22 - noviembre - 2024

Elvira Hernández obtiene el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2018

Elvira Hernández “utiliza un lenguaje intimista pero no por eso deja de hablar y referirse al mundo real, a temas contingentes, con una especial ironía y una pluma clara y delicada, que ha logrado captar a muchos lectores jóvenes latinoamericanos”.


Como ya es tradición, la casa porteña del poeta Pablo Neruda, La Sebastiana, fue el lugar desde donde la Ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Alejandra Pérez Lecaros, anunció que la poeta chilena Elvira Hernández se quedó con el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2018, tras la deliberación del jurado integrado por los escritores Elicura Chihuailaf (Chile), Galo Ghigliotto (Chile), Elsa Cross (México), Alicia Genovese (Argentina) y Mayra Santos (Puerto Rico).

A través de un contacto teléfonico, la ministra Pérez le informó a la ganadora que había sido la elegida del jurado. Junto con felicitarla calurosamente, destacó que Elvira Hernández “utiliza un lenguaje intimista pero no por eso deja de hablar y referirse al mundo real, a temas contingentes, con una especial ironía y una pluma clara y delicada, que ha logrado captar a muchos lectores jóvenes latinoamericanos”.

Al otro lado del teléfono, y desde Edimburgo –donde está presentando su obra La bandera de Chile-, la ganadora agradeció la distinción y dijo estar muy emocionada por haber sido escogida. Recibió también las felicitaciones de los miembros del jurado.

La poeta –quien se convierte en la quinta chilena en quedarse con el premio- obtendrá una medalla, un diploma firmado por el Presidente de la República y el Ministro de Cultura y 60 mil dólares, lo que lo sitúa como uno de los galardones más relevantes de Iberoamérica. El premio será entregado por el Presidente Sebastián Piñera en una ceremonia en el Palacio de La Moneda, en fecha convenida entre las partes.

El Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda fue creado en 2004 por acuerdo entre el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (actualmente Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio) y la Fundación Pablo Neruda, como homenaje al centenario del poeta. Éste reconoce a un autor o autora de reconocida trayectoria, cuyo trabajo sea una entrega notable al diálogo cultural y artístico de Iberoamérica.

Elvira Hernández (1951) es una poeta y crítica, formadora de poetas jóvenes de diferentes generaciones, consolidada como una de las voces femeninas más singulares y potentes de la poesía contemporánea chilena y latinoamericana. Entre sus libros, publicados en Chile, Argentina y Colombia, destacan: “¡Arre! Halley ¡Arre!” (1986), “Meditaciones físicas por un hombre que se fue” (1987), “Carta de Viaje” (1989), “La bandera de Chile” (1991), “El orden de los días” (1991); “Santiago Waria” (1992) y “Álbum de Valparaíso” (2003). Los poemas de su obra más famosa, “La bandera de Chile”, es un ícono de la contracultura literaria durante la Dictadura Militar.

En las versiones anteriores, la distinción recayó sobre el español Joan Margarit (2017), el chileno Raúl Zurita (2016), el brasileño Augusto de Campos (2015) y los cubanos Reina María Rodríguez (2014) y José Kozer (2013).


ELVIRA HERNÁNDEZ nació en Lebu en 1951. Ha publicado los siguientes poemarios: ¡Arre! Halley ¡Arre!(1986), Carta de viaje (1989), La bandera de Chile (1991), El orden de los días (1991) y Santiago Waria (1992).

 

el lapsus que es el tiempo sin medida
Teófilo Cid

¿Por qué no entregas el cuerpo para el puchero?
¿La paletilla para el santiamén de la lengua?
¿No sabes del hambre y su ensoñación superlativa?
¿A dónde vas con tanta tibieza aprisionada?
¿Por qué dejas abierta la puerta de entrada y cierras la salida?
¿Y diseminas palabras sucias que son verdaderas joyas?
¿Y te quitas el brazo y lo cuelgas a 10 cms. del juicio?
Dime ¿dónde está la Plaza de los Estambres en esta sociedad?

¿Dónde vi ese rostro?
ese entramado espectacular de cejas alcohólicas
esas venas desaguando en la yugular como represas
ese gesto de ave con plumas de siquiátrico
díganme mandíbulas oxidadas de mi memoria
cual erupción nos arrojó juntos al lado izquierdo
dónde estuvimos cara a cara o regateando
dónde ese gran fragor de huesos bloqueados por muslos
en qué país chupando de mi labio leporino
cercanos a qué homicidio nos miramos con los ojos cerrados
al tiempo que el olvido blandía su cimitarra
y por los suelos rodaban las hidras del temor o el placer.

Por un rato me quedé en la Cantina Incolora
Vacié mis carteras en el mostrador
Los manojos de llaves no me hablaban del Cielo
Y el espejo taciturno me puso a penas
junto a un microcanthus strigatus
En todos los rincones se escondían dientes con coronas
Devotos de San Cristóbal y micreros bellas personas
Por mi cuerpo arteriado subía un tropel de algodones
Por la vena porta el estribillo de la tarde
Calada con una visera de reina normanda
Mi cabeza daba vueltas hasta detenerse en el número 32
Allí la Desgracia se había fugado con el Lavautos.

El amanecer anuncia el arribo a Quotidianía
pero yo vuelvo al aire
Un pequeño remezón da cuenta que tocamos tierra
pero yo vuelvo al aire
El capitán ordena próximo desembarco
y me evado en bolsones de aire
Los altavoces llaman a los rezagados por ultima vez
-entonces me desvisto-
no entrego mi cuota a Quotidianía
vuelvo al punto de partida – el aire-
y me deshago

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