La importancia de tener criterios éticos y morales en el formato en que se desarrolla un país y se aceptan los criterios de decisión, sobre todo si consideramos que la tecnología esta en expansión como nunca lo imaginamos, en bioética, alimentos transgénicos, informática, energía, salud, educación, fondos de pensiones, en que la posición de los gobiernos y los empresarios, es determinante para la sustentabilidad de los procesos sociales.
Por Andrés Gillmore
30 de enero de 2018
Es indudable que hemos empezado a tomar conciencia de las pérdidas en nuestra sociedad y sobre todo de las éticas y las morales que con el tiempo nos ha hecho mucho daño como sociedad, que a fin de cuentas son la base de sustentación de todo lo que hacemos y hemos caído en la superficialidad que lo más importante es el dinero.
Los gobiernos indistintamente de su ideología y el mismo congreso, han perdido estos objetivos, que en si mismo es una pérdida enorme para todos y lógicamente eso se ha traspasado ha muchos ámbitos de la sociedad, en donde el todo vale se hace trascendental y el respeto social es conseguido de acuerdo con los logros financieros sin importar la forma y el fondo de esos logros; tanto ha sido así, que muchos empresarios estan viendo como de acuerdo con esa lógica pueden transformarse en Pdtes de la república sin importar que muchas veces ellos mismos han sido propulsores de mucha corrupción y que con el tiempo han determinado la forma de cómo nos relacionamos entre nosotros y logicamente en base a esa lectura hemos perdido la confianza en las organizaciones, las instituciones y en los gobiernos de turno, haciendo que personajes amorales tengan más suceso político y eso se demuestra como el actual Pdte elegido Sebastián Piñera, fue elegido con apenas el 27 % de los votos de los ciudadanos que tenían derecho a voto y se habla de esa gran mayoría, cuando en verdad se debería hablar de esa gran minoría; donde los menos son los más.
La moral aplicada entrega jerarquía a la hora de decidir los valores que sustenta una sociedad y darnos a entender cuales son las buenas y las malas decisiones y las que necesitan un fundamento ético y moral para implementarse, haciéndonos saber que existe lo bueno y lo malo y de ese modo guiar a la sociedad hacia la sustentabilidad. La forma ética de hacer política social, debe estar enmarcado dentro de un plano moral y complementarse con un alto grado de sentido común y de ética a la hora de decidir.
La llegada del neoliberalismo inculcó que lo único realmente importante era el éxito económico y la individualidad de ser y de esa manera tener la capacidad de pasar por sobre el otro, fundamento indispensable para ser considerado como un ciudadano de éxito. Recalcandonos que la única manera en la que podíamos ser, no era otra que por la vía del consumismo, que no nos complicáramos que todo lo resolvía el mercado y lo más importante es dar trabajo y si destruimos el medio ambiente, la territorialidad, las regiones y las comunidades poco importa; lo importante es dar trabajo, crecer y crecer y con el tiempo crecieron intereses creados muy distintos a los de Chile y nos olvidamos del desarrollo y la sustentabilidad.
Con la proyección que solo el paso del tiempo puede entregar, estos preceptos fueron cambiando la manera de ser y de vernos a nosotros mismos. Las relaciones sociales y comerciales cambiaron fundamentalmente y decidimos que todo tenia su precio, incluso nuestra moral y costumbres, que no importa el delito que cometas, que lo mejor es un buen acuerdo económico, que no tiene nada que ver con la justicia, porque el dinero es el objetivo que perseguimos. Cambiamos las relaciones de familia, con los amigos y la relación con la sociedad se fundamento necesariamente en el tener y no en el ser. Nada podía hacerse por nada, todo tenia que tener una recompensa monetaria y el valor del dinero no podía ser otra cosa que ser recompensado con más dinero y más que una forma de trabajar, lo importante era ganar dinero a como de lugar y lo social era intriga.
Nos creímos el cuento de los Jaguares de latinoamérica, que el problema no éramos nosotros y si los otros y nos transformamos en una sociedad de malhumorados, creídos y lleno de complejos arribistas, hasta llegar a la actualidad inmersos en una tremenda crisis existencial y en estado terminal y lo peor de todo sin ningún propósito moral, aceptando que el fin justifica los medios y sin la capacidad de desarrollar estrategias para salir del atolladero, esperando que la crisis nos consuma y sustentándose como siempre, que todo depende de crecer, cuando lo que necesitamos es desarrollo.
Bajo ese falso precepto, permitimos que los intereses creados de los grandes empresarios le permitieran a las transnacionales extranjeras, hacer en Chile lo que no podían hacer en sus países de origen y hablo de países como USA, Canadá, Suiza, Italia, Noruega, China, que tomaron por asalto nuestras regiones y no les importo destruirlas. Empresas que con el paso de los años desgarraron desde adentro la sincronía natural de nuestra sociedad y las ventajas comparativas que poseemos y de sopetón nos encontramos en una crisis que perfectamente puede ser terminal y no precisamente por la problemática económica y si por la falta de un propósito moral y ético de nuestros políticos y instituciones gubernamentales, que egoístas en muchos casos y fantasiosos en otros, no han querido reconocer que la falta de moralidad nos ha estado pasando la cuenta y desde hace rato.
La palabra moral proveniente de «mores», sinónimo de «costumbres», que corresponde a una regla de conducta compartida por una comunidad, para asegurar cohesión y organización del cuerpo colectivo. Un acto se puede reconocer como inmoral o moral, si cumple con estándares de conducta preestablecidos en uno u otro sentido. Una conducta no es éticamente aceptada, si no se ajusta con la escala de valores donde se desarrolla y usada en pleno uso de su propia libertad. El problema se establece, cuando los valores morales dejan de tener vigencia en el formato colectivo y son cambiados por los intereses personales sin una base de sustentación ética y eso es precisamente lo que ha estado sucediendo en Chile en las últimas décadas.
La importancia de tener criterios éticos y morales en el formato en que se desarrolla un país y se aceptan los criterios de decisión, sobre todo si consideramos que la tecnología esta en expansión como nunca lo imaginamos, en bioética, alimentos transgénicos, informática, energía, salud, educación, fondos de pensiones, en que la posición de los gobiernos y los empresarios, es determinante para la sustentabilidad de los procesos sociales.
Es indispensable que las empresas tomen sus respectivos formatos productivos con responsabilidad social y con la capacidad de moverse dentro de un marco de respeto por los derechos humanos, considerando los valores fundamentales de la persona humana, que muchas veces se ven afectados con actividades que transmutan los escenarios territoriales, desautorizando objetivos que son de relevancia social: como la erradicación de la pobreza, la creación de empleos con sueldos justos, respetar el medio ambiente y las comunidades aledañas a los proyectos de las cuales se hacen parte.
El comportamiento ético y moral de por si transmite responsabilidad y no puede establecerse solamente por el cumplimiento de los estándares mínimos requeridos por una sociedad, sino como punto de partida hacia un desarrollo total. La responsabilidad social de una empresa, gobierno y del mismo estado, debe ir mucho más allá de la exigencia legal enmarcada por la sociedad. La diferencia fundamental de los países desarrollados con los subdesarrollados, es que el buen o mal comportamiento ético y moral, dependen básicamente de los individuos, entendiéndose que el buen comportamiento debe ir de la mano de responsabilidad social, con el que todo gobierno o empresa debe objetivizar su itinerario de desarrollo. Haciendo que el propósito moral sustente lo que se requiere.
En la actualidad la globalización nos ha obligado a tener que convivir con diferentes tipos de moral y disímiles concepciones de vida, de lo que consideramos éticamente correcto y lo que es exigible para obtener un trato igualitario hacia el prójimo social. Con esta difusa realidad por el cambio de las concepciones ante una globalización desorganizada, surge la necesidad de definir los principios morales y entender que los derechos deben ser iguales para todos y sobre todo en las relaciones hacia las futuras generaciones, que de no mediarlos producirán graves problemas y con la posibilidad de afectar la proyección y la sustentabilidad.
La proyección de las generaciones futuras y su transformación se han puesto en juego como nunca se imagino en el pasado. La reflexión ética entre la moral tradicional y el nuevo orden, debe prevalecer ante las nuevas posibilidades del gran avance tecnológico. En el pasado la acción humana no afectaba el futuro tanto como en la actualidad. La tecnología ha cambiado la relación del hombre con la naturaleza, en un pasado donde la naturaleza era estable y la sociedad no tenía responsabilidad de sus actos ante ella. Se vivía con el objetivo de protegerse y de sobrevivir lo mejor posible. La reflexión ética y moral en ese entonces no existía como en la actualidad, ante la posibilidad cierta de destrucción que puede predeterminar el futuro que nos espera.
Los problemas surgieron cuando la reflexión ética no tuvo la capacidad de ir en paralelo con la revolución tecnológica y no tuvimos la capacidad de desarrollar una moralidad y una ética que este de acuerdo con este precepto fundamental y con la capacidad de regular los comportamientos y pasamos a convivir desde una supuesta tradición, creando paradójicamente la renuncia como fundamento, ante la incapacidad de aplicar fundamentos que regulen la acción y llevarlos a la práctica, entendiendo que ciencia y tecnología insensibilizan las fronteras de los principios de la ética social y del propósito moral, en el que toda sociedad debe fundamentarse teniendo como objetivo principal sustentarse a si misma.