriormente basta con leer las crónicas de la guerra del pacífico, para ver como Inglaterra financió la campaña y la terminamos de pagar 30 años después con grandes intereses y todo porque la posición de Chile favorecía los intereses de Inglaterra.
Desde esos años, muchos de los intereses creados perderían innumerables negociados que el subdesarrollo permite a los poderosos si nos desarrollaramos, aplicables a los intereses que en la actualidad detentan las transnacionales que operan en el territorio y de muchos grupos económicos chilenos que trabajan como intermediarios para estas empresas extranjeras y que reciben suculentas comisiones por los servicios prestados. Por eso existe una fuerte reticencia por parte de esos grupos que se nacionalice el agua, los recursos mineros y el mar; derechos que en la actualidad están en manos de grandes transnacionales, que hacen en Chile lo que no pueden hacer en sus países de origen como Canadá, Suiza, EEUU,Noruega, etc.
Un país desarrollado significa que se ha logrado industrializar los recursos naturales y se explotan sustentablemente, que los habitantes disfrutan de un buen estándar de vida, con buena asistencia de salud, educación de calidad y jubilaciones justas para todos y no solo para algunos como sucede en la actualidad. La parte sustancial de transformarse en un país desarrollado, es ante todo saber administrar la riqueza natural sustentablemente y proyectar el desarrollo de una producción tecnológica competitiva y sana, con instituciones democráticas y eficientes, que velen por el bien general y no por el particular, con un formato cultural que reconozca la igualdad de género y los valores de ética, equidad social y cultural, con escasa corrupción de sus organizaciones, con un congreso verdaderamente representativo, sano y ético y con un medioambiente bajo todo punto de vista limpio y sustentable.
Recuerdo que al comienzo del primer gobierno de Michelle Bachelet que fue el último gobierno de la Concertación, se dijo con mucha convicción que el año 2020 seriamos un país desarrollado. Desde ese entonces mucha agua ha pasado bajo el puente y la predicción quedó en el olvido y es indudable que todavía nos falta mucho por recorrer y podríamos considerarnos con suerte, si para el 2050 estamos encauzados en forma definitiva hacia el objetivo. En los últimos años se ha complicado el tema y por mucho que los chilenos tengamos la opción de comprar bienes endeudandonos en la banca y en el retail, el desarrollo esta más lejos que antes y es mucho más que comprar bienes. Una cosa es consumir con tarjetas de crédito y una muy diferente es ser una sociedad equitativa en vías de desarrollo.
Es innegable que tuvimos el atisbo en cierto momentos de haber conseguido estar bajo parámetros desarrollados, pero no tuvimos la consistencia política para redirigir el modelo en forma eficiente y haber realizado los cambios en el formato y en los protocolos que todavía se usan para gobernar y que nos complicaran por un buen tiempo, que hubieran permitido que durante el periodo cíclico de un poco más de una una década tuvimos con un precio del cobre alto y una alta demanda, haber financiado estrategias para desarrollar la industria nacional y haberle puesto valor agregado a los recursos naturales y haber financiado como corresponde salud, educación y los fondos de pensiones.
Que en un pasado hayamos podido crear un crecimiento económico sostenido, que por momentos alcanzó tasas de cerca del 7% a esta altura es historia. Que el PIB es de 23 mil dólares, en la práctica es ciencia ficción y nada dice sobre la realidad de los sueldos que reciben la mayoría de los trabajadores chilenos y sobre la calidad de vida del chileno medio, que sobrevive gracias al sobre endeudamiento por medio del crédito de consumo y las tarjetas de crédito. Lo que en verdad ha sucedido, es que hemos desarrollado una exacerbada concentración del ingreso, que hizo que creciéramos sin desarrollarnos y lógicamente el índice llegó al 7 % y se ajusta a esa mirada, que a su vez permitio que el 20% más pobre reciba apenas el 6% del ingreso nacional, creando el sobre endeudamiento de la clase baja y media, enriqueciendo a la banca privada y la industria del retail, creando una formidable concentración de la riqueza en el 1 % de la población, que explican el porqué y el cómo la tremenda crisis existencial que vivimos en la actualidad.
La problemática de la oferta y la demanda en la explotación de los recursos naturales que vive el mercado mundial y la sobre oferta de cobre en el mercado, ha dejado en evidencia que a pesar que los números macroeconómicos se dieron bien durante algún tiempo, no estuvimos dispuestos a aprovechar el envión y no entendimos que ninguna economía con interés en desarrollarse, puede sustentarse exclusivamente en la extracción de los recursos naturales. Menos, permitiendo que empresas extranjeras operen sin la adecuada fiscalización.
Es un hecho de la causa que la gran minería del cobre continuará siendo por un buen tiempo el pilar del desarrollo nacional y bajo ese sustento debe tenerse una gestión más eficiente y exigir leyes para que las transnacionales que extraen minerales en el país aporten al erario nacional los respectivos royalties y que no continúe ocurriendo lo que sucede en la actualidad, que se ha detectado que millones de toneladas de cobre salen del país sin que se tenga registro. Hecho que ha sido denunciado por diferentes organizaciones internacionales en los últimos años y que nuestras autoridades inexplicablemente han hecho oídos sordos. No puede ser posible que no se cuente con procesos de monitoreo eficientes de la salida del mineral y se permita a las mismas mineras hacerse auto fiscalización y no existan laboratorios estatales que certifiquen los porcentajes del concentrado y no sepamos qué otros minerales pasan revueltos en el concentrado que sale del país.
Si Chile tuviera la capacidad de dar inicio a procesos de industrialización sustentables para otorgarle valor agregado a los recursos naturales con los que contamos, con el tiempo la actividad minera pasaría a tener menor relevancia y los rubros agroindustriales, el turismo, el desarrollo tecnológico y el desarrollo de las energías renovables podrían abrirse paso para complementar el desarrollo que necesitamos y los recursos naturales pasarían a ser un complemento y no un fundamento. Pero los intereses creados de una manera u otra sabotean esa perspectiva.
Los esfuerzos para lograr crecimiento económico en los últimos veinte años han comprometido la capacidad de gestión y no contamos en la actualidad con la renovación y la preservación de los recursos naturales que deberíamos tener, que han dejado un pasivo ambiental que con el tiempo ha destruido la capacidad de desarrollo de las regiones al contaminarlas, que de no ser complementados con políticas sustentables en materia ambiental y social, los formatos extractivistas que se están usando en la actualidad, están destinados al fracaso, si no cambiamos el paradigma de desarrollo y llegara un momento, en que el modelo extractivista usado actualmente colapsara, si los países desarrollados encuentran soluciones alternativas a la oferta de nuestros minerales.
En la actualidad las emisiones y las altas concentraciones de material particulado han superado las recomendaciones internacionales en muchas regiones, que han dejado como un juego de niños la contaminación de la región metropolitana, transformándose en un riesgo para la salud de sus habitantes y desmejorando por mucho la calidad de vida de las regiones. Muchas ciudades se han transformado en las más contaminadas del continente, como Temuco, Osorno, Valdivia y Coyhaique, simplemente por falta de previsión. Además muchas regiones suman en la actualidad altos índices de contaminación hídrica, al no contar con plantas de tratamiento de residuos líquidos industriales, que con el tiempo ha estado afectando los fiordos, cursos de ríos y lagos y gran parte del borde costero intervenido. Si a eso le sumamos leyes que no ayudan en nada para la sustentabilidad ambiental de las regiones, como la de pesca, glaciares y medio ambiente, nos hace entender que estamos inmersos en un laberinto de procedimientos que debemos dilucidar con mentalidad sustentable si queremos prosperidad y futuro.
La seria amenaza hacia el bosque nativo al estar sobreexplotado los territorios intervenidos y la falta de medidas de protección, ha permitido que extensas áreas que deberían estar para uso agrícola estén en manos de las grandes forestales, deteriorando el suelo y el subsuelo y la capacidad hídrica de los territorios, haciendo que parte importante de la diversidad biológica este comprometida por el actuar de estas forestales, produciendo una pérdida importante del recurso hidrobiológico por la sobreexplotación de especies foráneas, que con el pasar del tiempo han agotado la biomasa por el uso de sustancias químicas y la falta de medidas integrales que prevengan el riesgo para la salud humana y para la flora y fauna de las regiones.