«Convertimos en objetos kitsch a humanos que sufren», ha expresado en Facebook, la periodista Paola Dragnic al conocer la noticia de la muerte del llamado Divino Anticristo en la madrugada del sábado 14 de octubre. José Onofre Pizarro Caravantes (64 años), conocido como el «Divino Anticristo», deambulaba por distintos barrios de Santiago con un carro de supermercado lleno de diversos objetos. Su cuerpo fue hallado alrededor de las 04:15 de la madrugada en la calle Marcoleta 328, en las cercanías del barrio Lastarria y la avenida Portugal.
POR PAOLA DRAGNIC, periodista.
La adoración al Divino Anticristo, desde que llegué a Chile, es algo que me pareció brutal… no por amarga, ni «grave»… sino porque en él, está el triunfo posmoderno más indiferente del capitalismo…
Convertimos en objetos kitsch a humanos que sufren, bajo la argumentación de que «a él le gusta vivir así».
Dudo que el Divino Anticristo haya sido feliz en la plenitud de sus capacidades, de su dignidad. Fue feliz a su medida, sí, en su delirio. ¿Pero feliz, digno?
Murió ahí, sólo, como vivió… con frío muchas veces, con hambre, con muelas podridas que le deben haber generado más de uno de esos dolores insufribles que los «normales» tratamos con Nefersil.
No faltará quien declamará que intentó llevarlo al médico… sí, lo se. Era querido en redes asistenciales, en centros de alumnos que, cuando se titulaban, guardaban el recuerdo de haberlo conocido, como símbolo de una época estudiantil tan… tan… no se, tan tan.
«Es que él era feliz así»… ese es el triunfo pos moderno de la indiferencia capitalista… es como decir que a las trabajadoras sexuales, también le gusta mucho su trabajo. Y entonces edificamos una falsa dignidad, desde una realidad que simplemente el otro habita porque no puede o sabe más.
Si estamos dispuestos a transar el piso mínimo de bienestar, pero además convertirlo en ícono … creo que perdimos el rumbo.
Ahí se murió no más, y el cuerpo lo encontraron por ahí, «en sus barrios». Murió quien sabe cómo, a pesar de haber sido supuestamente adorado por las más variadas elites de las facultades que desparraman a sus intelectuales lumbreras en las calles por donde él transitaba entre el delirio y la realidad.
Ese eufemismo de mantener el objeto, con todos los argumentos más increíbles de la libertad a decidir, como si él hubiera tenido alguna libertad, sin un camino a la cura que el pudiera haber necesitado… no para que fuera «normal» y entonces los estudiantes que profitamos un rato del prestigio de conocerlo e intercambiar frases psicodélicas en medio de su locura, nos perdiéramos aquel privilegio fatuo de decir «si, lo conozco». No.
Simple y llanamente, porque amar y ser amado y respetado, debe traducirse en cuestiones un poco más pedestres, como tener un lugar donde defecar dignamente.
Y sí. También lo conocí, también hablé con él, también tengo un par de escritos que me regaló… y nada de eso me hace sentirme orgullosa ni feliz.
Cada contacto que tuve con él, sentí una profunda pena… y sí, poco y nada pude hacer por ayudarlo en serio para que esa potencialidad de su creación e inteligencia, florencieran lejos del abandono y la pauperización que aceptamos como parte de su destino de genio vagabundo.
Al menos, no lo ocupé de objeto artístico y cool para mis «incursiones» en el laboratorio blanco y negro… nunca lo enfoqué con esa vieja Olympus OM1 que me hace ver «tan bacán»… me queda al menos ese consuelo.
Espero ya los tincus y pasa calles en su honor, algún periodista avispaó con la editorial alternativa, que saquen impresos por fin sus textos completos… y sin duda, un funeral muy pintoresco urbano para que sellemos el triunfo de la indiferencia pos moderna capitalista.
Al Divino Anticristo nadie lo amó.
La esquizofrenia con amor se transforma…
Mi homenaje al Divino Anticristo es esta experiencia que comparto …
