Todo lo que se refiere al concepto moderno de un desarrollo equilibrado, sano y sustentable por sobre todas las cosas, esta en saber reconocer la constante mutación interpretativa del pasado economicista en su proyección futura, para asumir una forma multidimensional de lo que debe entenderse como desarrollo en las sociedades modernas.
Por Andrés Gillmore
28 de marzo de 2018
El pensamiento sobre lo que significa desarrollo ha tenido una evolución muy amplia desde la “escuela clásica de la economía” del siglo XVIII, que ha llevado a que se tengan diversos enfoques en lo que ha desarrollo se refiere. Inicialmente se tiene como visión de desarrollo el crecimiento económico como base de sustentación y se ha entendido que crecimiento no es desarrollo y crecimiento es cuando a los empresarios les va bien, diferente a desarrollo, que es cuando ese crecimiento se traspasa a la sociedad en salud, educación, transporte, jubilaciones, condiciones laborales, etc; valorando dimensiones que no son solamente las cuantitativas y donde desarrolló sólo es posible de hacerse realidad cuando se implementa con variables sociales.
Recordando algo de lo que estudié en primer año de universidad en introducción a la economía cuando estudiaba sociología, recuerdo que los procesos económicos que van en busca del desarrollo se han dividido en dos grandes teorías; la ortodoxa, que es parte de la corriente principal de la Economía mundial y la radical, que se caracteriza fundamentalmente por criticar la visión ortodoxa y situarse paralelamente al planteamiento convencional, señalándonos, que subdesarrollo es una cuestión de retraso cronológico de países menos avanzados, que están en busca del crecimiento de las estructuras económicas.
La teoría heterodoxa se niega a reconocer que el problema es parte del atraso estructural y sitúa la problemática como una ubicación desventajosa como país periférico, en la estructura del sistema capitalista mundial. La evolución de las teorías que reconocemos como desarrollo, que bajo el rótulo del crecimiento, se ha venido desarrollado con modelos matemáticos para explicar las capacidades productivas de un país por medio del PIB (Producto Interno Bruto) que no es nada más que una expresión sintética y simplista de lo que reconocemos como crecimiento económico, que es una visión que reduce todo a cifras y gráficos, fundamentando la lógica de las relaciones supuestas entre las diversas variables económicas, reduciendo a la economía a un mero lenguaje matemático para explicar la realidad y que no siempre sirve para explicar la realidad. (En base a ello podríamos decir que Chile es un país con buenos niveles con PIB de un poco más de 23 mil dólares por habitante, que en lenguaje matemático economicista, nos dice que los chilenos reciben al año 23 mil dólares, algo como 13.961.000 $ al año, que dividido por 12 meses serian como 1.163.416 $ por mes y todos sabemos que eso no es así y que el chileno medio no gana más de 500 mil pesos mensuales)
Lo que reconocemos como desarrollo moderno en pleno siglo 21 debe tomar en cuenta variables tan redundantes como cambio climático, calentamiento global y medio ambiente sumadas a la variable social, en un Chile saturado por la explotación extractivista de los recursos naturales, con una migración en aumento relativo muy difícil de contrarrestar dados los formatos del modelo económico, que es mucho más que una simple ecuación matemática para calcular lo que es desarrollo o no, que presupone enfrentarse a procesos mucho más amplios, complicados y diversos de lo que significa la creación de un proceso integrador para lograr el ansiado desarrollo.
Los fenómenos cuantitativos se relacionan directamente en los procesos de cambio estructural y de expansión de las capacidades de carga, ante las libertades con que decidimos sobre la forma en que se crea desarrolló, sobre todo si lo relacionamos con progreso social en pos de la modernización institucional, con un adecuado equilibrio medioambiental, incorporados al proceso de crecimiento con la variable social; que a fin de cuentas es lo que equilibra la sociedad, entrega proyección de futuro sustentable y mejora sustancialmente las condiciones de vida del conjunto de la población y no sólo de unos pocos como suele suceder en modelos económicos como el chileno.
En el último tiempo se ha producido un cambio notable en la doctrina de lo que reconocemos como desarrollo moderno, acercando las dos esferas del pensamiento económico (Heterodoxa y Radical) en la manera de entender lo que significa y proyecta una economía desarrollada, cambiando el concepto clásico de desarrollo y posicionando una percepción más intimista acerca de los actores que protagonizan la economía y su relación directa con la producción y servicios, con una mirada más social en las políticas que se necesitan para alcanzar los objetivos y encontrar el equilibrio para ir en busca del desarrollo.
Todo lo que se refiere al concepto moderno de un desarrollo equilibrado, sano y sustentable por sobre todas las cosas, esta en saber reconocer la constante mutación interpretativa del pasado economicista en su proyección futura, para asumir una forma multidimensional de lo que debe entenderse como desarrollo en las sociedades modernas, donde los aspectos sociales adquieren una mayor relevancia y trascendencia para el todo general que los simples económicos como en el pasado.
Dadas las características económicas, sociales y culturales del Chile que todos queremos, la capacidad de crear una dimensión propia para cambiar el paradigma economicista y relacionarlo con lo social con que se mide el desarrollo, tiene que ver más que nada con una percepción fundamentada en la perspectiva de relacionarlo con una identidad propia y constituir el marco conceptual en el que se centra lo que debemos entender como desarrollo real en el Chile de hoy y marcar esa diferencia; subrayando la participación equitativa como un todo en la forma de hacer desarrollo a nivel nacional.
Para lograr esa armonía balanceada que necesita toda economía para optar por desarrollo sustentable, se hace necesario reconocer y enfatizar los derechos específicos a los que tiene derecho el mundo indígena y puedan acceder a la autodeterminación que necesitan, que aunque muchas veces no queramos enfrentarlo por lo que significa y la complicación que genera a nivel político conceptual en los intereses creados del gran empresariado, debe transformarse en un objetivo que debe buscarse con urgencia, porque significa reconocer, entender y abrir un espacio que nunca se ha dado en Chile y que nos aportaría la capacidad de crear esa integración que tanto necesitamos y que es la base fundamental que debe tener toda sociedad, para crear el verdadero desarrollo y no morir en el intento.