La estrategia de los obispos chilenos de presentar sus renuncias (personales) en grupo al Papa Francisco ha sido una movida solidaria, pero ha sido también una movida encubridora de quienes provocaron personalmente y mayormente la grave crisis actual de la institución eclesial.
Por: Paul Buchet
reflexionyliberacion.cl
Seria espantoso pensar que no hubiera obispos que tuvieron una postura honesta y critica personal. Quizás algunos fueron involucrados ingenuamente en este gesto de sumisión del episcopado chileno al Papa, gesto que podría interpretarse como la afirmación de una “dignidad apostólica” ofendida. Las renuncias de grupo son a menudo absurdas. Suenan como una respuesta infantil a la intervención de un superior que se estima excesiva. Suena como un lavarse las manos general y un: “arréglese usted si puede…”.
Hubo conversaciones y acuerdos del episcopado. Por ejemplo: las visitas discretas que hizo el obispo de Chillán a varios obispos del sur de Chile antes del viaje a Roma, deja de pensar en una postura preparada de antemano en respuesta a la intervención del Papa que se temía. También la postergación de las medidas inmediatas que se habían anunciado hace pensar en una posible sorpresa del Vaticano frente a estas renuncias masivas. Se habría esperado algunas renuncias personales que podrían haber tranquilizado la catolicidad en Chile. Pero se está viviendo el mismo secretismo de siempre.
Se está hablando de “conversión” al lugar de hablar de cambios. Se diluye la idea de un cambio generacional, un cambio de estructuras, de estilo pastoral… El conservatismo de la jerarquía no se cuestiona. El Nuncio sigue vigente. Por formación, por edad o por atavismo, la jerarquía y el clero en general entienden mantenerse de esta manera cada uno en su puesto y seguir haciendo lo que siempre hicieron.
Por más que los Medios de comunicación social siguieron toda esta historia, no hay confianza verdadera en las diócesis, las parroquias y en las comunidades para operar cambios importantes. Se pueden dar algunos ejemplos de esto. Un obispo ha instalado sacerdotes como directores y mandamás en todas las instancias pastorales de su diócesis. A nivel nacional, el gran evento pastoral que podría encubrir los problemas es la convocatoria de celebrar un “Congreso Eucarístico”, un “show” masivo que re-edita una espiritualidad del siglo pasado, de la época de oro de la acción católica. Esta espiritualidad había casi desaparecido en la liturgia postconciliar. En lugar de estimular metodologías de evangelización, se siguen promoviendo espiritualidades elitistas: schoenstatiana, Opus Dei, ignaciana… A los católicos más ilustrados de las parroquias, universidadades y movimientos se les sigue formando para una inteligencia doctrinal y tomista de la fe cuando nuestro mundo es de otras filosofías. Vale la pena recorrer las misas de las distintas parroquias de su ciudad para descubrir en las predicas, en los rezos, en las devociones locales las dificultades para los cambios. Se están silenciando las problemáticas eclesiales actuales y se mantiene a los cristianos en una fe individualista y gregaria. La descatolización progresa rápidamente y requiere unos serios cambios en todas las prácticas religiosas.
Esperábamos unas renuncias verdaderas, renuncias personales motivadas por una comprensión de la situación exacta que se vive. Se les imputa a algunos obispos por unos delitos, a otros una responsabilidad de encubrimientos, a otros de irresponsabilidades, a otros de doble vida, a otros de incapacidad o de inconveniencia. Sí, el cargo es importante y exigente por esto requiere la venía del pueblo de Dios y la consonancia con la coordinación eclesial universal en torno al Papa.
Con la idea de contextualizar las renuncias, podemos recordar algunas renuncias ilustres. Primero la de un Papa que nos sorprendió a todos declarándose invalidado para enfrentar todas las corrupciones vaticanas. Benedicto XVI ha sido un teólogo doctrinal criticado pero su grandeza es de haber renunciado rompiendo toda la tradición secular al respecto. La evangelización del mundo moderno lo exigía. ¡Fue grande, grande! Por devolver al ministerio papal su limitación humana. Nos preparó para tener un Papa humano (menos endiosado) y cercano, pero también muy profético como Francisco .
En su historia reciente la iglesia en chile tuvo un gran hombre que también supo renunciar a tiempo. Don José Manuel Santos, mantuvo siempre un perfil bajo pero fue quien logró cohesionar a los obispos chilenos en los tiempos duros de la dictadura, fue obispo de Valdivia y después arzobispo de Concepción fue ilustre por su postura intransigente con la dictadura. Pero cuando vio que el Vaticano cambiaba todo el episcopado chileno colocando figuras conservadoras, cuando se dio cuenta del poder y del juego vicioso del Nuncio Sodano en esa dirección, fue a Roma a entregar su renuncia indeclinable al Papa Juan Pablo II, argumentando su decisión en todos los dicasterios de la Curia. Renunció antes de la edad prevista para los obispos para retirarse, dio de esta manera a sus colegas la señal de alarma por la situación degradante en que caía la Iglesia chilena. El Vaticano le aceptó de inmediato su renuncia. Las tareas imposibles no obligan a nadie. En el gran público no se comentó el hecho, se ha disfrazado completamente las motivaciones de su renuncia por la mística carmelita que José Manuel cultivó íntimamente durante su vida y que lo llevó a hacer el noviciado de carmelita en España y volver como religioso para terminar su vida en una vida contemplativa.
Hay también otras renuncias que valen la pena recordar. Fueron renuncias censuradas por las instancias eclesiásticas. Son las renuncias de muchos sacerdotes que dejaron el ministerio en todo el mundo. A la mitad del siglo pasado empezaron a mermar dramáticamente las vocaciones sacerdotales y a la vez empezaron a sorprender las numerosas renuncias de sacerdotes, de religiosos y religiosas. Es demasiado fácil atribuir estas defecciones a las debilidades humanas, a las pérdidas de fe, a la secularización de la sociedad y a todos los vicios de la sociedad moderna.
Pasando el tiempo, el pueblo cristiano puede entender mejor la intuición del Papa Juan XXIII de operar unos cambios necesarios por la convocación de un Concilio. Después de 50 años, uno se pregunta ¿cómo fue posible esa retrograda animadversión con una puesta al día de la Iglesia? Después de unos años, los sacerdotes postconciliares se encontraron con una Institución que frustró sus mejores ánimos de cambiar las prácticas eclesiales vetustas. Muchos sacerdotes y religiosos salieron de las filas y se casaron. En la gran mayoría de los casos fue después de haber sido verdaderamente frustrados por el regreso de los conservadores. Esos sacerdotes fueron marginados por sus superiores y sus pares. Por sus críticas y maneras de pensar y por sus iniciativas pastorales novedosas fueron aislados y poco a poco desautorizados. Aislados, andando contra la corriente, muchas veces sin apoyo comunitario, les ganó la desmotivación. Después de renunciar, fueron tratados como renegados y durante años, fueron puestos en el banco de los excomulgados antes de ser “reducidos” al estado laico y desautorizado de cualquier participación eclesial.
Hay que haber vivido esta experiencia para entender lo que significaron estas renuncias. La valentía de renunciar a vivir una situación imposible es lo que se debe rescatar. ¿Cuantos vicios se podrían haber evitado si no se habría encerrado el clero en una disciplina atemporal y en una pastoral ineficaz? Y ¿Qué habría pasado si el pueblo de Dios no hubiera perdido tantos ministros y religiosos sancionados por la parálisis enfermiza del conservatismo?
El recuerdo de estos tres tipos de renuncias y de interrogantes puede ayudar a los obispos de Chile para estimar cada uno en consciencia y con realismo la conveniencia de su permanencia en su cargo. Si no han sido capaces de llevar el pueblo de Dios adelante, si no están “convertidos” para los cambios necesarios, si no son capaces de conducir a los cristianos creando una institucionalidad adecuada para el mundo de hoy, que den un paso al lado, su renuncia será su dignidad.