El Papa Francisco visita Chile por primera vez el 16 de enero. Su visita ya ha provocado debate entre los que creen que los gastos estatales de la visita son demasiados altos (unos 4 mil millones de pesos chilenos) y también aquellos que creen que el Papa debe referirse al obispo de Osorno, Juan Barros, acusado de proteger al cura Fernando Karadima, condenado por abusos sexuales contra menores.
También lo espera en Santiago de Chile el estreno de una obra de teatro polémica, titulada Te Rogámus, Papa Francisco Escúchanos. La obra es del escritor Omar Pérez Santiago y será estrenada días antes que aterrice el Papa en Chile, por la Compañía de teatro Perro Viejo y que dirige Claudio Orellana.
En la obra el Papa Francisco es interpelado a pedir perdón en nombre de la Iglesia, por el rol de la iglesia española en la violenta y despiadada colonización de los indígenas y el rol racista de Mataindios, que le adjudicaron los españoles al Apóstol Santiago en América Latina.
El Apóstol Santiago, el patrono de los colonizadores, se aparecía validando las matanzas de los indios aztecas, mayas, incas y mapuches. Por eso el Papa es interpelado o rogado a pedir perdón y tolerancia.
El escritor Omar Pérez Santiago espera que el Papa argentino escuche:
“Un papa latinoamericano, argentino, borgiano, nos debería entender mejor. Latinoamérica sufre hoy la peor pesadilla con la corrupción. La debilidad de las instituciones. Las nuevas generaciones han visto mejorar sus condiciones materiales, sí. Viven mejor, sí. Muchos millenials tienen proyectos propios, sí. Pero en la sociedad hay monopolios y hay resistencia al cambio. Hay demasiada desigualdad. No hay suficiente meritocracia. Demasiados pasan por el lado. Ese es un profundo problema de resonancia moral. Existe además un serio problema de crisis identitaria. No surge aún una forma adecuada de ser moderno en América Latina. Y la desazón se vive sólo como un malestar cultural. Latinoamérica es un gran continente con modernos solos. La soledad de los modernos. Un baile de los solos. La soledad duele como el hambre, confunde como el fracaso. No nos hemos llegado a encontrar con nosotros mismos. Algo no falta. ¿Qué es? Nos falta humanidad, piedad, reconocernos en el otro. Y el miedo es un desequilibrio nervioso. Y esto tiene raíces en un pasado desgraciado, donde fuimos humillados, excluidos, marginalizados. Se trata de historias de la soledad de seres modernos pero desesperados en búsqueda de conexiones o raíces imaginarias. Y andamos en una especie de catarsis en búsqueda del elixir contra la soledad. Somos muy tristes, pues tenemos un vacío que tapar.”