La ética natural del hacer y del ser creada por el hombre, ha obviado el mundo natural en su concepción más básica, aplicándose restrictivamente en las conductas humanas y en esto esta el cambio radical que ofrece y propone la ecología moderna en todas sus dimensiones, que reconoce la ecología profunda como una opción; que no es otra cosa que tomar conciencia para entender que dependemos totalmente del mundo natural para sobrevivir.
Por Andrés Gillmore
Mucha gente opina sobre ecología y muchas veces no saben qué significa realmente, sobre todo cuando se trata de “Ecología de Profundis (profunda)” normalmente se discute del tema sin entender qué significa realmente el término y que propone como visión de vida sustentable en la relación de la raza humana con el medio. Políticos, gente de gobierno, hombres de iglesia y simples ciudadanos se han enredado en un Chile que aun entiende poco sobre el tema y cómo proceder ante esta realidad y qué cree que el consumo es la base de un país desarrollado y que todo se resuelve con la teoría del crecimiento a como de lugar y sin importar cómo se logra.
Quien trajo a Chile la concepción de lo que se reconoce como -Ecología Profunda- fue el empresario Americano Douglas Tompkins, que en los años 90 del siglo pasado sorprendió al mundo y al medio chileno, al comprar predios en el sector de Chaitén en la frontera de la región de Los Lagos con Aysén. En esos años en pleno gobierno de Frei-Ruiz Tagle y en plena crisis asiática, era incomprensible que alguien con los pergaminos de este estadounidense exitoso en el mundo de los negocios invirtiera en terrenos, que según los parámetros chilenos no tenían significación alguna, no merecían ningún esfuerzo, menos invertir en ellos, de algo que en ese entonces no estaba en el radar de los grandes empresarios chilenos y que posteriormente imitaron los millonarios chilenos, Sebastian Piñera en Tantauco en Chiloe y Andronico Luksic en Villa O’higgins al sur de Aysén.
Tanto fue así y tan poco valían las regiones en esos años para los gobiernos de turno, que los pobladores del sector de Chaitén en esos años, estaban sin ninguna fuente de trabajo, dejados a la mano de dios por el Estado y sin ninguna esperanza. En esos años se decía “si no sirven tápenlos con diario y si no eran capaces de competir en el mercado mejor que se retiren”; la economía de mercado puesta a prueba en toda su expresión. En esos años Chile se había asociado al Mercosur abriendo las fronteras a los productos manufacturados chinos, sustentado en la teoría que la competencia de la industria nacional con el producto externo mejoraría la calidad y las competencias y que al sobrevivir solo los más fuertes, crearían desarrollo. Eso hizo que la industria textil chilena quebrara y se perdio el mercado de compra y venta de lana. Se permitio la entrada de carne de otros países y se perdieron los poderes compradores de ganado que sustentaban las regiones del sur austral y lo mismo pasó con la producción de leche, que fue intervenida por las transnacionales extranjeras. Con el tiempo ocurrió todo lo contrario de lo que se buscaba o lo que se dijo que se buscaba (que es algo muy diferente) y se terminó cualquier indicio de industria nacional y todo un mundo rural que se relacionaba con esa industria nacional quedó sin nada y se creó una crisis histórica del mundo rural, que hasta el día de hoy no ha sido superada del todo.
De esa manera Tompkins sin querer queriendo tuvo la posibilidad de comprar cerca de 280 mil hectáreas entre Chile y Argentina. Cuando le preguntaron para qué quería esos extensos terrenos, contestó muy suelto de cuerpo “ para desarrollar un gran parque natural (Pumalín) y preservarlo de la explotación productiva extractivista de sus recursos como reserva de desarrollo ecológico”. El medio chileno no entendió nada. Los grandes empresarios chilensis dados a hacer la del perro hortelano, se dieron cuenta que existia una forma diferente de hacer las cosas y lo prestigioso que era y que habían perdido una gran oportunidad por pura ignorancia y como sucede siempre en nuestro querido y amado Chile, se pusieron a inventar teorías absurdas que Tompkins era palo blanco de capitales judíos, para construir una ciudadela para ser usada por los Israelitas en caso que su país fuese destruido; a fin de cuentas puras tonteras, de parte de un mundo empresarial acostumbrado a ser intermediarios de las grandes transnacionales y con la ley del mínimo esfuerzo obtener suculentas ganancias a costillas de todos los chilenos.
De esa forma intempestiva se introdujo en Chile el concepto de Ecología Profunda; que por lo demás es característica del pensamiento del mundo empresarial de los países desarrollados, que al haber solucionado problemas básicos de sobrevivencia y de calidad de vida, toman conciencia de la sustentabilidad y del uso que le dan a la naturaleza. Por lo general cuando entienden el tema, las empresas de esos países aplican la teoría de hacer todo lo que no pueden hacer en sus países en el mundo subdesarrollado en países como Chile, que cuentan con legislaciones poco claras, con gobiernos, políticos y empresarios que por unos pocos pesos estan dispuestos a dejar hacer y explotan nuestros recursos naturales sin respetar el medio ambiente. Realidad que sucede en la actualidad con empresas Canadienses, Noruegas, Suizas, Americanas, Italianas, etc, en rubros como minería, salmonicultura, forestales, energía y producción lechera.
Si me pidieran resumir lo que significa la ecología en si mismo, lo primero que tendríamos que entender, que ante todo es una forma ética de relacionarse con la naturaleza en dos niveles . La ecología a secas: que estudia la relación del hombre con los seres vivos en el contexto del medio ambiente. La profunda: sustenta que el modelo de desarrollo mundial ha perdido su cohesión ante el mundo natural y la única forma de salvar ese mundo natural para salvar a la raza humana, es aislando todos los territorios posibles, para que la naturaleza viva a voluntad y sin intromisión alguna de parte del hombre desarrollista.
Tradicionalmente la ética que ha desarrollado el hombre en su visión de mundo, se ha centrado en la conducta humana, asignándole atributos morales que en teoría lo harían el único ser digno de valor que habita el planeta tierra y que el medio natural y los otros seres vivos estan para servirlo. Es en este punto donde se produce el cruce y la crisis existencial del mundo desarrollista con la visión ecologista. La ética tradicional esta atravesada por una concepción filosófica que considera al ser humano como el centro de todas las cosas y como el fin absoluto de la creación, olvidando que existe un dualismo fundacional entre los seres humanos, el medio natural y la fauna que le da vida al planeta.
Entender la distinción entre la raza humana y el entorno natural es una función básica para el mundo ecológico en todos sus planteamientos, por la lógica egocentrista del hombre por el hombre, hemos perdido el equilibrio y la armonía natural que debe existir para proyectar un desarrollo sustentable. Desde siempre la humanidad se ha ubicado en un plano de superioridad en relación con el mundo animado o inanimado que habita la Tierra, utilizándose para sus exclusivos intereses, olvidando que la naturaleza no es solo un conjunto de bienes disponibles para el usufructo de los humanos y que ese medio natural es la base de sustentación de la sociedad.
La ética natural del hacer y del ser creada por el hombre, ha obviado el mundo natural en su concepción más básica, aplicándose restrictivamente en las conductas humanas y en esto esta el cambio radical que ofrece y propone la ecología moderna en todas sus dimensiones, que reconoce la ecología profunda como una opción; que no es otra cosa que tomar conciencia para entender que dependemos totalmente del mundo natural para sobrevivir.